"Chiripazo" frente a la hecatombe

Francisco Rodríguez

DE PURITITA "CHIRIPA", no porque así lo hubiesen planeado, los dos mensajes que el señor Felipe Calderón recetó a la estimable audiencia en el transcurso de la semana que ayer terminó fueron vespertinos. De haber sido transmitidos "en cadena nacional" cuando los mercados aún estaban abiertos, el desplome financiero y económico habría sido aún mayor, cual en Estados Unidos les sucedió con los mensajes de Bush y de sus colaboradores Paulson y Bernake.

Y se hubiera derrumbado todavía más los mercados, porque las recetas "antigripales" (jejeje) presentadas por el ocupante de Los Pinos casi equivalen a un helado de vainilla para aliviar la tos.

Ya desde febrero, cuando la hecatombe se veía llegar, voces del sector privado advertían que la Administración (otra vez, jejeje) del michoacano carecía de un plan anticíclico para reducir el impacto de la recesión económica en Estados Unidos.

Que, también de "chiripa" ha venido aprovechado la mini-reforma fiscal, la coyuntura energética con altos precios de petróleo y las inversiones del programa de infraestructura, para hacer creer que se encuentra preparado para enfrentar la crisis.

Y, peor todavía, que utilizar esos programas estructurales como anticíclicos provoca más daños que beneficios. Una política fiscal contracíclica se concibe como un cambio a la baja en el balance público, ya sea a través de mayor gasto o menores impuestos. Ninguna de las dos se adoptó.

Corrieron los meses, y las advertencias continuaron. En la Administración, mientras tanto, lo único que se hacía eran ajustes en el equipo. Echar del gabinete al heredado Sojo, para hacer llegar al cercanísimo Ruiz Mateos. Otro faux pas equivalente a salir de Guatemala para sólo llegar a Guatepeor.

Finalmente y, tras haber hecho el papelón en Nueva York –recuerde: el campanazo en el edificio del Stock Exchange, las burlonas referencias a la pulmonía estadounidense y el resfrío mexicano, y el "clavado" al lado de la cantante Shakira--, el señor Calderón hubo de admitir los nocivos efectos de la crisis. Felizmente, aunque haya sido después de que el peso se ahogara en el tsunami verde de la fuga de capitales hacia las matrices de los bancos en Nueva York, Canadá y España.

Vaya sin ánimo de polarizar –aún más--, pero lo dibujado por el señor Calderón en los últimos días se lo han venido exigiendo no sólo los capitostes financieros y empresariales a partir del inicio de 2008, también su principal opositor, el señor Andrés Manuel López Obrador, desde hace ya 14 meses.

Pero, amén de tarde, la Administración ha actuado fragmentariamente. No sólo no reduce ni devuelve impuestos, cual ya lo han empezado a hacer economías más sólidas –es un decir--, tampoco ha entrado de lleno a una reducción al gasto superfluo del gobierno federal, que AMLO y sus asesores calculan debe ser del orden de 200 mil millones de pesos para que, sumada esa cantidad a una similar proveniente de los excedentes petroleros, el país cuente con una bolsa de 400 mil millones para financiar proyectos de alto impacto, mejorar el nivel de empleo, la competitividad y atemperar la crisis social y el clima de inseguridad.

Tarde y mal. Para no variar.