Mezquindades
Francisco Rodríguez
COINCIDIRÁ USTED CONMIGO: ha habido mezquindad o tacañería política del señor Felipe Calderón al no reconocer a la señora Josefina Vázquez Mota, aún secretaria de Educación; al gobernador morelense y a la organización sindical encabezada por la maestra Elba Esther Gordillo su participación en la todavía muy parcial solución al problema planteado por la disidencia magisterial que rechaza la Alianza por la Calidad de la Educación.
Públicamente, el ocupante de Los Pinos atribuyó todo el mérito al desaparecido Juan Camilo Mouriño. La primera, en la peculiar ceremonia celebrada en el Campo Marte dos días después del avionazo. Ahí, ante el féretro del amigo caído, dijo que la (temporal) solución del mismo "no hubiera sido posible sin la labor del Secretario de Gobernación; y sé que a él le hubiera gustado hacer este anuncio personalmente."
La segunda, el domingo 9, en la sede del PAN, donde sus correligionarios homenajearon a Mouriño: "ese paro de maestros que muchos auguraban terminaría peor y con peor desenlace que el de Oaxaca, supo articularlo cuidadosamente."
De Vázquez Mota, presente en ambas ocasiones, nada.
Tampoco del mandatario estatal morelense.
Ni de los maestros del SNTE que también negociaron el retorno de sus compañeros a las aulas.
Él solito. Mouriño, y nadie más.
Tacañería política. Mezquindad.
Y es que, tal vez, el señor Calderón debe pensar que mezquindad con mezquindad se paga.
Ya en este espacio leyó usted hace unas semanas, el 13 de octubre, que "para no variar, el conflicto magisterial que se vive en Morelos --y que amenaza con extenderse a otros puntos geográficos del territorio nacional— ha rebasado a las administraciones federal y estatal, debido principalmente a pugnas intrapartidistas: El grupo al que pertenece el gobernador Marco Antonio Adame pone así en evidencia al del señor Felipe Calderón, de un lado, mientras que por el otro, llega a puntos que rebasan los termómetros políticos la pugna nada soterrada que mantienen los secretarios de Gobernación y Educación."
Porque la señora Vázquez Mota también actuó, en su momento, con una buena dosis de mezquindad en contra de Mouriño, con quien mantuvo una disputa nada oculta. Por posiciones de cercanía al señor Calderón, en un principio, por las burocráticas, después, ya que desde 2006, cuando en el equipo de transición se le encargaron ciertas tareas políticas, creyó infantilmente que el señor Calderón le había ya escriturado el Palacio de los Covián.
Y no llegó la primera ocasión, en las vísperas del 1 de diciembre cuando "haiga sido como haiga sido" el michoacano juró el cargo ante una partida militar. Tampoco la segunda, a la renuncia de Francisco Ramírez Acuña. La tercera, menos, cual ya se vio.
Porque, aunque no fue así, todo aparenta que muerto Mouriño, se acabó el problema. Que por ir en contra de éste, ya no tenía caso mantenerlo.
Esas son las mezquindades que denunció Calderón ante los panistas. Esas son, también, las mezquindades de las que no escapa el denunciante, ¿o no?
COINCIDIRÁ USTED CONMIGO: ha habido mezquindad o tacañería política del señor Felipe Calderón al no reconocer a la señora Josefina Vázquez Mota, aún secretaria de Educación; al gobernador morelense y a la organización sindical encabezada por la maestra Elba Esther Gordillo su participación en la todavía muy parcial solución al problema planteado por la disidencia magisterial que rechaza la Alianza por la Calidad de la Educación.
Públicamente, el ocupante de Los Pinos atribuyó todo el mérito al desaparecido Juan Camilo Mouriño. La primera, en la peculiar ceremonia celebrada en el Campo Marte dos días después del avionazo. Ahí, ante el féretro del amigo caído, dijo que la (temporal) solución del mismo "no hubiera sido posible sin la labor del Secretario de Gobernación; y sé que a él le hubiera gustado hacer este anuncio personalmente."
La segunda, el domingo 9, en la sede del PAN, donde sus correligionarios homenajearon a Mouriño: "ese paro de maestros que muchos auguraban terminaría peor y con peor desenlace que el de Oaxaca, supo articularlo cuidadosamente."
De Vázquez Mota, presente en ambas ocasiones, nada.
Tampoco del mandatario estatal morelense.
Ni de los maestros del SNTE que también negociaron el retorno de sus compañeros a las aulas.
Él solito. Mouriño, y nadie más.
Tacañería política. Mezquindad.
Y es que, tal vez, el señor Calderón debe pensar que mezquindad con mezquindad se paga.
Ya en este espacio leyó usted hace unas semanas, el 13 de octubre, que "para no variar, el conflicto magisterial que se vive en Morelos --y que amenaza con extenderse a otros puntos geográficos del territorio nacional— ha rebasado a las administraciones federal y estatal, debido principalmente a pugnas intrapartidistas: El grupo al que pertenece el gobernador Marco Antonio Adame pone así en evidencia al del señor Felipe Calderón, de un lado, mientras que por el otro, llega a puntos que rebasan los termómetros políticos la pugna nada soterrada que mantienen los secretarios de Gobernación y Educación."
Porque la señora Vázquez Mota también actuó, en su momento, con una buena dosis de mezquindad en contra de Mouriño, con quien mantuvo una disputa nada oculta. Por posiciones de cercanía al señor Calderón, en un principio, por las burocráticas, después, ya que desde 2006, cuando en el equipo de transición se le encargaron ciertas tareas políticas, creyó infantilmente que el señor Calderón le había ya escriturado el Palacio de los Covián.
Y no llegó la primera ocasión, en las vísperas del 1 de diciembre cuando "haiga sido como haiga sido" el michoacano juró el cargo ante una partida militar. Tampoco la segunda, a la renuncia de Francisco Ramírez Acuña. La tercera, menos, cual ya se vio.
Porque, aunque no fue así, todo aparenta que muerto Mouriño, se acabó el problema. Que por ir en contra de éste, ya no tenía caso mantenerlo.
Esas son las mezquindades que denunció Calderón ante los panistas. Esas son, también, las mezquindades de las que no escapa el denunciante, ¿o no?