El PRI es el padrote del PAN
Revista Siempre:Humberto Musacchio
Para el mamotreto de la Real Academia Española, padrote es un mexicanismo que se le aplica al “individuo que explota a una prostituta” (en realidad a varias) y padrotear, dice el mismo diccionario, es “beneficiarse abusivamente del trabajo de una prostituta”. El ladrillo académico también incluye un significado que considera de origen venezolano, aunque en realidad se emplea en varios países de lengua española: dicho de una persona, padrotear es “mandar, dominar a otra aprovechándose de sus debilidades”.
De modo que es perfectamente acertado llamar al PRI padrote del PAN, porque con tal de seguir en la jugada, los azules consienten en ser explotados, esto es, en que el tricolor se beneficie abusivamente de su trabajo, que los mande y domine aprovechándose de sus debilidades, que evidentemente son muchas.
Las referencias lexicológicas vienen al caso ante la atropellada y canallesca aprobación del presupuesto de ingresos y egresos de la federación, proceso en el que la bancada panista mostró su cabal disposición a prostituirse, a abandonar los principios que supuestamente heredó de sus padres fundadores y entregarse sin rodeos aunque no sin condiciones a los cinturitas que comanda Francisco Rojas.
Quien revise los números podrá observar que el PRI se sirvió con la cuchara grande, que entre sus gobernadores repartió generosamente los recursos que aportamos los ciudadanos y que esos dineros serán usados para beneficio de los Ejecutivos estatales, urgidos de legitimarse ante la ciudadanía, cada vez más escéptica frente a los políticos y sus partidos.
El PRD, otra vez, se quedó fuera de la fiesta, viendo cómo la pista era ocupada por la divina pareja, la del proxeneta y la prostituta, que en varios estados ha bailado de cachetito para bailarse con cárcel y escarnio a las mujeres que recurren a la interrupción del embarazo. Incluso, cuando los aurinegros quisieron intervenir en el reparto de billetes, Oscar Levín, con su proverbial buen modo, le espetó a uno de sus achichincles: “¡Mándalos a la chingada!” Y allá fueron.
Por supuesto, el problema no es que un partido u otro se quede fuera de las decisiones hacendarias fundamentales. Lo más grave es que el grueso de la sociedad mexicana se quedó al margen, sin la posibilidad de patalear, resignada a que le arrojen las migajas del banquete en el que tragan hasta el hartazgo nuestros legisladores y los felices poseedores de hueso en el gobierno federal. Y todo ocurre mientras la inconformidad gana las calles. ¿Se darán cuenta?
Para el mamotreto de la Real Academia Española, padrote es un mexicanismo que se le aplica al “individuo que explota a una prostituta” (en realidad a varias) y padrotear, dice el mismo diccionario, es “beneficiarse abusivamente del trabajo de una prostituta”. El ladrillo académico también incluye un significado que considera de origen venezolano, aunque en realidad se emplea en varios países de lengua española: dicho de una persona, padrotear es “mandar, dominar a otra aprovechándose de sus debilidades”.
De modo que es perfectamente acertado llamar al PRI padrote del PAN, porque con tal de seguir en la jugada, los azules consienten en ser explotados, esto es, en que el tricolor se beneficie abusivamente de su trabajo, que los mande y domine aprovechándose de sus debilidades, que evidentemente son muchas.
Las referencias lexicológicas vienen al caso ante la atropellada y canallesca aprobación del presupuesto de ingresos y egresos de la federación, proceso en el que la bancada panista mostró su cabal disposición a prostituirse, a abandonar los principios que supuestamente heredó de sus padres fundadores y entregarse sin rodeos aunque no sin condiciones a los cinturitas que comanda Francisco Rojas.
Quien revise los números podrá observar que el PRI se sirvió con la cuchara grande, que entre sus gobernadores repartió generosamente los recursos que aportamos los ciudadanos y que esos dineros serán usados para beneficio de los Ejecutivos estatales, urgidos de legitimarse ante la ciudadanía, cada vez más escéptica frente a los políticos y sus partidos.
El PRD, otra vez, se quedó fuera de la fiesta, viendo cómo la pista era ocupada por la divina pareja, la del proxeneta y la prostituta, que en varios estados ha bailado de cachetito para bailarse con cárcel y escarnio a las mujeres que recurren a la interrupción del embarazo. Incluso, cuando los aurinegros quisieron intervenir en el reparto de billetes, Oscar Levín, con su proverbial buen modo, le espetó a uno de sus achichincles: “¡Mándalos a la chingada!” Y allá fueron.
Por supuesto, el problema no es que un partido u otro se quede fuera de las decisiones hacendarias fundamentales. Lo más grave es que el grueso de la sociedad mexicana se quedó al margen, sin la posibilidad de patalear, resignada a que le arrojen las migajas del banquete en el que tragan hasta el hartazgo nuestros legisladores y los felices poseedores de hueso en el gobierno federal. Y todo ocurre mientras la inconformidad gana las calles. ¿Se darán cuenta?