Calderón, cuentacuentos
La Jornada
■ Inventario de promesas del régimen
Tal cual hizo cuando promovía su “reforma” fiscal en 2007 –la del gasolinazo y el IETU, cuya paternidad el inquilino de Los Pinos una y otra vez se negó a asumir–, Felipe Calderón ahora promete el oro y el moro si le aprueban la iniciativa que en materia petrolera recién envió al Congreso.
Antes como ahora, el michoacano fundamenta su oferta en uno de los cuentos que más le caló cuando niño y de los pocos que retuvo como escolapio: el de la lechera y, como tiempo atrás señalamos en este espacio, su oferta no se limita a “leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero” (Félix María de Samaniego dixit), sino a un futuro venturoso, así sea propagandístico, para todo aquel que dócilmente le dé la razón.
En tiempos promocionales de la “reforma” fiscal, el inagotable inventario de beneficios ofrecidos, vía micrófono, por Calderón (que, una vez aprobada tal iniciativa por el Congreso, de inmediato desapareció del discurso oficial) incluía, sin ser exhaustiva la relación, lo siguiente, con sólo uno por ciento adicional del PIB que, estimó, se obtendría con iniciativa:
“Generación de empleo; incremento de la inversión, nacional y extranjera; pagar la deuda social; distribuir la riqueza y el ingreso; fomentar las exportaciones; finanzas públicas mucho menos dependientes de los recursos petroleros; combatir la pobreza; justicia social, desarrollo y crecimiento económicos; infraestructura social, económica, de comunicaciones, salud, educación, drenaje, agua potable; incremento sostenido de la competitividad y la productividad; recursos suficientes para escuelas y hospitales,; acabar con los privilegios en el sistema tributario; fondos para el estado de México y el Distrito Federal, ídem para todos las entidades de la República; tren suburbano en la zona metropolitana que la colocará a la altura de las urbes más modernas del mundo; más obras de infraestructura en el valle de México; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria, supercarreteras; servicios más elementales para la población; disminuir la brecha de la desigualdad, superar lacerantes rezagos; liberar recursos públicos para programas sociales; construir un México más justo, un México mejor; solidaridad entre las mexicanas y los mexicanos; trabajar en favor de los que menos tienen; transformar sustancialmente la lucha contra la pobreza y la desigualdad; acelerar el paso en el compromiso que todos tenemos por la justicia, porque no hay calidad sin justicia; disminuir las diferencias que separan a México; cerrar de una vez la brecha de México con ese México agraviado, con ese México olvidado, con ese México de la pobreza que marca toda la geografía nacional; construir el México unido que todos queremos; transparencia y eficiencia en el gasto público; incremento sostenido del gasto público destinado al campo…” más lo que acumuló en subsecuentes discursos, hasta que el Congreso, con modificaciones, le obsequió el sí.
Una vez aprobado el “reformón” calderonista, lo que se ha registrado es mayor desempleo, aumento de la deuda social, mayor concentración de la riqueza y el ingreso y, para resumir, exactamente lo contrario de lo que el cuento de la lechera michoacana prometió, incluyendo alzas en las tarifas eléctricas, más injustas para la población y menos competitivas para el grueso de la industria.
Pues bien, ahora viene el cuento de la lechera II (lo único que cambia es el tema de la “reforma”), por el asunto de la iniciativa petrolera, “que no es de corto plazo o coyuntura, sino de largo aliento”, según su definición. Reunido en el club de industriales, con la lechera a su diestra compartiendo el pan y la sal, el inquilino de Los Pinos no sólo pidió el “el respaldo del Congreso y de los demás sectores, políticos y sociales, del país”, sino que comenzó a prometer: “si se aprueba, es factible y, lo aseguro, garantizar enterrar la pobreza extrema y garantizarle a cada joven mexicano un lugar en la universidad, de manera que no haya un solo mexicano que no curse una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades; se podría captar, a través de Pemex, uno por ciento del producto interno bruto adicional por año; a partir de 2011 o 2012 México podría recibir un promedio de 150 mil millones de pesos anuales…”, y contando.
En los días que siguen, el inquilino de Los Pinos incorporará lo ya prometido en tiempos de la “reforma” fiscal, más lo que se le vaya ocurriendo, y todo será realizable, según dice, con un sólo punto del PIB, con una iniciativa que, asegura, “evita lastimar la sensibilidad de muchos mexicanos” y “no tiene aristas que generen grandes controversias”, lo que está fehacientemente comprobado.
Como es una práctica democrática, no existe problema si en el inventario de promesas calderonistas no aparece alguna que a usted, lector, le interese en particular. Colabore con la causa: si tiene un sueño irrealizado o húmedo; un pendiente con su vecino; lo persiguen del banco; debe la casa, el coche, la colegiatura o el recibo de la luz; el salario o la pensión se le acaba 5 minutos después de haberlo cobrado; no le alcanza para comer; es desempleado o tantas otras cosas, no se preocupe: escríbale al inquilino de Los Pinos (http://contacto.presidencia.gob.mx/Peticiones/indexn.php), y solicítele que añada su petición, sueño, carencia o urgencia al inventario del cuento de la lechera michoacana, y asunto resuelto. Y si no entra en esta iniciativa de “reforma”, tranquilo: otras están en el horno.
Las rebanadas del pastel
Unos cuentan cuentos (Calderón el de la lechera; Mouriño el de las acciones; Kessel el de los juegos, y Javier Lozano el de yo no fui, sólo por citar algunos ejemplos), y otros cuentan chistes, como el coordinador de los diputados priístas, Emilio Gamboa. El de ayer: “no existe ninguna alianza entre el PRI y el PAN en materia energética”…. Y en medio de tanto cuento, uno que no lo es y si lo fuera sería de terror: el próximo aumento al precio de la tortilla, anunciado por la propia Secretaría de Economía.
■ Inventario de promesas del régimen
Tal cual hizo cuando promovía su “reforma” fiscal en 2007 –la del gasolinazo y el IETU, cuya paternidad el inquilino de Los Pinos una y otra vez se negó a asumir–, Felipe Calderón ahora promete el oro y el moro si le aprueban la iniciativa que en materia petrolera recién envió al Congreso.
Antes como ahora, el michoacano fundamenta su oferta en uno de los cuentos que más le caló cuando niño y de los pocos que retuvo como escolapio: el de la lechera y, como tiempo atrás señalamos en este espacio, su oferta no se limita a “leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero” (Félix María de Samaniego dixit), sino a un futuro venturoso, así sea propagandístico, para todo aquel que dócilmente le dé la razón.
En tiempos promocionales de la “reforma” fiscal, el inagotable inventario de beneficios ofrecidos, vía micrófono, por Calderón (que, una vez aprobada tal iniciativa por el Congreso, de inmediato desapareció del discurso oficial) incluía, sin ser exhaustiva la relación, lo siguiente, con sólo uno por ciento adicional del PIB que, estimó, se obtendría con iniciativa:
“Generación de empleo; incremento de la inversión, nacional y extranjera; pagar la deuda social; distribuir la riqueza y el ingreso; fomentar las exportaciones; finanzas públicas mucho menos dependientes de los recursos petroleros; combatir la pobreza; justicia social, desarrollo y crecimiento económicos; infraestructura social, económica, de comunicaciones, salud, educación, drenaje, agua potable; incremento sostenido de la competitividad y la productividad; recursos suficientes para escuelas y hospitales,; acabar con los privilegios en el sistema tributario; fondos para el estado de México y el Distrito Federal, ídem para todos las entidades de la República; tren suburbano en la zona metropolitana que la colocará a la altura de las urbes más modernas del mundo; más obras de infraestructura en el valle de México; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria, supercarreteras; servicios más elementales para la población; disminuir la brecha de la desigualdad, superar lacerantes rezagos; liberar recursos públicos para programas sociales; construir un México más justo, un México mejor; solidaridad entre las mexicanas y los mexicanos; trabajar en favor de los que menos tienen; transformar sustancialmente la lucha contra la pobreza y la desigualdad; acelerar el paso en el compromiso que todos tenemos por la justicia, porque no hay calidad sin justicia; disminuir las diferencias que separan a México; cerrar de una vez la brecha de México con ese México agraviado, con ese México olvidado, con ese México de la pobreza que marca toda la geografía nacional; construir el México unido que todos queremos; transparencia y eficiencia en el gasto público; incremento sostenido del gasto público destinado al campo…” más lo que acumuló en subsecuentes discursos, hasta que el Congreso, con modificaciones, le obsequió el sí.
Una vez aprobado el “reformón” calderonista, lo que se ha registrado es mayor desempleo, aumento de la deuda social, mayor concentración de la riqueza y el ingreso y, para resumir, exactamente lo contrario de lo que el cuento de la lechera michoacana prometió, incluyendo alzas en las tarifas eléctricas, más injustas para la población y menos competitivas para el grueso de la industria.
Pues bien, ahora viene el cuento de la lechera II (lo único que cambia es el tema de la “reforma”), por el asunto de la iniciativa petrolera, “que no es de corto plazo o coyuntura, sino de largo aliento”, según su definición. Reunido en el club de industriales, con la lechera a su diestra compartiendo el pan y la sal, el inquilino de Los Pinos no sólo pidió el “el respaldo del Congreso y de los demás sectores, políticos y sociales, del país”, sino que comenzó a prometer: “si se aprueba, es factible y, lo aseguro, garantizar enterrar la pobreza extrema y garantizarle a cada joven mexicano un lugar en la universidad, de manera que no haya un solo mexicano que no curse una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades; se podría captar, a través de Pemex, uno por ciento del producto interno bruto adicional por año; a partir de 2011 o 2012 México podría recibir un promedio de 150 mil millones de pesos anuales…”, y contando.
En los días que siguen, el inquilino de Los Pinos incorporará lo ya prometido en tiempos de la “reforma” fiscal, más lo que se le vaya ocurriendo, y todo será realizable, según dice, con un sólo punto del PIB, con una iniciativa que, asegura, “evita lastimar la sensibilidad de muchos mexicanos” y “no tiene aristas que generen grandes controversias”, lo que está fehacientemente comprobado.
Como es una práctica democrática, no existe problema si en el inventario de promesas calderonistas no aparece alguna que a usted, lector, le interese en particular. Colabore con la causa: si tiene un sueño irrealizado o húmedo; un pendiente con su vecino; lo persiguen del banco; debe la casa, el coche, la colegiatura o el recibo de la luz; el salario o la pensión se le acaba 5 minutos después de haberlo cobrado; no le alcanza para comer; es desempleado o tantas otras cosas, no se preocupe: escríbale al inquilino de Los Pinos (http://contacto.presidencia.gob.mx/Peticiones/indexn.php), y solicítele que añada su petición, sueño, carencia o urgencia al inventario del cuento de la lechera michoacana, y asunto resuelto. Y si no entra en esta iniciativa de “reforma”, tranquilo: otras están en el horno.
Las rebanadas del pastel
Unos cuentan cuentos (Calderón el de la lechera; Mouriño el de las acciones; Kessel el de los juegos, y Javier Lozano el de yo no fui, sólo por citar algunos ejemplos), y otros cuentan chistes, como el coordinador de los diputados priístas, Emilio Gamboa. El de ayer: “no existe ninguna alianza entre el PRI y el PAN en materia energética”…. Y en medio de tanto cuento, uno que no lo es y si lo fuera sería de terror: el próximo aumento al precio de la tortilla, anunciado por la propia Secretaría de Economía.