MEXICO Y SUS DETERIORADAS INSTITUCIONES
¿Puede derrumbarse el sistema político mexicano?
El día 16 de septiembre, más de un millón de delegados en la Convención Nacional Democrática aprobaron, en la Plaza de la Constitución, una serie de medidas como las siguientes:
Rechazar el fraude electoral; rechazar el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en favor del candidato de la derecha, Felipe Calderón; rechazar la "república simulada"; llamar a un plebiscito y adoptar una nueva Constitución; manifestar su defensa a los bienes nacionales que quiere privatizar el bloque neoliberal-conservador; expresar su aprobación del nombramiento de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México cuya toma de posesión será el 20 de noviembre, es decir, 11 días antes de la toma de posesión de Calderón; aprobar que AMLO pueda nombrar un gabinete y, finalmente, aprobar los integrantes de tres comisiones: la comisión política, la de resistencia y la de proceso constituyente.
Todas estas medidas representan el rechazo de millones de ciudadanos al pasado proceso electoral que estuvo plagado de anomalías fraudulentas y de la intención, por parte del bloque neoliberal-conservador, de imponer a toda costa a su presidente de la república, así como mantener la política económica dominante desde hace 24 años, que ha arrojado un resultado global de pobreza, marginación y profundas desigualdades.
Ahora bien, existen dos decisiones de la CND que han producido una controversia en el seno de la izquierda (ya no se diga, de la derecha) y que son la de desconocer a las instituciones de la "república simulada" y la de nombrar a López Obrador como presidente legítimo de México. En esta dirección, se han destacado dos posiciones: la de Cuauhtémoc Cárdenas y la de Luis Villoro. Los comentarios del primero, fueron conocidos el 14 de septiembre (dos días antes de la convención) mediante una carta dirigida a la escritora y coordinadora de la CND, Elena Poniatowska, publicada en Milenio Diario. Cárdenas advierte que "sería un craso error, de altísimos costos para el movimiento democrático y el PRD", constituir un gobierno alternativo. De igual manera, Luis Villoro, en la revista Proceso (17 de septiembre de 2006) considera un error nombrar a un presidente en rebeldía.
¿Debió nombrarse a López Obrador presidente de México? Habrá que admitir que este nombramiento puede ser cuestionado por dos razones: la primera, es que las pruebas fehacientes de que López Obrador fue el candidato triunfador de las pasadas elecciones (lo que para muchos es indiscutible) han sido guardadas bajo siete llaves, por el gobierno actual y sus instituciones. La negativa de recontar los votos, casilla por casilla, constituyó, paradójicamente, una afirmación del triunfo de AMLO; sin embargo, también implicó un obstáculo para que no pudiera proclamarse dicho triunfo. En tales circunstancias ¿qué pueden hacer los millones de ciudadanos que se han visto defraudados por las instituciones?, ¿aceptar sus malos manejos? Afirmar: "bueno, por ahora nos robaron pero vamos a ver que ocurre dentro de seis años" o, también: "en el proceso electoral intervinieron, violando la ley, el presidente Fox y el Consejo Coordinador Empresarial; el IFE manipuló los resultados y el Tribunal Electoral, no quiso llegar a las últimas consecuencias para descubrir la verdad", pero no podemos hacer nada, porque ellos (los magistrados) tienen, según la Constitución, la última palabra.
Lo diré de otro modo: para que el nombramiento de AMLO como presidente de México sea realmente efectivo, se requiere el plebiscito y la nueva Constitución. Pero la gente está enojada y esperanzada a la vez, harta de robos electorales y con la decisión de hacer valer el voto ciudadano y, por tanto, no iba a renunciar a ocasión de convertirse en Tribunal del Pueblo y proclamar, como en la antigua Grecia, su rechazo al fraude y su decisión de nombrar presidente.
La oposición de Cárdenas en contra de López Obrador, tiene causas más profundas que "la envidia" aducida por Elena Poniatowska. En mi opinión, se trata de las contradicciones surgidas en la lucha por el liderazgo de la izquierda y que implica la pérdida de poder y de protagonismo; los intereses políticos (no olvidemos que Cárdenas fue nombrado por Fox como presidente de los festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución Mexicana con un sólo propósito que ahora rinde sus frutos: dividir a la izquierda) y las contradicciones con otros personajes que hoy conforman un influyente sector de apoyo a López Obrador y que, efectivamente, como dice Cárdenas, "instrumentaron el fraude electoral de 1988 y la imposición de Carlos Salinas de Gortari". En relación con esto último, Cárdenas debería reconocer que López Obrador ha sido tan pragmático como él mismo lo ha sido. Por cierto, habría que estudiar este pragmatismo de los últimos años y que a mí, en algunos casos, me produce el efecto de un revulsivo. Pero todo lo anterior no debió llevar a Cárdenas a anteponer sus propios intereses a los de la lucha en contra del neoliberalismo. En contraste, apunto que, en el otro lado del proceso, también Pablo González Casanova y otros intelectuales, cometieron el error de considerar negativamente a López Obrador otorgando mayor peso a su política pragmática, pero, a diferencia de Cárdenas, han tenido el valor de reconocer que tras el líder se encuentra todo un movimiento popular.
Por su lado, los juicios de Luis Villoro implican una diferencia: estuvo a favor de López Obrador; se pronunció en contra del fallo del tribunal; considera que se requiere una nueva Constitución, pero no está a favor de desconocer a las instituciones, al menos simbólicamente. Aquí el problema es de táctica: desconocerlas desde ahora, como lo hizo la CND o desconocerlas después de haber formulado la nueva Constitución. Lo prudente hubiera sido lo último, pero existe una energía social desatada por el proceso que, como hemos mencionado, no podía resignarse al insuficiente nombramiento de "coordinador general de la resistencia civil".
En un futuro próximo se requiere examinar con mayor precisión las consecuencias de las decisiones de la CND. Por ahora, diremos que el próximo 20 de noviembre, López Obrador tomará posesión como presidente en la Plaza de la Constitución y nombrará su gabinete, pero el primero de diciembre tomará posesión Felipe Calderón también como presidente, en algún lugar habilitado como recinto oficial y con la mayoría que conforman los diputados y senadores del PAN, PRI, PVEM, Panal y PASC. La diferencia es que Calderón tomará posesión de las finanzas del Estado, del ejército y podrá ejercer los poderes establecidos en la Carta Magna. Frente a este hecho, es necesario poner el acento en la organización y el carácter del movimiento. Los partidos de la izquierda no han desarrollado una amplia, profunda e intensiva campaña de educación y concientización política no sólo para los convencidos, sino, sobre todo, para los no convencidos. En lugar de ello, algunos miembros de la "clase dirigente" se han dedicado a acceder a los puestos y aprovechar los movimientos en su beneficio. En el plantón y en las manifestaciones del Zócalo he visto grandes retratos de delegados(as) y diputados(as) al lado de consignas escuetas a favor de AMLO, como si su retrato pudiera decir algo, por sí mismo, a la gente. Esto es una pena y un abuso. El uso de las peores prácticas de manipulación para llevar agua a su molino frente a la necesidad urgente de explicarle "a toda la gente" los grandes problemas que tiene nuestro país y cómo podrían solucionarse.
Es importante, entonces, realizar un cambio de táctica. Hasta ahora, todo estuvo concentrado en la lucha electoral. Ahora se debe consolidar el descontento popular mediante organización y conciencia. El Frente Amplio y la CND, deben impedir que la gente se desilusione porque López Obrador no pueda ser, al menos durante un tiempo, el presidente constitucional y se debe dar fuerza a los mecanismos para impedir la puesta en práctica de las medidas neoliberales y establecer las bases de un desarrollo económico, político y social alternativo al existente.
Finalmente, a mi juicio, lo que ocurrirá en el futuro dependerá de la respuesta a las siguientes tres preguntas:
Primera. Las instituciones del Estado mexicano ¿están ya tan carcomidas; tan desprestigiadas ante la conciencia de las mayorías por la corrupción; tan carentes de legitimidad que basta un fuerte movimiento opositor para que se derrumben, como ocurrió, toda proporción y distancia guardadas, en la "revolución de terciopelo" de Checoslovaquia o el movimiento de solidaridad en Polonia?
Segunda. Los dirigentes de la CND y del Frente Amplio ¿desarrollarán una táctica suficientemente hábil para mantener la expresión de inconformidad mas allá del término del proceso electoral; para impedir que la derecha lance cañonazos de 50 mil pesos-oro, como decía Obregón, sobre algunos dirigentes? ¿Podrá desarrollar una campaña como la que proponemos para convencer a los ciudadanos de que no es posible seguir con el neoliberalismo y perfilar una alternativa viable? Adicionalmente, ¿podrá impedir la represión abierta?
Tercera. En caso de que se responda de manera afirmativa a la primera pregunta, el bloque neoliberal-conservador con el apoyo de Estados Unidos ¿no recurrirá a alguna acción desesperada en su afán de mantener el poder a toda costa?
Con las decisiones de la CND la confrontación está planteada: el bloque neoliberal-conservador y sus desmedidos privilegios en contra de las mayorías. Tendrá que haber un desenlace. Nunca han estado las cosas más claras.
Revista Memoria
El día 16 de septiembre, más de un millón de delegados en la Convención Nacional Democrática aprobaron, en la Plaza de la Constitución, una serie de medidas como las siguientes:
Rechazar el fraude electoral; rechazar el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en favor del candidato de la derecha, Felipe Calderón; rechazar la "república simulada"; llamar a un plebiscito y adoptar una nueva Constitución; manifestar su defensa a los bienes nacionales que quiere privatizar el bloque neoliberal-conservador; expresar su aprobación del nombramiento de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México cuya toma de posesión será el 20 de noviembre, es decir, 11 días antes de la toma de posesión de Calderón; aprobar que AMLO pueda nombrar un gabinete y, finalmente, aprobar los integrantes de tres comisiones: la comisión política, la de resistencia y la de proceso constituyente.
Todas estas medidas representan el rechazo de millones de ciudadanos al pasado proceso electoral que estuvo plagado de anomalías fraudulentas y de la intención, por parte del bloque neoliberal-conservador, de imponer a toda costa a su presidente de la república, así como mantener la política económica dominante desde hace 24 años, que ha arrojado un resultado global de pobreza, marginación y profundas desigualdades.
Ahora bien, existen dos decisiones de la CND que han producido una controversia en el seno de la izquierda (ya no se diga, de la derecha) y que son la de desconocer a las instituciones de la "república simulada" y la de nombrar a López Obrador como presidente legítimo de México. En esta dirección, se han destacado dos posiciones: la de Cuauhtémoc Cárdenas y la de Luis Villoro. Los comentarios del primero, fueron conocidos el 14 de septiembre (dos días antes de la convención) mediante una carta dirigida a la escritora y coordinadora de la CND, Elena Poniatowska, publicada en Milenio Diario. Cárdenas advierte que "sería un craso error, de altísimos costos para el movimiento democrático y el PRD", constituir un gobierno alternativo. De igual manera, Luis Villoro, en la revista Proceso (17 de septiembre de 2006) considera un error nombrar a un presidente en rebeldía.
¿Debió nombrarse a López Obrador presidente de México? Habrá que admitir que este nombramiento puede ser cuestionado por dos razones: la primera, es que las pruebas fehacientes de que López Obrador fue el candidato triunfador de las pasadas elecciones (lo que para muchos es indiscutible) han sido guardadas bajo siete llaves, por el gobierno actual y sus instituciones. La negativa de recontar los votos, casilla por casilla, constituyó, paradójicamente, una afirmación del triunfo de AMLO; sin embargo, también implicó un obstáculo para que no pudiera proclamarse dicho triunfo. En tales circunstancias ¿qué pueden hacer los millones de ciudadanos que se han visto defraudados por las instituciones?, ¿aceptar sus malos manejos? Afirmar: "bueno, por ahora nos robaron pero vamos a ver que ocurre dentro de seis años" o, también: "en el proceso electoral intervinieron, violando la ley, el presidente Fox y el Consejo Coordinador Empresarial; el IFE manipuló los resultados y el Tribunal Electoral, no quiso llegar a las últimas consecuencias para descubrir la verdad", pero no podemos hacer nada, porque ellos (los magistrados) tienen, según la Constitución, la última palabra.
Lo diré de otro modo: para que el nombramiento de AMLO como presidente de México sea realmente efectivo, se requiere el plebiscito y la nueva Constitución. Pero la gente está enojada y esperanzada a la vez, harta de robos electorales y con la decisión de hacer valer el voto ciudadano y, por tanto, no iba a renunciar a ocasión de convertirse en Tribunal del Pueblo y proclamar, como en la antigua Grecia, su rechazo al fraude y su decisión de nombrar presidente.
La oposición de Cárdenas en contra de López Obrador, tiene causas más profundas que "la envidia" aducida por Elena Poniatowska. En mi opinión, se trata de las contradicciones surgidas en la lucha por el liderazgo de la izquierda y que implica la pérdida de poder y de protagonismo; los intereses políticos (no olvidemos que Cárdenas fue nombrado por Fox como presidente de los festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución Mexicana con un sólo propósito que ahora rinde sus frutos: dividir a la izquierda) y las contradicciones con otros personajes que hoy conforman un influyente sector de apoyo a López Obrador y que, efectivamente, como dice Cárdenas, "instrumentaron el fraude electoral de 1988 y la imposición de Carlos Salinas de Gortari". En relación con esto último, Cárdenas debería reconocer que López Obrador ha sido tan pragmático como él mismo lo ha sido. Por cierto, habría que estudiar este pragmatismo de los últimos años y que a mí, en algunos casos, me produce el efecto de un revulsivo. Pero todo lo anterior no debió llevar a Cárdenas a anteponer sus propios intereses a los de la lucha en contra del neoliberalismo. En contraste, apunto que, en el otro lado del proceso, también Pablo González Casanova y otros intelectuales, cometieron el error de considerar negativamente a López Obrador otorgando mayor peso a su política pragmática, pero, a diferencia de Cárdenas, han tenido el valor de reconocer que tras el líder se encuentra todo un movimiento popular.
Por su lado, los juicios de Luis Villoro implican una diferencia: estuvo a favor de López Obrador; se pronunció en contra del fallo del tribunal; considera que se requiere una nueva Constitución, pero no está a favor de desconocer a las instituciones, al menos simbólicamente. Aquí el problema es de táctica: desconocerlas desde ahora, como lo hizo la CND o desconocerlas después de haber formulado la nueva Constitución. Lo prudente hubiera sido lo último, pero existe una energía social desatada por el proceso que, como hemos mencionado, no podía resignarse al insuficiente nombramiento de "coordinador general de la resistencia civil".
En un futuro próximo se requiere examinar con mayor precisión las consecuencias de las decisiones de la CND. Por ahora, diremos que el próximo 20 de noviembre, López Obrador tomará posesión como presidente en la Plaza de la Constitución y nombrará su gabinete, pero el primero de diciembre tomará posesión Felipe Calderón también como presidente, en algún lugar habilitado como recinto oficial y con la mayoría que conforman los diputados y senadores del PAN, PRI, PVEM, Panal y PASC. La diferencia es que Calderón tomará posesión de las finanzas del Estado, del ejército y podrá ejercer los poderes establecidos en la Carta Magna. Frente a este hecho, es necesario poner el acento en la organización y el carácter del movimiento. Los partidos de la izquierda no han desarrollado una amplia, profunda e intensiva campaña de educación y concientización política no sólo para los convencidos, sino, sobre todo, para los no convencidos. En lugar de ello, algunos miembros de la "clase dirigente" se han dedicado a acceder a los puestos y aprovechar los movimientos en su beneficio. En el plantón y en las manifestaciones del Zócalo he visto grandes retratos de delegados(as) y diputados(as) al lado de consignas escuetas a favor de AMLO, como si su retrato pudiera decir algo, por sí mismo, a la gente. Esto es una pena y un abuso. El uso de las peores prácticas de manipulación para llevar agua a su molino frente a la necesidad urgente de explicarle "a toda la gente" los grandes problemas que tiene nuestro país y cómo podrían solucionarse.
Es importante, entonces, realizar un cambio de táctica. Hasta ahora, todo estuvo concentrado en la lucha electoral. Ahora se debe consolidar el descontento popular mediante organización y conciencia. El Frente Amplio y la CND, deben impedir que la gente se desilusione porque López Obrador no pueda ser, al menos durante un tiempo, el presidente constitucional y se debe dar fuerza a los mecanismos para impedir la puesta en práctica de las medidas neoliberales y establecer las bases de un desarrollo económico, político y social alternativo al existente.
Finalmente, a mi juicio, lo que ocurrirá en el futuro dependerá de la respuesta a las siguientes tres preguntas:
Primera. Las instituciones del Estado mexicano ¿están ya tan carcomidas; tan desprestigiadas ante la conciencia de las mayorías por la corrupción; tan carentes de legitimidad que basta un fuerte movimiento opositor para que se derrumben, como ocurrió, toda proporción y distancia guardadas, en la "revolución de terciopelo" de Checoslovaquia o el movimiento de solidaridad en Polonia?
Segunda. Los dirigentes de la CND y del Frente Amplio ¿desarrollarán una táctica suficientemente hábil para mantener la expresión de inconformidad mas allá del término del proceso electoral; para impedir que la derecha lance cañonazos de 50 mil pesos-oro, como decía Obregón, sobre algunos dirigentes? ¿Podrá desarrollar una campaña como la que proponemos para convencer a los ciudadanos de que no es posible seguir con el neoliberalismo y perfilar una alternativa viable? Adicionalmente, ¿podrá impedir la represión abierta?
Tercera. En caso de que se responda de manera afirmativa a la primera pregunta, el bloque neoliberal-conservador con el apoyo de Estados Unidos ¿no recurrirá a alguna acción desesperada en su afán de mantener el poder a toda costa?
Con las decisiones de la CND la confrontación está planteada: el bloque neoliberal-conservador y sus desmedidos privilegios en contra de las mayorías. Tendrá que haber un desenlace. Nunca han estado las cosas más claras.
Revista Memoria