Germán enterró la contrarreforma de Calderón
Alvaro Cepeda Neri
Cuando ya Calderón (y su equipo del primer círculo: Mouriño, Nava, Cortázar, Ruiz Mateos, Alejandra Sota...y Margarita Zavala) se habían quitado de encima a Manuel Espino (éste sorprendido con copas de más, detenido y dejado en libertad sin pagar multa alguna por su socio Bours, allá en Hermosillo, Sonora) los del PAN aceptaron con porras la orden del inquilino de Los Pinos para que Germán Martínez Cázares, apenas desempacado en la secretaría de la Función Pública, fuera el relevo en la presidencia nacional del PAN, ya que reunía todos los requisitos: inteligente, ideólogo, conservador, “leído y escribido”, probado calderonista, entrón y etcétera.
Además: michoacano, dirigente de la Fundación (de inspiración en el derecho natural) de “Rafael Preciado Hernández”. Ex diputado federal “pluri”. Discípulo de Carlos Castillo Peraza y, dicen, muy enterado en temas doctrinales panistas y tanto que coordinó la última edición de los principios panistas. Se fue a España, a la Universidad Complutense, donde obtuvo el doctorado en derecho constitucional. Y adorna, además, su despacho de estudio, con diplomas, como el que lo acredita con maestría en ciencias políticas.
Fue representante ante el IFE y ya para ingresar al equipo calderonista, era secretario de estudios del Comité Ejecutivo del PAN, sin mucho trabajo porque Espino era y es cabeza dura.
Con esos títulos y cualidades, su designación en la dirigencia nacional de Acción Nacional, despertó esperanzas renovadoras entre los militantes tras el pragmatismo enfermizo de Espino. Cuentan que hizo gestiones para conocer a un conocidísimo y célebre escritor y éste como que no quedó muy convencido de las virtudes de Martínez Cázares. Diputado “pluri”, luego lo fue con todas las de la ley. Era, pues, el hombre y hasta uno de los candidatos a la sucesión... si el PAN repite por tercera vez. La verdad es que Germán (como ahora su adversario Mouriño) como que no ha dado el ancho.
Y si el perredista Carlos Navarrete se ufanaba de que la propuesta calderonista ya estaba muerta, en vísperas de las jornadas para discutir qué hacer con PEMEX, la intervención del presidente del PAN, en el acto inaugural, la hizo de sepulturero. La enterró. En lugar de llegar propositivo, se puso los guantes y tiró golpes a diestra y siniestra.
No descontó a nadie, porque como el mal boxeador, telegrafiaba, fintaba, corría por el ring, brincaba y corría ante la mirada de los asistentes que lo dejaron descalificar a medio mundo y echarle guayabazos a Calderón, alegando que los allí reunidos estaban molestos por la victoria pírrica de las elecciones presidenciales, donde Calderón triunfó pero no convenció. Germán perdió la oportunidad. Desolado, aguantó dos horas y se fue, sin saber que su papel era el de un político. Con Germán ya van dos calderonistas (más Mouriño) con Ramírez Acuña, que probaron no estar a la altura de las necesidades calderonistas.
Cuando ya Calderón (y su equipo del primer círculo: Mouriño, Nava, Cortázar, Ruiz Mateos, Alejandra Sota...y Margarita Zavala) se habían quitado de encima a Manuel Espino (éste sorprendido con copas de más, detenido y dejado en libertad sin pagar multa alguna por su socio Bours, allá en Hermosillo, Sonora) los del PAN aceptaron con porras la orden del inquilino de Los Pinos para que Germán Martínez Cázares, apenas desempacado en la secretaría de la Función Pública, fuera el relevo en la presidencia nacional del PAN, ya que reunía todos los requisitos: inteligente, ideólogo, conservador, “leído y escribido”, probado calderonista, entrón y etcétera.
Además: michoacano, dirigente de la Fundación (de inspiración en el derecho natural) de “Rafael Preciado Hernández”. Ex diputado federal “pluri”. Discípulo de Carlos Castillo Peraza y, dicen, muy enterado en temas doctrinales panistas y tanto que coordinó la última edición de los principios panistas. Se fue a España, a la Universidad Complutense, donde obtuvo el doctorado en derecho constitucional. Y adorna, además, su despacho de estudio, con diplomas, como el que lo acredita con maestría en ciencias políticas.
Fue representante ante el IFE y ya para ingresar al equipo calderonista, era secretario de estudios del Comité Ejecutivo del PAN, sin mucho trabajo porque Espino era y es cabeza dura.
Con esos títulos y cualidades, su designación en la dirigencia nacional de Acción Nacional, despertó esperanzas renovadoras entre los militantes tras el pragmatismo enfermizo de Espino. Cuentan que hizo gestiones para conocer a un conocidísimo y célebre escritor y éste como que no quedó muy convencido de las virtudes de Martínez Cázares. Diputado “pluri”, luego lo fue con todas las de la ley. Era, pues, el hombre y hasta uno de los candidatos a la sucesión... si el PAN repite por tercera vez. La verdad es que Germán (como ahora su adversario Mouriño) como que no ha dado el ancho.
Y si el perredista Carlos Navarrete se ufanaba de que la propuesta calderonista ya estaba muerta, en vísperas de las jornadas para discutir qué hacer con PEMEX, la intervención del presidente del PAN, en el acto inaugural, la hizo de sepulturero. La enterró. En lugar de llegar propositivo, se puso los guantes y tiró golpes a diestra y siniestra.
No descontó a nadie, porque como el mal boxeador, telegrafiaba, fintaba, corría por el ring, brincaba y corría ante la mirada de los asistentes que lo dejaron descalificar a medio mundo y echarle guayabazos a Calderón, alegando que los allí reunidos estaban molestos por la victoria pírrica de las elecciones presidenciales, donde Calderón triunfó pero no convenció. Germán perdió la oportunidad. Desolado, aguantó dos horas y se fue, sin saber que su papel era el de un político. Con Germán ya van dos calderonistas (más Mouriño) con Ramírez Acuña, que probaron no estar a la altura de las necesidades calderonistas.