La imagen de Calderón se derrite
Revista Siempre: Felix Fuentes
La rechifla del pasado día 11 en el nuevo estadio de Torreón, Coahuila, no fue casual y recibirá otras el presidente Felipe Calderón si vuelve a aparecer en actos masivos. El fracasado equipo de comunicación social de Los Pinos no entera de la animadversión popular a su jefe y él hubo de constatarla.
La crisis nacional aumenta debido a la pobreza extrema, el incontenible desempleo, las masacres del hampa y los interminables choques entre partidos políticos, aparte de los generados por el presidente Calderón, hasta con la clase empresarial.
El primer mandatario escogió el peor camino para proyectar su imagen, el de los discursos de lunes a viernes, aparte de los obligados en días festivos o en algunos fines de semana.
Debiera saber Calderón, por sus experiencias en la Cámara de Diputados o al frente de su partido, que las constantes apariciones frente a cámaras y micrófonos derriten, como cuando una vela es acercada al fuego. Pero si persiste en esa actitud, debido a la influencia del poder, nadie lo va a apartar de los atriles.
De todas maneras, alguien debiera recordar al Presidente lo sucedido a Miguel de la Madrid en el estadio Azteca durante la inauguración del Mundial de Futbol de 1986.
Junto con los chiflidos le dirigieron calificativos inolvidables y desapareció de escenarios tumultuarios. Mandatarios de arrastre popular como Adolfo López Mateos se acabaron. El mexiquense aparecía en una corrida de toros o en una pelea de box y las multitudes lo aplaudían.
Felipe Calderón no es ni podrá ser un López Mateos. Está destinado a encabezar actos políticos y entregar premios a puertas cerradas en Los Pinos, donde recibe a futbolistas o ganadores de medallas en justas deportivas, sin perder oportunidad alguna.
Las luces de las cámaras obnubilan y un mandatario como Vicente Fox hubo de resignarse al encierro de las cabañas en Los Pinos o andar de saltimbanqui por la República, lejos de la muchedumbre y custodiado por cientos de guardias. El miedo fue su divisa y así es imposible gobernar.
No podrá gozar Calderón de un rating aceptable porque a estas alturas, cuando todavía no inicia la segunda mitad de su gobierno, se perfila por abajo del mismísimo Vicente Fox y tal significa pena a los ojos del mundo, dado que con él y su antecesor perdió México el liderazgo en América Latina.
Entre decenas de promesas, la del “presidente del empleo” destroza la gestión de Calderón. Mucha gente le creyó y hoy le reprocha el tremendo fiasco. En cifras del INEGI, México llega a los tres millones de desempleados en este sexenio.
Según dicha institución, de julio a septiembre pasado, ¡en tres meses! se quedaron sin trabajo 560 mil mexicanos. Este debe ser un récord para Guinness. Menos le será posible generar empleos a Felipe Calderón si se pelea hasta con la cocinera. Durante la discusión de la Ley de Ingresos acusó al sector privado de pagar 1.7 por ciento de sus obligaciones. Lo refutaron porque debió decir 1.7 por ciento de los ingresos totales.
Aprobada la citada ley, el Presidente lanzó un segundo ramalazo a los patrones. Durante su viaje a Singapur les reprochó en haber descalificado con creces la propuesta de su gobierno y alentar una campaña que debilitó la negociación en el Congreso. Gerardo Gutiérrez, líder de Coparmex, respondió que su sector buscó una reforma integral a fondo, no boicotear el paquete.
Fue otro roce peligroso y retrocedió Calderón con el argumento de que hizo uso de su libertad de expresión. Así va el país, entre los dimes y diretes.
La rechifla del pasado día 11 en el nuevo estadio de Torreón, Coahuila, no fue casual y recibirá otras el presidente Felipe Calderón si vuelve a aparecer en actos masivos. El fracasado equipo de comunicación social de Los Pinos no entera de la animadversión popular a su jefe y él hubo de constatarla.
La crisis nacional aumenta debido a la pobreza extrema, el incontenible desempleo, las masacres del hampa y los interminables choques entre partidos políticos, aparte de los generados por el presidente Calderón, hasta con la clase empresarial.
El primer mandatario escogió el peor camino para proyectar su imagen, el de los discursos de lunes a viernes, aparte de los obligados en días festivos o en algunos fines de semana.
Debiera saber Calderón, por sus experiencias en la Cámara de Diputados o al frente de su partido, que las constantes apariciones frente a cámaras y micrófonos derriten, como cuando una vela es acercada al fuego. Pero si persiste en esa actitud, debido a la influencia del poder, nadie lo va a apartar de los atriles.
De todas maneras, alguien debiera recordar al Presidente lo sucedido a Miguel de la Madrid en el estadio Azteca durante la inauguración del Mundial de Futbol de 1986.
Junto con los chiflidos le dirigieron calificativos inolvidables y desapareció de escenarios tumultuarios. Mandatarios de arrastre popular como Adolfo López Mateos se acabaron. El mexiquense aparecía en una corrida de toros o en una pelea de box y las multitudes lo aplaudían.
Felipe Calderón no es ni podrá ser un López Mateos. Está destinado a encabezar actos políticos y entregar premios a puertas cerradas en Los Pinos, donde recibe a futbolistas o ganadores de medallas en justas deportivas, sin perder oportunidad alguna.
Las luces de las cámaras obnubilan y un mandatario como Vicente Fox hubo de resignarse al encierro de las cabañas en Los Pinos o andar de saltimbanqui por la República, lejos de la muchedumbre y custodiado por cientos de guardias. El miedo fue su divisa y así es imposible gobernar.
No podrá gozar Calderón de un rating aceptable porque a estas alturas, cuando todavía no inicia la segunda mitad de su gobierno, se perfila por abajo del mismísimo Vicente Fox y tal significa pena a los ojos del mundo, dado que con él y su antecesor perdió México el liderazgo en América Latina.
Entre decenas de promesas, la del “presidente del empleo” destroza la gestión de Calderón. Mucha gente le creyó y hoy le reprocha el tremendo fiasco. En cifras del INEGI, México llega a los tres millones de desempleados en este sexenio.
Según dicha institución, de julio a septiembre pasado, ¡en tres meses! se quedaron sin trabajo 560 mil mexicanos. Este debe ser un récord para Guinness. Menos le será posible generar empleos a Felipe Calderón si se pelea hasta con la cocinera. Durante la discusión de la Ley de Ingresos acusó al sector privado de pagar 1.7 por ciento de sus obligaciones. Lo refutaron porque debió decir 1.7 por ciento de los ingresos totales.
Aprobada la citada ley, el Presidente lanzó un segundo ramalazo a los patrones. Durante su viaje a Singapur les reprochó en haber descalificado con creces la propuesta de su gobierno y alentar una campaña que debilitó la negociación en el Congreso. Gerardo Gutiérrez, líder de Coparmex, respondió que su sector buscó una reforma integral a fondo, no boicotear el paquete.
Fue otro roce peligroso y retrocedió Calderón con el argumento de que hizo uso de su libertad de expresión. Así va el país, entre los dimes y diretes.