Gobernación no es para imberbes
Siempre
A los ojos de millones de televidentes asestó Juan Camilo Mouriño puñalada tras puñalada a su conciencia. Una y varias veces aceptó que los contratos otorgados por Pemex-Refinación a la empresa de su familia, Transportes Especializados Ivancar, fueron firmados por él y “son auténticos”, “legales”.
El ímprobo secretario de Gobernación no entendió su defenestración personal al reconocer que siendo asesor del hoy Presidente de la República, Felipe Calderón, firmó contratos de transportación de combustibles como apoderado del negocio familiar.
El martes pasado envió siete contratos a la PGR, a la Secretaría de la Función Pública y al Congreso, a fin de que se determine si incurrió en algún delito, como si él no lo hubiese ya reconocido.
Los contratos exhibidos por el “Presidente legítimo”, López Obrador, pudieron ser legales si Mouriño los hubiese signado en calidad de empresario y sin ejercer ningún puesto en la Secretaría de Energía, de la cual también fue subsecretario.
Pensó Mouriño que sentarse frente a las cámaras de TV y despotricar contra sus “enemigos”, doliéndose de ataques a él y a su señora madre, o considerándose entre millones de mexicanos deseosos de salvar a la nación, le significarían aplausos y reconocimiento. No midió los alcances de su confesión y menos el significado de la investidura otorgada por el primer mandatario.
Ser secretario de Gobernación no es asunto de imberbes. Significa conducir a la política nacional con mira de alturas y tener autoridad moral para el diálogo y la solución de problemas del país, en vez de rebajarse a dimes y diretes de vecindad.
Mouriño se apoyó en el líder de “su” partido, Germán Martínez, para ser defendido.
Resultó peor el remedio. El panista apareció en un noticiero matutino y vociferó a diestra y siniestra hasta llegar al “señor de las ligas”, el perredista René Bejarano. En eso se quedó, sin algún argumento a favor de su amigo.
Luego aparecieron diputadas blanquiazules autollamadas “las aguerridas”, encabezadas por Elía Hernández, Pilar Ortega y María Eugenia Campos, para defender “con todo” a Mouriño. En él descubrieron “capacidad, visión y ganas de trabajar”, además les parece “galán”. Según ellas, “es una vacilada la acusación”.
Dichas mujeres exigieron pruebas, sin entender que las firmas de Mouriño constituyen el mea culpa contundente. Un principio jurídico que cierra todo género de evasivas señala: “A confesión de parte, relevo de pruebas”.
Visto el suicidio político de Mouriño, legisladores del PRD y de otros partidos deben olvidar la comisión investigadora y proceder conforme a la ley. Nada hará contra el indiciado la Secretaría de la Función Pública, tapadera de pillos como lo evidenció con los hijos de Marta Sahagún de Fox.
Mouriño debe estar tan desesperado que en Guanajuato se reunió a puertas cerradas con 250 diputados locales, pidiéndoles que los panistas sean “soldados defensores” de proyectos del presidente Calderón. Ya le gustó la milicia.
Adelantó el joven de ascendencia gallega: “La cosa no se va a poner fácil, menos cuando nos vayamos acercando al proyecto 2009”, es decir, cuando sean elegidos los 500 diputados federales. ¿Tan seguro está de continuar en la Secretaría de Gobernación hasta entonces?
A los ojos de millones de televidentes asestó Juan Camilo Mouriño puñalada tras puñalada a su conciencia. Una y varias veces aceptó que los contratos otorgados por Pemex-Refinación a la empresa de su familia, Transportes Especializados Ivancar, fueron firmados por él y “son auténticos”, “legales”.
El ímprobo secretario de Gobernación no entendió su defenestración personal al reconocer que siendo asesor del hoy Presidente de la República, Felipe Calderón, firmó contratos de transportación de combustibles como apoderado del negocio familiar.
El martes pasado envió siete contratos a la PGR, a la Secretaría de la Función Pública y al Congreso, a fin de que se determine si incurrió en algún delito, como si él no lo hubiese ya reconocido.
Los contratos exhibidos por el “Presidente legítimo”, López Obrador, pudieron ser legales si Mouriño los hubiese signado en calidad de empresario y sin ejercer ningún puesto en la Secretaría de Energía, de la cual también fue subsecretario.
Pensó Mouriño que sentarse frente a las cámaras de TV y despotricar contra sus “enemigos”, doliéndose de ataques a él y a su señora madre, o considerándose entre millones de mexicanos deseosos de salvar a la nación, le significarían aplausos y reconocimiento. No midió los alcances de su confesión y menos el significado de la investidura otorgada por el primer mandatario.
Ser secretario de Gobernación no es asunto de imberbes. Significa conducir a la política nacional con mira de alturas y tener autoridad moral para el diálogo y la solución de problemas del país, en vez de rebajarse a dimes y diretes de vecindad.
Mouriño se apoyó en el líder de “su” partido, Germán Martínez, para ser defendido.
Resultó peor el remedio. El panista apareció en un noticiero matutino y vociferó a diestra y siniestra hasta llegar al “señor de las ligas”, el perredista René Bejarano. En eso se quedó, sin algún argumento a favor de su amigo.
Luego aparecieron diputadas blanquiazules autollamadas “las aguerridas”, encabezadas por Elía Hernández, Pilar Ortega y María Eugenia Campos, para defender “con todo” a Mouriño. En él descubrieron “capacidad, visión y ganas de trabajar”, además les parece “galán”. Según ellas, “es una vacilada la acusación”.
Dichas mujeres exigieron pruebas, sin entender que las firmas de Mouriño constituyen el mea culpa contundente. Un principio jurídico que cierra todo género de evasivas señala: “A confesión de parte, relevo de pruebas”.
Visto el suicidio político de Mouriño, legisladores del PRD y de otros partidos deben olvidar la comisión investigadora y proceder conforme a la ley. Nada hará contra el indiciado la Secretaría de la Función Pública, tapadera de pillos como lo evidenció con los hijos de Marta Sahagún de Fox.
Mouriño debe estar tan desesperado que en Guanajuato se reunió a puertas cerradas con 250 diputados locales, pidiéndoles que los panistas sean “soldados defensores” de proyectos del presidente Calderón. Ya le gustó la milicia.
Adelantó el joven de ascendencia gallega: “La cosa no se va a poner fácil, menos cuando nos vayamos acercando al proyecto 2009”, es decir, cuando sean elegidos los 500 diputados federales. ¿Tan seguro está de continuar en la Secretaría de Gobernación hasta entonces?