Con las manos limpias
Revista Siempre
...Y creyó que la luna era queso, refiriéndose en su confusión a una luna que lo deslumbraba en el cielo. Eso es lo que por falta de experiencia, de conocimiento de la vida pública, pero sobre todo de un sentido moral que debe estar arraigado de servidor público, están experimentando decenas de funcionarios panistas, que confunden el poder con la oportunidad de hacer negocios. Y así se declaran ¡con las manos limpias!
El caso más connotado y que ya debería haberse resuelto, por la energía del Presidente de la República o por la vergüenza del titular del escándalo, es el tema Juan Camilo Mouriño, que simplemente dada su edad y sus deficiencias experimentales, creyó que la luna era queso.
Al Presidente le ha faltado también mucho de sentido de servicio público para tener la entereza para decapitar al más valioso, según él, de sus colaboradores. Se equivoca el Presidente, pues no hay un hombre de tan alto valor en su gabinete.
López Portillo fue capaz de sacrificar al más brillante de los secretarios de Gobernación de los últimos tiempos, Reyes Heroles, como fue capaz de sacrificar a Santiago Roel, de Relaciones Exteriores, un amigo íntimo y un buen abogado a quien tanto estimaba desde la facultad. Zedillo despidió al “doctor” Alzati de la SEP, al saberse que no poseía tal grado académico. Estos actos de rigor político son la respuesta a una actitud y que así debe verse: a una traición.
El joven Mouriño se aferra a su puesto dando muestras cada día más de su inmadurez, de su egoísmo y de su deslealtad, esta última expresada en dos vertientes: traicionar a su jefe haciendo negocios a la sombra de sus puestos y ahora al no tener los tamaños para habiendo ya reconocido su error, retirarse por el menos vergonzoso de los caminos: el que escogió Gutiérrez Barrios al ser despedido, también por desleal del puesto de secretario de Gobernación, pidiendo la gracia de ser él quien renunciara y no fuera defenestrado.
Ahí está el caso de Fox que teniendo elementos probatorios en sus manos de la delincuencia, deshonestidad e ineptitud de tantos y tantos funcionarios, parientes, su esposa, o gobernadores panistas, decidió que no era posible que el primer presidente de origen panista, echara por la ventana a la primera camada de ladrones de ese partido.
Si fuera reportero o investigador en vez de aficionado, montaría un proyecto para desenmascarar a las decenas de panistas que medran, ayudan a medrar o disimulan el hecho a favor de copartidistas. ¡¡Manos limpias!! Proclamaban de esta manera su virtud.
Esta es la luna y el queso de ciertos regidores, presidentes municipales, gobernadores y miembros del gobierno federal y no pasa nada, que no sea la fábrica de millonarios que sigue trabajando y la degradación de la imagen del Presidente de la República por su debilidad, y la extinción, para lo que fuera del joven Juan Camilo. Qué impide poner en limpio el juego, así los sacrificados sea del partido que fueran.
La ética pública es la virtud de la moral y las buenas costumbres que trata de la bondad en las relaciones humanas; pero como al fin las relaciones humanas tienen siempre una relación con el deber, éste se convierte en el sujeto de la ética. La sujeción al deber. ¡¡Qué lejos estamos del pueblo donde era cierto que la luna era queso!!
...Y creyó que la luna era queso, refiriéndose en su confusión a una luna que lo deslumbraba en el cielo. Eso es lo que por falta de experiencia, de conocimiento de la vida pública, pero sobre todo de un sentido moral que debe estar arraigado de servidor público, están experimentando decenas de funcionarios panistas, que confunden el poder con la oportunidad de hacer negocios. Y así se declaran ¡con las manos limpias!
El caso más connotado y que ya debería haberse resuelto, por la energía del Presidente de la República o por la vergüenza del titular del escándalo, es el tema Juan Camilo Mouriño, que simplemente dada su edad y sus deficiencias experimentales, creyó que la luna era queso.
Al Presidente le ha faltado también mucho de sentido de servicio público para tener la entereza para decapitar al más valioso, según él, de sus colaboradores. Se equivoca el Presidente, pues no hay un hombre de tan alto valor en su gabinete.
López Portillo fue capaz de sacrificar al más brillante de los secretarios de Gobernación de los últimos tiempos, Reyes Heroles, como fue capaz de sacrificar a Santiago Roel, de Relaciones Exteriores, un amigo íntimo y un buen abogado a quien tanto estimaba desde la facultad. Zedillo despidió al “doctor” Alzati de la SEP, al saberse que no poseía tal grado académico. Estos actos de rigor político son la respuesta a una actitud y que así debe verse: a una traición.
El joven Mouriño se aferra a su puesto dando muestras cada día más de su inmadurez, de su egoísmo y de su deslealtad, esta última expresada en dos vertientes: traicionar a su jefe haciendo negocios a la sombra de sus puestos y ahora al no tener los tamaños para habiendo ya reconocido su error, retirarse por el menos vergonzoso de los caminos: el que escogió Gutiérrez Barrios al ser despedido, también por desleal del puesto de secretario de Gobernación, pidiendo la gracia de ser él quien renunciara y no fuera defenestrado.
Ahí está el caso de Fox que teniendo elementos probatorios en sus manos de la delincuencia, deshonestidad e ineptitud de tantos y tantos funcionarios, parientes, su esposa, o gobernadores panistas, decidió que no era posible que el primer presidente de origen panista, echara por la ventana a la primera camada de ladrones de ese partido.
Si fuera reportero o investigador en vez de aficionado, montaría un proyecto para desenmascarar a las decenas de panistas que medran, ayudan a medrar o disimulan el hecho a favor de copartidistas. ¡¡Manos limpias!! Proclamaban de esta manera su virtud.
Esta es la luna y el queso de ciertos regidores, presidentes municipales, gobernadores y miembros del gobierno federal y no pasa nada, que no sea la fábrica de millonarios que sigue trabajando y la degradación de la imagen del Presidente de la República por su debilidad, y la extinción, para lo que fuera del joven Juan Camilo. Qué impide poner en limpio el juego, así los sacrificados sea del partido que fueran.
La ética pública es la virtud de la moral y las buenas costumbres que trata de la bondad en las relaciones humanas; pero como al fin las relaciones humanas tienen siempre una relación con el deber, éste se convierte en el sujeto de la ética. La sujeción al deber. ¡¡Qué lejos estamos del pueblo donde era cierto que la luna era queso!!