LAS INSTITUCIONES CORRUPTAS DEL FOXIATO
Gobierno de
fariseos
Más corruptas que en el Priato,
las "instituciones" que
defiende el Foxiato
POR ABRAHAM GARCIA IBARRA
(exclusivo para Voces del Periodista)
“A ninguno de los jueces nos agradó. Espero no lo vuelvan a hacer: A mi se me hizo muy bajo, vulgar y no fue apto para el público. El público no necesita ver este tipo de expresiones que dejan mucho que pensar”.
En tratándose de juzgadores, de entrada aclaramos que el testimonio anterior no es un rapto de autocrítica de algún magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, después del deplorable espectáculo ofrecido por este órgano jurisdiccional en el examen y la validación de las elecciones del 2 de julio para lo cual, como escribió Porfirio Muñoz Ledo, buscaron la certeza aritmética: “No necesitamos contadores, estamos buscando jueces”.
No. Quien declaró lo subrayado al inicio de esta entrega es Roberto Mitzuko, coreógrafo y juez de una tanda prostibularia que, bajo el rubro de Bailando por la boda de mis sueños, Televisa ofrece a las familias mexicanas en una hora estelar dominical en la que, según se gratifica la empresa, esa emisión alcanza una audiencia por encima del 23 por ciento. Se supone que, por ese trabajo profesional, Mitzuko recibe paga de Emilio Azcárraga Jean, lo cual no obstó para que expresara su repulsión a la exhibición por él juzgada.
Con un botón de muestra basta para caracterizar los contenidos de la programación que, en horarios familiares, el duopolio televisivo lleva cotidianamente a los hogares mexicanos, con un desenfreno que, aún en su época de más cinismo, los gobiernos priistas procuraron y lograron impedir. En efecto, quienes llegamos a la edad adulta, recordamos que sólo podíamos asomarnos a una tímido remedo de pornografía en lugares rigurosamente cerrados y en altas horas de la noche o las primeras de la madrugada. Ahora, el burdel, el comercio cárnico, está en casa en virtud de una actitud licenciosa solapada por un gobierno católico que, a la menor provocación, gusta de exhibirse mediáticamente dándose golpes de pecho ante símbolos de su fe, que incluso ostentan en sus despachos funcionarios públicos de un Estado laico.
“Vivimos una época de materialismo y por tanto de barbarie, que preconiza el cambio como esencia de todas las cosas; materialismo que niega la existencia de Dios, que prescinde por completo de la existencia del espíritu; que por ser engendro de la Revolución Mundial se está deslizando suave pero ineludiblemente por la pendiente del socialismo o comunismo, que ha invadido el altar, mediante el herético progresismo religioso.
“La libertad no la entendemos al estilo liberal, con la extensión irrestricta que le da esa corriente. Por el contrario, a esa absoluta libertad -de prensa, de enseñanza, de expresión-, contraponemos el derecho de Dios de ser conocido y servido, el derecho de la Verdad a ser defendida y difundida. No pueden tener los mismos derechos la verdad y el error, y en consecuencia el Estado debe garantizar y defender la libertad y el derecho del hombre de no ser engañado con doctrinas falsas y erróneas. El error no tiene derechos.
“Siendo la Iglesia la encarnación de la Verdad, el Estado debe estar a su servicio en lo que se refiere al fin último del hombre. El hombre sabe que es a la vez ciudadano e hijo de Dios; que es necesario, para el exacto cumplimiento de sus deberes, que haya armonía entre la autoridad temporal y la espiritual (...) más aún, si la Iglesia es libre respecto del Estado, éste debe recurrir a la religión, a la Iglesia, para promover el ‘bien común temporal’. El poder civil debe crear una estructura temporal que sea un adecuado medio vital para el espíritu cristiano, para que el hombre pueda cumplir con su vocación última: La salvación de las almas.
“El hombre es cuerpo y alma. Debe por tanto rendir gloria a Dios (y) comprender que el único medio para salvarse es el catolicismo, por ser éste la religión verdadera, y que éste es, por tanto el mejor camino para perfeccionar al hombre individual y socialmente. No debe haber libertad ni para el vicio ni para la persona que lo engendre. Únicamente la Verdad y la Virtud tienen derecho a la libertad plena.
“La democracia liberal es una trampa en la que el concepto falso de libertad irrestricta es radicalmente opuesto al de libertad moral que consagra la razón iluminada, fortalecida por las enseñanzas de la Iglesia. Un pueblo que es católico en su mayoría debe tener, aun por razón natural, un gobierno que proclame la Religión católica como religión oficial”.
El autor de ese discurso religiosamente correcto, no es el cardenal Norberto Rivera Carrera que, de otro lado, aparecería desacreditado por su protección al sacerdote católico Nicolás Aguilar Rivera, denunciado en México y los Estados Unidos por el presunto múltiple delito de pederastia.
Es del ex seminarista de Temazcalcingo, Estado de México, y actual secretario de Gobernación del gabinete del católico Vicente Fox Quesada, Carlos María Abascal Carranza. El mismo que provocó un escándalo cultural porque su hija Luz del Carmen, alumna del Instituto Félix Rougier, le enteró que su maestra Georgina Rábago encargó la lectura de la novela Aura, de Carlos Fuentes, que contiene pasajes amorosos, inocentes al lado de los excesos en vivo, en directo y a todo color que ahora, durante su gestión como titular de Gobernación, el celoso padre de familia tolera a los concesionarios de la televisión.
El mismo que movilizó al Instituto Nacional de Migración para que persiguieran a los abogados de por lo menos una de las víctimas del pederasta que en Tehuacán, Puebla, era conocido como “el curita garañón”. Santas complicidades, mi querido Batman.
fariseos
Más corruptas que en el Priato,
las "instituciones" que
defiende el Foxiato
POR ABRAHAM GARCIA IBARRA
(exclusivo para Voces del Periodista)
“A ninguno de los jueces nos agradó. Espero no lo vuelvan a hacer: A mi se me hizo muy bajo, vulgar y no fue apto para el público. El público no necesita ver este tipo de expresiones que dejan mucho que pensar”.
En tratándose de juzgadores, de entrada aclaramos que el testimonio anterior no es un rapto de autocrítica de algún magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, después del deplorable espectáculo ofrecido por este órgano jurisdiccional en el examen y la validación de las elecciones del 2 de julio para lo cual, como escribió Porfirio Muñoz Ledo, buscaron la certeza aritmética: “No necesitamos contadores, estamos buscando jueces”.
No. Quien declaró lo subrayado al inicio de esta entrega es Roberto Mitzuko, coreógrafo y juez de una tanda prostibularia que, bajo el rubro de Bailando por la boda de mis sueños, Televisa ofrece a las familias mexicanas en una hora estelar dominical en la que, según se gratifica la empresa, esa emisión alcanza una audiencia por encima del 23 por ciento. Se supone que, por ese trabajo profesional, Mitzuko recibe paga de Emilio Azcárraga Jean, lo cual no obstó para que expresara su repulsión a la exhibición por él juzgada.
Con un botón de muestra basta para caracterizar los contenidos de la programación que, en horarios familiares, el duopolio televisivo lleva cotidianamente a los hogares mexicanos, con un desenfreno que, aún en su época de más cinismo, los gobiernos priistas procuraron y lograron impedir. En efecto, quienes llegamos a la edad adulta, recordamos que sólo podíamos asomarnos a una tímido remedo de pornografía en lugares rigurosamente cerrados y en altas horas de la noche o las primeras de la madrugada. Ahora, el burdel, el comercio cárnico, está en casa en virtud de una actitud licenciosa solapada por un gobierno católico que, a la menor provocación, gusta de exhibirse mediáticamente dándose golpes de pecho ante símbolos de su fe, que incluso ostentan en sus despachos funcionarios públicos de un Estado laico.
“Vivimos una época de materialismo y por tanto de barbarie, que preconiza el cambio como esencia de todas las cosas; materialismo que niega la existencia de Dios, que prescinde por completo de la existencia del espíritu; que por ser engendro de la Revolución Mundial se está deslizando suave pero ineludiblemente por la pendiente del socialismo o comunismo, que ha invadido el altar, mediante el herético progresismo religioso.
“La libertad no la entendemos al estilo liberal, con la extensión irrestricta que le da esa corriente. Por el contrario, a esa absoluta libertad -de prensa, de enseñanza, de expresión-, contraponemos el derecho de Dios de ser conocido y servido, el derecho de la Verdad a ser defendida y difundida. No pueden tener los mismos derechos la verdad y el error, y en consecuencia el Estado debe garantizar y defender la libertad y el derecho del hombre de no ser engañado con doctrinas falsas y erróneas. El error no tiene derechos.
“Siendo la Iglesia la encarnación de la Verdad, el Estado debe estar a su servicio en lo que se refiere al fin último del hombre. El hombre sabe que es a la vez ciudadano e hijo de Dios; que es necesario, para el exacto cumplimiento de sus deberes, que haya armonía entre la autoridad temporal y la espiritual (...) más aún, si la Iglesia es libre respecto del Estado, éste debe recurrir a la religión, a la Iglesia, para promover el ‘bien común temporal’. El poder civil debe crear una estructura temporal que sea un adecuado medio vital para el espíritu cristiano, para que el hombre pueda cumplir con su vocación última: La salvación de las almas.
“El hombre es cuerpo y alma. Debe por tanto rendir gloria a Dios (y) comprender que el único medio para salvarse es el catolicismo, por ser éste la religión verdadera, y que éste es, por tanto el mejor camino para perfeccionar al hombre individual y socialmente. No debe haber libertad ni para el vicio ni para la persona que lo engendre. Únicamente la Verdad y la Virtud tienen derecho a la libertad plena.
“La democracia liberal es una trampa en la que el concepto falso de libertad irrestricta es radicalmente opuesto al de libertad moral que consagra la razón iluminada, fortalecida por las enseñanzas de la Iglesia. Un pueblo que es católico en su mayoría debe tener, aun por razón natural, un gobierno que proclame la Religión católica como religión oficial”.
El autor de ese discurso religiosamente correcto, no es el cardenal Norberto Rivera Carrera que, de otro lado, aparecería desacreditado por su protección al sacerdote católico Nicolás Aguilar Rivera, denunciado en México y los Estados Unidos por el presunto múltiple delito de pederastia.
Es del ex seminarista de Temazcalcingo, Estado de México, y actual secretario de Gobernación del gabinete del católico Vicente Fox Quesada, Carlos María Abascal Carranza. El mismo que provocó un escándalo cultural porque su hija Luz del Carmen, alumna del Instituto Félix Rougier, le enteró que su maestra Georgina Rábago encargó la lectura de la novela Aura, de Carlos Fuentes, que contiene pasajes amorosos, inocentes al lado de los excesos en vivo, en directo y a todo color que ahora, durante su gestión como titular de Gobernación, el celoso padre de familia tolera a los concesionarios de la televisión.
El mismo que movilizó al Instituto Nacional de Migración para que persiguieran a los abogados de por lo menos una de las víctimas del pederasta que en Tehuacán, Puebla, era conocido como “el curita garañón”. Santas complicidades, mi querido Batman.