El día después de Stiglitz
Revista SiempreA unos cuantos días de que el Congreso aprobara la Ley de Ingresos, el paquete fiscal y el Presupuesto 2010, el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, reprobó tanto la política económica del gobierno mexicano frente a la crisis como la decisión de los legisladores de aumentar los impuestos.
Este economista, famoso por su célebre silogismo de que “la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo”, vino a decir que los aumentos al IVA y al Impuesto Sobre la Renta, que entrarán en vigor a partir del próximo año, “tendrán un efecto muy negativo en la economía”.
Las palabras de Stiglitz, reproducidas por casi todos los diarios nacionales, confirmaron que México ni tiene gobierno ni tiene Congreso. Incluso, que servía mejor que no los tuviera porque ambos poderes se han distinguido en las últimas semanas no sólo por su ineptitud en el manejo de la economía, sino por privilegiar intereses de carácter político-partidista, antes que razones de Estado.
Las advertencias del Premio Nobel en el sentido de que el 2011 puede ser peor para México que el 2010 —por la falta de decisiones adoptadas o por lo equivocado de las mismas—, coincidieron con el informe publicado por Transparencia Internacional, donde el país aparece como uno de los más corruptos del mundo. Del lugar 72, pasó al 89, tomando en cuenta que entre más abajo esté de la posición 1, peor calificado está.
Stiglitz y Trasparencia Internacional cerraron, sin querer, la pinza de tal forma que los señalamientos del primero encuentran explicación en la calificación emitida por el segundo. El pésimo manejo que han dado el gobierno y los partidos a la economía dentro de las cámaras —en un momento de crisis y decrecimiento— sólo puede explicarse a partir de la cultura de la corrupción que existe en el sistema político mexicano.
La corrupción no sólo es robar dinero; constituye una forma y un estilo de ser donde las instituciones y los hombres, lejos de tomar decisiones en función del interés general de la nación, llevan la práctica política al estadio más bajo de su naturaleza, convirtiendo su ejercicio en una especie de “mercado negro”, donde todo se vende, compra o cambia.
Lo que no sabe Stiglitz es que en los sótanos de la Ley de Ingresos, del aumento a impuestos y el reparto del presupuesto hubo una compleja telaraña de negociaciones entre partidos, funcionarios, empresarios, legisladores para que el botín fuera debidamente repartido. Nadie, en ningún momento, pensó en estimular el crecimiento de la economía. Por ello, el resultado es el que se tiene y el que se tendrá: “Uno de los peores desempeños del mundo”.
Muestra de ello es que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe proyecta en su estudio titulado Panorama social de América Latina 2009 que habrá 189 millones más de pobres en la región y que la mayoría de ellos se concentrarán en México y Venezuela.
Parte de esa cultura de la corrupción, simulación y “gimnasia del cambalache”, tan acostumbrada por los partidos, destaca el proyecto de la cédula de identidad. Un proyecto costoso que no resolverá el problema de inseguridad en México, que no es prioritario, menos en un momento de crisis, pero que el gobierno federal considera de suma importancia por el negocio que puede estar detrás de la licitación. Proyecto para el que aparentemente no fue aprobada una partida en la Cámara de Diputados, pero que Gobernación puede tomar del que se le dio al Registro Nacional de Población. Negocio que recuerda el sonado caso Hildebrando —cuñado de Felipe Calderón— y el de todos aquellos que hicieron los “niños Bribiesca” bajo el cobijo de Fox.
Stiglitz ha dibujado a las autoridades mexicanas “el día después”, es decir, lo que vendrá como consecuencia de las malas decisiones tomadas. Y mientras en el país crece la salida de capitales y las posibilidades de una fuerte devaluación, en el gobierno y en el Congreso siguen como si nada pasara, hasta que pasa.
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posted by H2AGUA at
8:29 p.m.
