Pasos en la azotea de la nación y del panismo calderonista
Alvaro Cepeda Neri
¿Cuáles son los detonadores de una crisis general, que obligan a las élites políticas y económicas (gobernantes y dueños del dinero) a tomar decisiones de fondo para evitar que la crisis salga de control y resolverla? Sobre la marcha de la crisis es mucho muy difícil lograr precisar esos catalizadores.
Y las experiencias históricas, si bien nos ilustran, lo cierto es que los fenómenos del pasado no se repiten y las causas de que estallaran o que sirvieron para resolverlas a tiempo, no son las mismas en cada etapa de la vida de una sociedad en un país y dentro de su Estado, como pasa actualmente en el contexto mexicano.
Tras dos años del PAN y del calderonismo en la conducción presidencial (la Presidencia sigue siendo el centro de gravedad político y económico de nuestro régimen sexenal), las cosas del país van mal. Políticamente existe un relajamiento en las conductas de todos sus gobernantes; cada uno lleva direcciones contrarias entre sí por la disputa del control político.
Han llegado a ponerse por encima de los límites constitucionales. Los partidos (sobre todo el PRD, el PAN y el PRI) atraviesan desgastes de credibilidad y los ciudadanos, atrapados entre salvar sus vidas y tranquilidad por las embestidas sangrientas de las delincuencias, empiezan a perder la confianza en las elecciones.
Económicamente vamos a pique. Según el análisis más objetivo y verídico, el de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), México ocupa el último lugar de los 20 países del continente, en cuanto a su posible crecimiento económico y si bien nos va alcanzaremos un dos por ciento.
El alza de los precios en alimentos ha generado mayor empobrecimiento. No solamente no hay nuevos empleos, sino que están despidiendo trabajadores en todos los sectores. El análisis de la CEPAL (El Financiero: 28/VIII/08) arroja un negro presente para los mexicanos, quienes ya están sufriendo las consecuencias de las malas políticas públicas.
Y es que no hay estrategia del calderonismo. En política llevan titubeos y desaciertos. En economía, la pavorosa inseguridad hizo que los inversionistas sacaran ya más de 40 mil millones de dólares y estrangularon la de por sí raquítica producción. El mercado estadounidense, por sus problemas coyunturales, redujo drásticamente las compras a México. Estas fuerzas internas y externas están precipitando la crisis general que tenemos encima.
Por lo que en la azotea de Los Pinos y del calderonismo se escuchan pasos del malestar social. La inseguridad y el desafío del hampa a las instituciones, con todo y la desesperada acción militar sustituyendo a una policía corrupta, ya pusieron contra la pared a la élite gobernante. Es hora de enfrentar la situación con un gobierno federal de coalición con, al menos, las fuerzas dispuestas a contribuir en la toma de decisiones. De lo contrario, los pasos en la azotea se convertirán en un estallido social por hambre, desempleo y poner a salvo de secuestros y homicidios, la vida individual y colectiva de la nación.
¿Cuáles son los detonadores de una crisis general, que obligan a las élites políticas y económicas (gobernantes y dueños del dinero) a tomar decisiones de fondo para evitar que la crisis salga de control y resolverla? Sobre la marcha de la crisis es mucho muy difícil lograr precisar esos catalizadores.
Y las experiencias históricas, si bien nos ilustran, lo cierto es que los fenómenos del pasado no se repiten y las causas de que estallaran o que sirvieron para resolverlas a tiempo, no son las mismas en cada etapa de la vida de una sociedad en un país y dentro de su Estado, como pasa actualmente en el contexto mexicano.
Tras dos años del PAN y del calderonismo en la conducción presidencial (la Presidencia sigue siendo el centro de gravedad político y económico de nuestro régimen sexenal), las cosas del país van mal. Políticamente existe un relajamiento en las conductas de todos sus gobernantes; cada uno lleva direcciones contrarias entre sí por la disputa del control político.
Han llegado a ponerse por encima de los límites constitucionales. Los partidos (sobre todo el PRD, el PAN y el PRI) atraviesan desgastes de credibilidad y los ciudadanos, atrapados entre salvar sus vidas y tranquilidad por las embestidas sangrientas de las delincuencias, empiezan a perder la confianza en las elecciones.
Económicamente vamos a pique. Según el análisis más objetivo y verídico, el de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), México ocupa el último lugar de los 20 países del continente, en cuanto a su posible crecimiento económico y si bien nos va alcanzaremos un dos por ciento.
El alza de los precios en alimentos ha generado mayor empobrecimiento. No solamente no hay nuevos empleos, sino que están despidiendo trabajadores en todos los sectores. El análisis de la CEPAL (El Financiero: 28/VIII/08) arroja un negro presente para los mexicanos, quienes ya están sufriendo las consecuencias de las malas políticas públicas.
Y es que no hay estrategia del calderonismo. En política llevan titubeos y desaciertos. En economía, la pavorosa inseguridad hizo que los inversionistas sacaran ya más de 40 mil millones de dólares y estrangularon la de por sí raquítica producción. El mercado estadounidense, por sus problemas coyunturales, redujo drásticamente las compras a México. Estas fuerzas internas y externas están precipitando la crisis general que tenemos encima.
Por lo que en la azotea de Los Pinos y del calderonismo se escuchan pasos del malestar social. La inseguridad y el desafío del hampa a las instituciones, con todo y la desesperada acción militar sustituyendo a una policía corrupta, ya pusieron contra la pared a la élite gobernante. Es hora de enfrentar la situación con un gobierno federal de coalición con, al menos, las fuerzas dispuestas a contribuir en la toma de decisiones. De lo contrario, los pasos en la azotea se convertirán en un estallido social por hambre, desempleo y poner a salvo de secuestros y homicidios, la vida individual y colectiva de la nación.