LA INEFICIENCIA DEL GOBIERNO FEDERAL EN EL OFICIO POLITICO
Acerca de Oaxaca y del "HIJO DESOBEDIENTE"
Por: Gabriel Castillo-Herrera
Tal parece que, conforme pasan los días, el camino para la resolución del conflicto en Oaxaca va angostándose hasta llegar a un vértice. Ha llegado, literalmente, a un punto; a secas.
Las declaraciones de “la maestra”, el alargamiento de jornadas infructíferas de las mesas de negociación en las que la única planteada parece ser la insistencia –por parte del gobierno- de volver a la “normalidad” como si nada hubiera sucedido, la amenaza de ocupar la ciudad capital del estado con las fuerzas institucionales, la negativa por parte del gobernador a abandonar el cargo, la espera –ya sospechosa- del veredicto sobre la calidad de ingobernabilidad por parte de la comisión del Senado de la República y –de otra parte- la negativa de APPO’s y 22’s a cualquier solución que no implique la caída de Ulises Ruiz, no dejan espacio para otra situación diferente al imperio de la represión.
Una vez más, se nos muestra la ineficiencia del Gobierno Federal en el oficio político, la que lo lleva a postergar soluciones; como en el episodio del desafuero de López Obrador, en que no fue sino hasta que aquél se encontró en un callejón sin salida y se decidió cortar por lo sano cercenándoles la cabeza al procurador y a su subordinado.
Pero, entonces, no había intereses comprometidos (como no fueran los inmediatos) con estos últimos personajes como los hay con el gobernador oaxaqueño y con los que representa como miembro de un partido que por décadas ha sostenido un sistema de injusticias –y, por otro lado canonjías- a base de mantener un pueblo en los índices más altos de pobreza, ignorancia y marginación de toda la República, equiparables a los que se dan en los países menos favorecidos del África. Tampoco los había (como no fueran, también, caracterizados por la inmediatez) en el partido gobernante que hoy pretende sostener lo insostenible por temor a que, si se le retira el mando al gobernador, ello sea el aval para que se cuestione la toma de posesión de Calderón.
Todo parece indicar que el Senado decidirá que en Oaxaca sí existe gobernabilidad, con lo que la única solución al conflicto tendría que decidirse por la aplicación de la fuerza; pero… ¿qué hacer, si tampoco se quieren asumir los costos, puesto que el presidente ha basado su propio culto a la personalidad haciéndose publicidad como quien logró “el arribo a la democracia”? (Recuérdese el spot de “Gracias Vicente Fox, por La Democracia” y otras mamarrachadas posteriores).
Difícil tarea la asignada a Carlos Abascal, quien socarronamente afirmó que “…en nombre de Dios no se hará ninguna represión”; pero deja la puerta abierta para, en su caso, corregir: “En nombre de Dios no; pero en el nombre del ‘sagrado’ nombre del Estado de ‘Derecho’, quién sabe…”.
La última hora para Oaxaca ha sonado. Y pareciera que la única salida es la represión; aunque, en virtud de lo referido dos párrafos atrás, podría tomarse la decisión de dejarlo como herencia al auto apodado “Hijo Desobediente”, a riesgo de que maldiga al ‘padre’.
Pero… ¿de qué preocuparse? Este disfrutará de vacaciones permanentes en el Rancho San Cristóbal, uno de su propiedad que remodeló con dineros de la Nación.
Por: Gabriel Castillo-Herrera
Tal parece que, conforme pasan los días, el camino para la resolución del conflicto en Oaxaca va angostándose hasta llegar a un vértice. Ha llegado, literalmente, a un punto; a secas.
Las declaraciones de “la maestra”, el alargamiento de jornadas infructíferas de las mesas de negociación en las que la única planteada parece ser la insistencia –por parte del gobierno- de volver a la “normalidad” como si nada hubiera sucedido, la amenaza de ocupar la ciudad capital del estado con las fuerzas institucionales, la negativa por parte del gobernador a abandonar el cargo, la espera –ya sospechosa- del veredicto sobre la calidad de ingobernabilidad por parte de la comisión del Senado de la República y –de otra parte- la negativa de APPO’s y 22’s a cualquier solución que no implique la caída de Ulises Ruiz, no dejan espacio para otra situación diferente al imperio de la represión.
Una vez más, se nos muestra la ineficiencia del Gobierno Federal en el oficio político, la que lo lleva a postergar soluciones; como en el episodio del desafuero de López Obrador, en que no fue sino hasta que aquél se encontró en un callejón sin salida y se decidió cortar por lo sano cercenándoles la cabeza al procurador y a su subordinado.
Pero, entonces, no había intereses comprometidos (como no fueran los inmediatos) con estos últimos personajes como los hay con el gobernador oaxaqueño y con los que representa como miembro de un partido que por décadas ha sostenido un sistema de injusticias –y, por otro lado canonjías- a base de mantener un pueblo en los índices más altos de pobreza, ignorancia y marginación de toda la República, equiparables a los que se dan en los países menos favorecidos del África. Tampoco los había (como no fueran, también, caracterizados por la inmediatez) en el partido gobernante que hoy pretende sostener lo insostenible por temor a que, si se le retira el mando al gobernador, ello sea el aval para que se cuestione la toma de posesión de Calderón.
Todo parece indicar que el Senado decidirá que en Oaxaca sí existe gobernabilidad, con lo que la única solución al conflicto tendría que decidirse por la aplicación de la fuerza; pero… ¿qué hacer, si tampoco se quieren asumir los costos, puesto que el presidente ha basado su propio culto a la personalidad haciéndose publicidad como quien logró “el arribo a la democracia”? (Recuérdese el spot de “Gracias Vicente Fox, por La Democracia” y otras mamarrachadas posteriores).
Difícil tarea la asignada a Carlos Abascal, quien socarronamente afirmó que “…en nombre de Dios no se hará ninguna represión”; pero deja la puerta abierta para, en su caso, corregir: “En nombre de Dios no; pero en el nombre del ‘sagrado’ nombre del Estado de ‘Derecho’, quién sabe…”.
La última hora para Oaxaca ha sonado. Y pareciera que la única salida es la represión; aunque, en virtud de lo referido dos párrafos atrás, podría tomarse la decisión de dejarlo como herencia al auto apodado “Hijo Desobediente”, a riesgo de que maldiga al ‘padre’.
Pero… ¿de qué preocuparse? Este disfrutará de vacaciones permanentes en el Rancho San Cristóbal, uno de su propiedad que remodeló con dineros de la Nación.