Ética, Legalidad y Cinismo
La Opinion
* Los mexicanos ya tocamos fondo.
* El fondo del cinismo político.
Camilo Mouriño aceptó públicamente que los convenios de prestación de servicios que PEMEX celebró con Transportes Especializados Ivancar fueron firmados por él, y argumentó que tal acción cabía dentro de la legalidad y la ética.
¿A qué ética se refiere el hijo putativo de Felipe Calderón? ¿A qué componendas casuísticas se refiere Mouriño, para que su comportamiento se ajuste a la exigencia ética que le impone la sociedad a un funcionario público?
Seguramente a las mismas componendas que han sustentado la arraigada corrupción que ha distinguido a los regímenes revolucionarios y post revolucionarios.
Seguramente a las mismas componendas que se derivan de esa acomodaticia concepción de legalidad que tiene la clase política.
Los políticos se apoyan en los vacíos, en los faltantes y en las inconsistencias de la Constitución y de nuestras regulaciones para disfrazar sus crímenes, su inmoralidad, su falta de solidaridad con la sociedad que los encumbró en el poder.
Donde no hay faltantes es en el discurso tranquilizador de sus conciencias públicas, en la verborrea que asiste a “nuestros servidores” en su pertinente retórica que los deslinda de cualquier acusación de corrupción.
Pero dudo que la dinámica legislativa alcance a la creatividad de la corrupción pública; mientras que “el bien común no sea el principio y el fin ético de quien detenta el poder político”.
Es en ese sentido que no dudamos que el enriquecimiento acelerado de la familia del Secretario de Gobernación sea “legal”; no cuestionamos que “sean permitidos” los contratazos de obra pública que recibió, en enero del 2008, la compañía del “suegrazo”, superiores en dinero a todo lo que obtuvo el año pasado; no dudamos que una comisión investigadora “no encuentre pruebas” que inculpen jurídicamente al Delfín”.
Pero en lo que tampoco dudamos es en la ausencia de ética política en las acciones de Mouriño.
¿A qué ética se refiere? (aludiendo a que hay muchas), me preguntó el sábado un distinguido abogado. A la ética que nos dice que el enriquecimiento público es doblemente inmoral en un país con 50 millones de pobres; a la ética que necesitamos para lograr una gobernabilidad, que nos permita avanzar hacia mejores estadíos de bienestar social.
* Los mexicanos ya tocamos fondo.
* El fondo del cinismo político.
Camilo Mouriño aceptó públicamente que los convenios de prestación de servicios que PEMEX celebró con Transportes Especializados Ivancar fueron firmados por él, y argumentó que tal acción cabía dentro de la legalidad y la ética.
¿A qué ética se refiere el hijo putativo de Felipe Calderón? ¿A qué componendas casuísticas se refiere Mouriño, para que su comportamiento se ajuste a la exigencia ética que le impone la sociedad a un funcionario público?
Seguramente a las mismas componendas que han sustentado la arraigada corrupción que ha distinguido a los regímenes revolucionarios y post revolucionarios.
Seguramente a las mismas componendas que se derivan de esa acomodaticia concepción de legalidad que tiene la clase política.
Los políticos se apoyan en los vacíos, en los faltantes y en las inconsistencias de la Constitución y de nuestras regulaciones para disfrazar sus crímenes, su inmoralidad, su falta de solidaridad con la sociedad que los encumbró en el poder.
Donde no hay faltantes es en el discurso tranquilizador de sus conciencias públicas, en la verborrea que asiste a “nuestros servidores” en su pertinente retórica que los deslinda de cualquier acusación de corrupción.
Pero dudo que la dinámica legislativa alcance a la creatividad de la corrupción pública; mientras que “el bien común no sea el principio y el fin ético de quien detenta el poder político”.
Es en ese sentido que no dudamos que el enriquecimiento acelerado de la familia del Secretario de Gobernación sea “legal”; no cuestionamos que “sean permitidos” los contratazos de obra pública que recibió, en enero del 2008, la compañía del “suegrazo”, superiores en dinero a todo lo que obtuvo el año pasado; no dudamos que una comisión investigadora “no encuentre pruebas” que inculpen jurídicamente al Delfín”.
Pero en lo que tampoco dudamos es en la ausencia de ética política en las acciones de Mouriño.
¿A qué ética se refiere? (aludiendo a que hay muchas), me preguntó el sábado un distinguido abogado. A la ética que nos dice que el enriquecimiento público es doblemente inmoral en un país con 50 millones de pobres; a la ética que necesitamos para lograr una gobernabilidad, que nos permita avanzar hacia mejores estadíos de bienestar social.