Privatizar es el nombre del juego
La Jornada
El 29 de marzo de 2007, en un pequeño ejido del municipio Juchitán de Zaragoza, en Oaxaca, Felipe Calderón confió que se le había cumplido un “sueño”. Rodeado de un férreo cinturón de policías y soldados uniformados, recordó que de niño esperaba al viento para hacer volar sus papalotes. Y ahora, allí, su sueño se cumplía. Se refería a la inauguración de la central eólica La Venta II, proyecto, señaló, “que me tocó discutir, autorizar e impulsar cuando fui secretario de Energía”. Después, en el contexto de un acto solemne de impronta priísta –con un par de miles de campesinos acarreados al son de 200 pesos y una torta–, Calderón dijo que para “superar” la miseria era indispensable “desterrar” el odio, la violencia, la impunidad, el abuso y la corrupción entre hermanos y llamó a “olvidar los rencores” y “cicatrizar las heridas”. En su turno, Ulises Ruiz –señalado como responsable intelectual de 26 asesinatos y el encarcelamiento de cientos de luchadores sociales oaxaqueños– lo nombró “presidente legítimo”. En ese estado, la alianza PRI/PAN quedaba sellada.
Lo del papalote de Calderón era un cuento para niños. En realidad, privatizar era el nombre del juego. Y privatizar la electricidad bien valía un Ulises. Porque de eso se trataba el acto: con la inauguración de la “granja” eólica La Venta II recomenzaba la apropiación furtiva del istmo de Tehuantepec y una nueva fase del Plan Puebla-Panamá (PPP). Por eso un proyecto de generación de energía “limpia” se ensuciaba con un vasto operativo castrense. Porque la militarización es una constante asociada a los grandes proyectos empresariales en América Latina, y una de las bases sobre las que Calderón ha basado su mandato en México. Se trata de dar garantías de estabilidad y seguridad a los inversores, manu militari; ése fue el mensaje.
En el caso de La Venta II, la central fue concesionada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a la trasnacional española Iberdrola, y construida por su “brazo eólico” Gamesa, mediante el despojo de 800 hectáreas ejidales y con base en amenazas, manipulaciones, arreglos amañados y pagos por arrendamiento de tierra irrisorios a los comuneros. Como fuente de energía, la eólica no representa problema. Pero su apropiación privada sí. También los métodos gansteriles y los contratos leoninos que utilizan las compañías trasnacionales para imponer sus “inversiones” y apropiarse de la tierra de los campesinos, con la complicidad gubernamental vía el Procede. Es para satisfacer la avidez de los capitalistas extranjeros, y con la bendición de las agencias de “desarrollo” que dependen del Tesoro estadunidense, que el calderonismo impulsa más contrarreformas a la legislación secundaria como vía encubierta para privatizar la industria eléctrica.
Las concesiones a particulares no pueden estar por encima de los artículos 27 y 28 constitucionales, que determinan la exclusividad de la nación en el aprovechamiento y explotación de la energía eléctrica, un servicio público. Se argumentó que una vez que el constructor recupere su inversión, La Venta II pasará a control de la CFE. Pero Calderón anunció la construcción de La Venta III, IV y V en Santo Domingo, San Dionisio del Mar y Unión Hidalgo, en el istmo de Tehuantepec, y ésos sí serán proyectos totalmente privados, sobre los que tienen puesta la mira las trasnacionales españolas Iberdrola, Unión Fenosa, Endesa, así como Electricité de Francia, y las estadunidenses Exxon y General Electric.
Pero hay un nuevo jugador: el Grupo Gándara Censa, del magnate español Manuel Carlos Mouriño Atanes, radicado en Vigo, ex miembro de la organización Amigos de Fox en el sureste mexicano y padre del actual secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. El clan Mouriño es propietario, además, del Grupo Energético del Sureste (GES), que cuenta con 38 gasolineras, y que en 2008, mediante una coinversión con la española Gándara, tiene planeado instalar una “maquiladora de torres eólicas” de última generación en la porción mexicana del PPP.
Según anunciaron representantes del grupo corporativo, GES y Gándara Censa trabajarán como una empresa auxiliar de grandes consorcios españoles del sector de la energía. Con un dato adicional: La Venta II y los nuevos proyectos eólicos en curso forman parte del PPP, que a través de préstamos condicionados del Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) busca crear la infraestructura necesaria para atraer inversión extranjera en el marco de la liberalización económica propia de los tratados de libre comercio. En el ámbito energético, La Venta alimentará al Sistema de Interconexión Eléctrica para los países de América Central (Siepac), que une Guatemala con Panamá y que a través de México llevará energía al mercado estadunidense.
Y allí le aparecen las patas a la sota. El “sueño” de Calderón de convertir el aire en mercancía era compartido con Juan Camilo Mouriño. Ambos palomearon el proyecto privatizador cuando Calderón era titular de la Secretaría de Energía y Mouriño subsecretario de Electricidad de la dependencia. Por eso ahora la prioridad de ambos es que se aprueben contrarreformas para que los particulares puedan participar plenamente en la generación de energía. Pero no se trata sólo de entreguismo, sino de negocios. Negocios privados amarrados desde el poder del Estado. Sólo que para concretarlos necesitan de la represión. Es decir, del Plan México que se apresta a financiar la administración de George Bush, previa aprobación por el Congreso de Estados Unidos.
El 29 de marzo de 2007, en un pequeño ejido del municipio Juchitán de Zaragoza, en Oaxaca, Felipe Calderón confió que se le había cumplido un “sueño”. Rodeado de un férreo cinturón de policías y soldados uniformados, recordó que de niño esperaba al viento para hacer volar sus papalotes. Y ahora, allí, su sueño se cumplía. Se refería a la inauguración de la central eólica La Venta II, proyecto, señaló, “que me tocó discutir, autorizar e impulsar cuando fui secretario de Energía”. Después, en el contexto de un acto solemne de impronta priísta –con un par de miles de campesinos acarreados al son de 200 pesos y una torta–, Calderón dijo que para “superar” la miseria era indispensable “desterrar” el odio, la violencia, la impunidad, el abuso y la corrupción entre hermanos y llamó a “olvidar los rencores” y “cicatrizar las heridas”. En su turno, Ulises Ruiz –señalado como responsable intelectual de 26 asesinatos y el encarcelamiento de cientos de luchadores sociales oaxaqueños– lo nombró “presidente legítimo”. En ese estado, la alianza PRI/PAN quedaba sellada.
Lo del papalote de Calderón era un cuento para niños. En realidad, privatizar era el nombre del juego. Y privatizar la electricidad bien valía un Ulises. Porque de eso se trataba el acto: con la inauguración de la “granja” eólica La Venta II recomenzaba la apropiación furtiva del istmo de Tehuantepec y una nueva fase del Plan Puebla-Panamá (PPP). Por eso un proyecto de generación de energía “limpia” se ensuciaba con un vasto operativo castrense. Porque la militarización es una constante asociada a los grandes proyectos empresariales en América Latina, y una de las bases sobre las que Calderón ha basado su mandato en México. Se trata de dar garantías de estabilidad y seguridad a los inversores, manu militari; ése fue el mensaje.
En el caso de La Venta II, la central fue concesionada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a la trasnacional española Iberdrola, y construida por su “brazo eólico” Gamesa, mediante el despojo de 800 hectáreas ejidales y con base en amenazas, manipulaciones, arreglos amañados y pagos por arrendamiento de tierra irrisorios a los comuneros. Como fuente de energía, la eólica no representa problema. Pero su apropiación privada sí. También los métodos gansteriles y los contratos leoninos que utilizan las compañías trasnacionales para imponer sus “inversiones” y apropiarse de la tierra de los campesinos, con la complicidad gubernamental vía el Procede. Es para satisfacer la avidez de los capitalistas extranjeros, y con la bendición de las agencias de “desarrollo” que dependen del Tesoro estadunidense, que el calderonismo impulsa más contrarreformas a la legislación secundaria como vía encubierta para privatizar la industria eléctrica.
Las concesiones a particulares no pueden estar por encima de los artículos 27 y 28 constitucionales, que determinan la exclusividad de la nación en el aprovechamiento y explotación de la energía eléctrica, un servicio público. Se argumentó que una vez que el constructor recupere su inversión, La Venta II pasará a control de la CFE. Pero Calderón anunció la construcción de La Venta III, IV y V en Santo Domingo, San Dionisio del Mar y Unión Hidalgo, en el istmo de Tehuantepec, y ésos sí serán proyectos totalmente privados, sobre los que tienen puesta la mira las trasnacionales españolas Iberdrola, Unión Fenosa, Endesa, así como Electricité de Francia, y las estadunidenses Exxon y General Electric.
Pero hay un nuevo jugador: el Grupo Gándara Censa, del magnate español Manuel Carlos Mouriño Atanes, radicado en Vigo, ex miembro de la organización Amigos de Fox en el sureste mexicano y padre del actual secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. El clan Mouriño es propietario, además, del Grupo Energético del Sureste (GES), que cuenta con 38 gasolineras, y que en 2008, mediante una coinversión con la española Gándara, tiene planeado instalar una “maquiladora de torres eólicas” de última generación en la porción mexicana del PPP.
Según anunciaron representantes del grupo corporativo, GES y Gándara Censa trabajarán como una empresa auxiliar de grandes consorcios españoles del sector de la energía. Con un dato adicional: La Venta II y los nuevos proyectos eólicos en curso forman parte del PPP, que a través de préstamos condicionados del Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) busca crear la infraestructura necesaria para atraer inversión extranjera en el marco de la liberalización económica propia de los tratados de libre comercio. En el ámbito energético, La Venta alimentará al Sistema de Interconexión Eléctrica para los países de América Central (Siepac), que une Guatemala con Panamá y que a través de México llevará energía al mercado estadunidense.
Y allí le aparecen las patas a la sota. El “sueño” de Calderón de convertir el aire en mercancía era compartido con Juan Camilo Mouriño. Ambos palomearon el proyecto privatizador cuando Calderón era titular de la Secretaría de Energía y Mouriño subsecretario de Electricidad de la dependencia. Por eso ahora la prioridad de ambos es que se aprueben contrarreformas para que los particulares puedan participar plenamente en la generación de energía. Pero no se trata sólo de entreguismo, sino de negocios. Negocios privados amarrados desde el poder del Estado. Sólo que para concretarlos necesitan de la represión. Es decir, del Plan México que se apresta a financiar la administración de George Bush, previa aprobación por el Congreso de Estados Unidos.