No tienen llenadero
Indice Político
DOS BANCOS EXTRANJEROS se han encargado de saquear en las últimas horas las reservas internacionales del Banco de México. Ambos tienen sus matrices en España y son Santander y el Bilbao Vizcaya que aquí se conoce como Bancomer. No tienen llenadero…, y lo peor es que ni Agustín Casrtens ni Guillermo Ortiz les ponen freno.
Porque salen a subasta miles de millones de dólares, y en el acto los adquieren los santanderinos y los bilbaínos.
Ayer mismo, al inicio de la jornada, Banxico puso a disposición del mercado billetes verdes a 12 pesos con 70 centavos. De inmediato, las dos instituciones financieras de España las adquirieron y, con ello, provocaron que la divisa remontara los 13 pesos.
Sucederá igual hoy. También mañana.
Como en la oscura época colonial, los españoles se están llevando a su casa las cada vez más exiguas riquezas nacionales. Sucedió ya con los minerales preciosos que, de acuerdo al Archivo de Indias, representó entre 1503 y 1660, una extracción por unos 185 mil kilos de oro y unos 16 millones de kilos de plata.
Hoy no todo es oro. No todo es plata. También divisas. Más del 13 por ciento de las que el país tenía a inicios de este octubre de 2008.
Y mientras Guillermo Ortiz y Agustín Carstens siguen culpando a las empresas mexicanas de la devaluación de nuestra moneda en casi 18 por ciento en lo que va del mes. Nada han dicho de los dos bancos extranjeros.
Tal, empero, ya ha sido desmentido por economistas más serios y menos comprometidos con la nómina gubernamental: la caída de la moneda mexicana, si bien pudo exacerbarse por los derivados que tenían algunas compañías que cotizan en Bolsa, no tuvo su origen en esos instrumentos financieros.
El peso cayó, como cayeron otras monedas en América Latina, cual consecuencia de la aversión al riesgo que desató a inicios de mes la crisis financiera estadounidense y que provocó que muchos inversionistas que tenían depositadas sus inversiones o ahorros en México buscaran salir del país para ir a proteger sus capitales en instrumentos denominados en dólares o incluso en yenes, aunque en menor proporción. Eso fue lo que empezó a presionar el tipo de cambio.
De hecho el peso ya había registrado una fuerte depreciación para cuando las empresas mexicanas comenzaron a revelar que tenían posiciones en instrumentos derivados vinculados al tipo de cambio.
La devaluación de la moneda fue la que hizo que los instrumentos generaran pérdidas a las empresas, y no al revés como han venido mintiendo Carstens y Ortiz.
Y hoy, mientras Santander y Bilbao Vizcaya prácticamente asaltan las bóvedas del Banco de México, ambos personajes callan. Ya buscarán seguramente a quien echar la culpa –mexicanos, para no variar— en aras de proteger a los, para ellos, sacrosantos inversionistas extranjeros.
Salen y salen divisas del país. Y ello no contiene la caída de la moneda mexicana.
Los españoles no tienen llenadera.
Y los responsables de la política cambiaría no atinan a poner el freno.
¿Lo pondrán hasta que las reservas estén completamente vacías?
Tarde y mal. Para no variar.
DOS BANCOS EXTRANJEROS se han encargado de saquear en las últimas horas las reservas internacionales del Banco de México. Ambos tienen sus matrices en España y son Santander y el Bilbao Vizcaya que aquí se conoce como Bancomer. No tienen llenadero…, y lo peor es que ni Agustín Casrtens ni Guillermo Ortiz les ponen freno.
Porque salen a subasta miles de millones de dólares, y en el acto los adquieren los santanderinos y los bilbaínos.
Ayer mismo, al inicio de la jornada, Banxico puso a disposición del mercado billetes verdes a 12 pesos con 70 centavos. De inmediato, las dos instituciones financieras de España las adquirieron y, con ello, provocaron que la divisa remontara los 13 pesos.
Sucederá igual hoy. También mañana.
Como en la oscura época colonial, los españoles se están llevando a su casa las cada vez más exiguas riquezas nacionales. Sucedió ya con los minerales preciosos que, de acuerdo al Archivo de Indias, representó entre 1503 y 1660, una extracción por unos 185 mil kilos de oro y unos 16 millones de kilos de plata.
Hoy no todo es oro. No todo es plata. También divisas. Más del 13 por ciento de las que el país tenía a inicios de este octubre de 2008.
Y mientras Guillermo Ortiz y Agustín Carstens siguen culpando a las empresas mexicanas de la devaluación de nuestra moneda en casi 18 por ciento en lo que va del mes. Nada han dicho de los dos bancos extranjeros.
Tal, empero, ya ha sido desmentido por economistas más serios y menos comprometidos con la nómina gubernamental: la caída de la moneda mexicana, si bien pudo exacerbarse por los derivados que tenían algunas compañías que cotizan en Bolsa, no tuvo su origen en esos instrumentos financieros.
El peso cayó, como cayeron otras monedas en América Latina, cual consecuencia de la aversión al riesgo que desató a inicios de mes la crisis financiera estadounidense y que provocó que muchos inversionistas que tenían depositadas sus inversiones o ahorros en México buscaran salir del país para ir a proteger sus capitales en instrumentos denominados en dólares o incluso en yenes, aunque en menor proporción. Eso fue lo que empezó a presionar el tipo de cambio.
De hecho el peso ya había registrado una fuerte depreciación para cuando las empresas mexicanas comenzaron a revelar que tenían posiciones en instrumentos derivados vinculados al tipo de cambio.
La devaluación de la moneda fue la que hizo que los instrumentos generaran pérdidas a las empresas, y no al revés como han venido mintiendo Carstens y Ortiz.
Y hoy, mientras Santander y Bilbao Vizcaya prácticamente asaltan las bóvedas del Banco de México, ambos personajes callan. Ya buscarán seguramente a quien echar la culpa –mexicanos, para no variar— en aras de proteger a los, para ellos, sacrosantos inversionistas extranjeros.
Salen y salen divisas del país. Y ello no contiene la caída de la moneda mexicana.
Los españoles no tienen llenadera.
Y los responsables de la política cambiaría no atinan a poner el freno.
¿Lo pondrán hasta que las reservas estén completamente vacías?
Tarde y mal. Para no variar.