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viernes, 14 de marzo de 2008

“Sí, ¿y qué?”

La Jornada

En vísperas del 70 aniversario de la expropiación petrolera, el manejo oficial del caso Mouriño no deja lugar a dudas de que Felipe Calderón defiende a su colaborador y brazo derecho a fin de autoprotegerse al irse descubriendo los alcances de las redes de corrupción que se benefician ilegalmente de la privatización de la industria petrolera y de las cuales él aparece como el principal responsable.

1. La crisis política abierta en México por la publicación de las evidencias de los graves actos de corrupción cometidos por Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, se agrava todos los días no tan sólo por la aparición de nuevas informaciones, sino por el desprecio a la legalidad del país con el que están respondiendo Calderón y sus amigos.

2. El golpe al régimen de facto con las revelaciones es demoledor, pues Mouriño ha sido pieza clave de la mecánica calderonista y es irremplazable para el espurio, pues: a) en los negocios “privados” había venido fungiendo como su principal asociado, cómplice y encubridor, b) como su operador privado se había tornado en su alter ego y su mejor apoyo en las relaciones institucionales, c) como hijo del principal socio y prestanombres de Vicente Fox garantizaba la tregua y acomodo de los intereses de las mafias de Fox y de Calderón, d) en tanto que íntimo de Manlio Fabio Beltrones creaba condiciones inmejorables para los acuerdos PAN-PRI en el Congreso, y e) como hombre de confianza del PP neofranquista y de múltiples empresas españolas consolidaba vínculos entre las trasnacionales hispanas y los amigos de Calderón.

3. Felipe Calderón tenía varias opciones para enfrentar el affaire Mouriño y escogió la peor: la que lo incrimina a él también, y de manera abierta, asumiéndose como encubridor y cómplice. La defensa a ultranza de un individuo que ante los mexicanos es mediocre, extranjero y corrupto no ha hecho otra cosa que mostrar la dependencia extrema de Calderón a éste, su carencia de cuadros y su ineptitud para responder en términos políticos a los señalamientos. En vez de actuar con los criterios de un hombre de Estado y aceptar que su colaborador había obrado en la ilegalidad y pedirle su renuncia para ponerlo a disposición de la justicia, Calderón respondió con un complejo diazordacista y cual capo de mafia buscó arroparlo junto con sus cuates: no evidenció fuerza, sino una debilidad extrema.

4. El torpe “sí ¿y qué?”, espetado por Mouriño desde un principio fue visto como una burla por los mexicanos, y el desprestigio en el que se ha ido hundiendo en pocas semanas, arrastrando con él a Calderón, es cada vez mayor, no nada más entre los amplios sectores populares, sino en todos los ámbitos, incluyendo el propio PAN, donde prevalece un creciente malestar; en diversos grupos empresariales y, sobre todo, en las fuerzas armadas. Una encuesta de María de las Heras, publicada en Milenio Diario el 10 de marzo, muestra que 85 por ciento de los mexicanos reprueban a Mouriño y 68 por ciento dicen que “debería renunciar”.

5. El fracaso del régimen de facto ha sido también mediático, pues los mexicanos no le creen en absoluto. La entrevista televisada de un Mouriño confeso y cínico con López Dóriga el jueves 6, aceptando que sí había firmado los contratos, pero que todo era “legal”, fue entendida como una burla por casi todos los medios, y la declaración leída en Bucareli el martes 11, anunciando la entrega de expedientes a la PGR, sin que ésta pudiese aún abrir una investigación al no haber denuncia (La Jornada, 13/3/08) fue vista como el anuncio de la autoexoneración seudojurídica que prepara el gobierno de facto, para el que es “legal” lo que él sostiene y avalan las “instituciones” sometidas a él, y no lo que dicen la Constitución y las leyes.

6. La encerrona de Los Pinos del miércoles 12, en una comilona que anunció por enésima vez el respaldo absoluto de Calderón y de sus incondicionales –los gobernadores panistas y el presidente del PAN– a Mouriño, fue vista como la respuesta de una mafia, aunque para otros no pasa de ser el acto desesperado de una pandilla de barrio, en la que de nuevo no hay muestras de fuerza, sino evidencias de debilidad.

7. El autoapoyo oficial, lejos de salvar a Mouriño, no está conduciendo más que a hundir más a la mafia calderonista evidenciando que todos están inmersos en la corrupción: lejos de detener el conflicto, lo prolonga y agrava. En un régimen democrático, el gobernante legítimo tomaría distancias del corrupto y lo libraría a la justicia para ser procesado; en el gobierno espurio de los pillos panistas, sin darse cuenta todos aceptan ser culpables y quieren imponerse a la mala, aunque su salvación momentánea esté en manos del PRI de Salinas y de su operador principal, el senador Manlio Fabio Beltrones.

8. La torpeza panista ha llevado al gobierno de facto a una situación límite, pues pierde si Mouriño cae ahora, pero también pierde si se queda, como quieren los priístas para desgastar al régimen, pues el que se seguirá hundiendo es Calderón, ya que nadie cree que no conociera que su colaborador ha estado librado a un desbocado tráfico de influencias y que él no sea el principal beneficiario.

9. La defensa a ultranza de Calderón a Juan Camilo Mouriño no sólo no ha logrado detener la caída en picada de su secretario de Gobernación, sino que lo ha hundido a él cada vez más, pues ya no aparece tan sólo como un golpista que se apoderó del poder por la vía del fraude electoral o un inepto gobernante espurio sometido a poderes trasnacionales, sino que el escándalo creciente está descubriendo nuevas redes de corrupción que pretenden enriquecerse con el patrimonio petrolero de la nación, todas las cuales apuntan a Calderón.

10. La crisis nacional se ha ahondado en unos días de manera grave, evidenciando que el gobierno de facto carece de toda viabilidad y que México no puede seguir cuatro años más hundido en este desastre de corrupción e ineficiencia.