Los fracasos de Calderón
Revista Forum
En medio de la gritería destemplada de la derecha, se realizaron una vez más las fiestas septembrinas. Hubo dos gritos: el de los pocos que le van al espurio Felipe Calderón, realizado en el Zócalo en medio de medidas masivas de seguridad militar y policiaca para proteger quién sabe de qué amenazas populares al panista, y El grito de los libres, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, con el cobijo cálido de la gente del pueblo que acudió también al Zócalo, ambos en horarios con sólo una hora de diferencia (primero, el de AMLO, después el resguardadísimo de Calderón).
La gritería de la derecha se produce tratando de ocultar lo mal que le van las cosas a Calderón a un año y 10 meses de haber usurpado "legalmente" el poder. También tratando de ocultar la voz de la oposición, que es sobre todo obradorista (a estas alturas no se puede hablar de "voz perredista", pues los miembros de este partido están duramente escindidos entre la nomenklatura burocrática entreguista a la derecha, y los propiamente obradoristas, que se mantienen en la lucha). De El grito de los libres obradoristas en el Zócalo no hubo sino segundos de información que se extraviaron en las medias horas que la televisión y la radio le dedicaron a Calderón y su grito.
Tan mal le van las cosas a Calderón que a cada una de sus prédicas contra los crímenes que perpetran el narco y el crimen organizado, éstos le responden con matanzas estrambóticamente terribles, mostrando su falta de respeto no sólo a la sociedad sino al jefe de la administración pública, a quien irrespetan por la misma razón por la que se atreven a ejecutar sus atentados hacia todos lados: por la debilidad del actual ocupante de Los Pinos y porque sus arengas y palabras sólo son tomadas como bravatas sin contenido de verdaderas acciones punitivas contra ellos, los delincuentes. O sea, sus peroratas no van seguidas de acciones que las confirmen como verdaderas. No acababa de decir Calderón que los delincuentes violentos son "traidores a México" cuando se dieron múltiples asesinatos ya no se sabe si de narcos o de qué, ni contra qué o quiénes (de los últimos 24 asesinados en el estado de México, 18 o más eran albañiles, y no se sabe que la pala y la cuchara para mezcla de cemento puedan ser consideradas armas modernas del narco).
Una línea franca y cínica de desafíos es la que los violentos le han planteado a Calderón Hinojosa, quien no ha sabido formular una estrategia para combatirlos, y mucho menos ha podido instrumentar respuestas contundentes. Lo último fue el atentado en Morelia, capital de Michoacán, lugar del natalicio de Calderón, durante la celebración misma del Grito de Dolores, la noche del 15, donde con granadas de fragmentación, de uso del Ejército, fueron muertas ocho inocentes personas asistentes al festejo cívico, exactamente enfrente del Palacio de Gobierno michoacano. El gobernador Leonel Godoy, perredista-cuauhtemista, no tardó en señalar este atentado como "terrorista", aunque sin atreverse a ponerle apellido, ni de narcos o de guerrilleros. No cabe dudar que ésta fue otra provocación de los violentos contra el michoacano Calderón en su propia tierra natal.
Pero la lista de atentados y víctimas no se reduce a estos últimos muertos, sino que es ya muy larga, de más de seis mil ejecutados en estos dos primeros años sexenales, en las matazones entre bandas del crimen organizado. La inviabilidad del actual gobierno está cada vez más de manifiesto en estos hechos, en el aspecto seguridad de las personas.
Pero en los demás rubros las cosas están tan mal como las de la seguridad pública.
No hay tal empleo creciente. Se dice que quien se autonombró en campaña, Calderón, como el futuro "presidente del empleo" no ha pasado de ser el "presidente de los empleadores", el de los patrones a quienes, genuflexo, sirve y atiende, no así a los obreros o campesinos en lucha por sus justas demandas, a quienes desde las respectivas oficinas burocráticas desatiende o agrede, como los campesinos que luchan por la soberanía alimentaria, o como los mineros y los sobrecargos de aviación que combaten, en condiciones de desventaja sumas, para que no se atropellen su autonomía y libertad sindical.
El mismo que prometió en campaña que habría contención de precios, la escalada inflacionaria va en perpetuo e imparable ascenso, mientras por el lado salarial su bufonesco secretario del Trabajo, Javier Lozano, mantiene los absurdos topes salariales, con los cuales los trabajadores formales sólo pueden obtener los estratosféricos aumentos del 4.25% de incrementos salariales cada año, buenos en la imaginación calderonista para hacer vida de cresos y multimillonarios. Y cuando, en vez de crearse empleos, ya asciende a más del 50% de la población económicamente activa (PEA) el conjunto de los trabajadores informales o marginales. Y todavía hay plumíferos que tratan con respeto sumiso y servil al "presidente" Calderón.
Y así. Se trata de fiestas patrias canceradas por los desatinos y dislates de la política calderonista. La independencia no deja de ser para el pueblo, en su inmensa mayoría, la esperanza de una redención y una vida mejor. Pero en los hechos los calderonianos y la derecha sólo atinan a atropellar sus propias promesas de campaña, y convierten toda esperanza en desalentador fracaso.
En medio de la gritería destemplada de la derecha, se realizaron una vez más las fiestas septembrinas. Hubo dos gritos: el de los pocos que le van al espurio Felipe Calderón, realizado en el Zócalo en medio de medidas masivas de seguridad militar y policiaca para proteger quién sabe de qué amenazas populares al panista, y El grito de los libres, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, con el cobijo cálido de la gente del pueblo que acudió también al Zócalo, ambos en horarios con sólo una hora de diferencia (primero, el de AMLO, después el resguardadísimo de Calderón).
La gritería de la derecha se produce tratando de ocultar lo mal que le van las cosas a Calderón a un año y 10 meses de haber usurpado "legalmente" el poder. También tratando de ocultar la voz de la oposición, que es sobre todo obradorista (a estas alturas no se puede hablar de "voz perredista", pues los miembros de este partido están duramente escindidos entre la nomenklatura burocrática entreguista a la derecha, y los propiamente obradoristas, que se mantienen en la lucha). De El grito de los libres obradoristas en el Zócalo no hubo sino segundos de información que se extraviaron en las medias horas que la televisión y la radio le dedicaron a Calderón y su grito.
Tan mal le van las cosas a Calderón que a cada una de sus prédicas contra los crímenes que perpetran el narco y el crimen organizado, éstos le responden con matanzas estrambóticamente terribles, mostrando su falta de respeto no sólo a la sociedad sino al jefe de la administración pública, a quien irrespetan por la misma razón por la que se atreven a ejecutar sus atentados hacia todos lados: por la debilidad del actual ocupante de Los Pinos y porque sus arengas y palabras sólo son tomadas como bravatas sin contenido de verdaderas acciones punitivas contra ellos, los delincuentes. O sea, sus peroratas no van seguidas de acciones que las confirmen como verdaderas. No acababa de decir Calderón que los delincuentes violentos son "traidores a México" cuando se dieron múltiples asesinatos ya no se sabe si de narcos o de qué, ni contra qué o quiénes (de los últimos 24 asesinados en el estado de México, 18 o más eran albañiles, y no se sabe que la pala y la cuchara para mezcla de cemento puedan ser consideradas armas modernas del narco).
Una línea franca y cínica de desafíos es la que los violentos le han planteado a Calderón Hinojosa, quien no ha sabido formular una estrategia para combatirlos, y mucho menos ha podido instrumentar respuestas contundentes. Lo último fue el atentado en Morelia, capital de Michoacán, lugar del natalicio de Calderón, durante la celebración misma del Grito de Dolores, la noche del 15, donde con granadas de fragmentación, de uso del Ejército, fueron muertas ocho inocentes personas asistentes al festejo cívico, exactamente enfrente del Palacio de Gobierno michoacano. El gobernador Leonel Godoy, perredista-cuauhtemista, no tardó en señalar este atentado como "terrorista", aunque sin atreverse a ponerle apellido, ni de narcos o de guerrilleros. No cabe dudar que ésta fue otra provocación de los violentos contra el michoacano Calderón en su propia tierra natal.
Pero la lista de atentados y víctimas no se reduce a estos últimos muertos, sino que es ya muy larga, de más de seis mil ejecutados en estos dos primeros años sexenales, en las matazones entre bandas del crimen organizado. La inviabilidad del actual gobierno está cada vez más de manifiesto en estos hechos, en el aspecto seguridad de las personas.
Pero en los demás rubros las cosas están tan mal como las de la seguridad pública.
No hay tal empleo creciente. Se dice que quien se autonombró en campaña, Calderón, como el futuro "presidente del empleo" no ha pasado de ser el "presidente de los empleadores", el de los patrones a quienes, genuflexo, sirve y atiende, no así a los obreros o campesinos en lucha por sus justas demandas, a quienes desde las respectivas oficinas burocráticas desatiende o agrede, como los campesinos que luchan por la soberanía alimentaria, o como los mineros y los sobrecargos de aviación que combaten, en condiciones de desventaja sumas, para que no se atropellen su autonomía y libertad sindical.
El mismo que prometió en campaña que habría contención de precios, la escalada inflacionaria va en perpetuo e imparable ascenso, mientras por el lado salarial su bufonesco secretario del Trabajo, Javier Lozano, mantiene los absurdos topes salariales, con los cuales los trabajadores formales sólo pueden obtener los estratosféricos aumentos del 4.25% de incrementos salariales cada año, buenos en la imaginación calderonista para hacer vida de cresos y multimillonarios. Y cuando, en vez de crearse empleos, ya asciende a más del 50% de la población económicamente activa (PEA) el conjunto de los trabajadores informales o marginales. Y todavía hay plumíferos que tratan con respeto sumiso y servil al "presidente" Calderón.
Y así. Se trata de fiestas patrias canceradas por los desatinos y dislates de la política calderonista. La independencia no deja de ser para el pueblo, en su inmensa mayoría, la esperanza de una redención y una vida mejor. Pero en los hechos los calderonianos y la derecha sólo atinan a atropellar sus propias promesas de campaña, y convierten toda esperanza en desalentador fracaso.