A rezar
En la línea
Elevado porcentaje de la población reza a santos de su predilección porque en este año que comienza no se repitan las desdichas del 2007 y disminuyan al menos los índices de pobreza e inseguridad. Aún contados optimistas no esperan mejorías inmediatas debido a la plena apertura a productos agrícolas estadounidenses, lo cual constituye la puntilla a los nacionales.
Por nada se convencen tecnócratas y burócratas de primer nivel que el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos (TLCAN), pactado por Carlos Salinas, ha sido de permanente deterioro para la nación, por no estar preparada para enfrentar a consorcios industriales y agrícolas de nuestros llamados “socios comerciales”.
En plenas negociaciones de ese convenio, encabezadas por el entonces subsecretario de Economía, Jaime Serra Puche, este funcionario me llamó “enemigo número uno” del proyecto inicial denominado a secas Tratado de Libre Comercio. Mis críticas eran enfocadas al hecho de que pequeñas y medianas industrias de aquí serían arrasadas, y el campo quedaría convertido en eriales de miseria, como ha sucedido.
Las habladurías del salinismo de que en México habría múltiples fuentes de trabajo acabó en evidente fracaso. Los empleos derivados del tratado se dieron en Canadá y Estados Unidos, no en México. Esto es evidente. Cientos de miles de industrias, entre otras las textileras, del calzado y el vestido han tronado.
Los pequeños propietarios del agro no soportaron la competencia de bajos precios en alimentos básicos, como maíz, trigo, frijol, sorgo y arroz, entre otros, y dieron distintos usos a las tierras. Peor les fue a los ejidatarios, quienes emigran a Estados Unidos o engrosan cinturones de miseria en las ciudades.
Los secretarios de Agricultura y de la reforma agraria panistas no han entendido asuntos del campo o se niegan a verlos. Es el caso del actual titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas, quien ideó una serie de programas para este año y en la Cámara de Diputados le fueron rechazadas, dirigiéndole duros calificativos, en particular de arrogante e inútil.
El legislador priísta Israel Villa reprochó a Albero Cárdenas el no haberle aceptado ni una de al menos 30 llamadas telefónicas, mucho menos lo ha recibido en el “bunker” de la Sagarpa. Así se comportan los funcionarios de Felipe Calderón.
Otros miembros del gabinete presidencial ejercen su función, muertos de miedo. El titular de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, blindó sus aposentos del edificio de Buareli, mediante el cambio de cristales de 33 ventanales. Los nuevos son de categoría 5, capaces de resistir balas de armas AR-15, M-16 y AK-47.
Decían los viejos políticos que es imposible gobernar si se tiene temor al salir a las calles o se carece de entereza para ver de frente al pueblo y relacionarse con el mismo.
Por su parte, el Estado Mayor Presidencial ha armado un círculo de seguridad al presidente Felipe Calderón, de modo que nadie se pueda acercar a él en un radio de uno a tres kilómetros. Este es el panorama para el 2008.
Lo anterior revela el grado de inseguridad nacional. En esto, los funcionarios viven protegidos por agentes y soldados pagados con fondos públicos. Pero el pueblo en general está desprotegido, a merced del hampa.
Elevado porcentaje de la población reza a santos de su predilección porque en este año que comienza no se repitan las desdichas del 2007 y disminuyan al menos los índices de pobreza e inseguridad. Aún contados optimistas no esperan mejorías inmediatas debido a la plena apertura a productos agrícolas estadounidenses, lo cual constituye la puntilla a los nacionales.
Por nada se convencen tecnócratas y burócratas de primer nivel que el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos (TLCAN), pactado por Carlos Salinas, ha sido de permanente deterioro para la nación, por no estar preparada para enfrentar a consorcios industriales y agrícolas de nuestros llamados “socios comerciales”.
En plenas negociaciones de ese convenio, encabezadas por el entonces subsecretario de Economía, Jaime Serra Puche, este funcionario me llamó “enemigo número uno” del proyecto inicial denominado a secas Tratado de Libre Comercio. Mis críticas eran enfocadas al hecho de que pequeñas y medianas industrias de aquí serían arrasadas, y el campo quedaría convertido en eriales de miseria, como ha sucedido.
Las habladurías del salinismo de que en México habría múltiples fuentes de trabajo acabó en evidente fracaso. Los empleos derivados del tratado se dieron en Canadá y Estados Unidos, no en México. Esto es evidente. Cientos de miles de industrias, entre otras las textileras, del calzado y el vestido han tronado.
Los pequeños propietarios del agro no soportaron la competencia de bajos precios en alimentos básicos, como maíz, trigo, frijol, sorgo y arroz, entre otros, y dieron distintos usos a las tierras. Peor les fue a los ejidatarios, quienes emigran a Estados Unidos o engrosan cinturones de miseria en las ciudades.
Los secretarios de Agricultura y de la reforma agraria panistas no han entendido asuntos del campo o se niegan a verlos. Es el caso del actual titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas, quien ideó una serie de programas para este año y en la Cámara de Diputados le fueron rechazadas, dirigiéndole duros calificativos, en particular de arrogante e inútil.
El legislador priísta Israel Villa reprochó a Albero Cárdenas el no haberle aceptado ni una de al menos 30 llamadas telefónicas, mucho menos lo ha recibido en el “bunker” de la Sagarpa. Así se comportan los funcionarios de Felipe Calderón.
Otros miembros del gabinete presidencial ejercen su función, muertos de miedo. El titular de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, blindó sus aposentos del edificio de Buareli, mediante el cambio de cristales de 33 ventanales. Los nuevos son de categoría 5, capaces de resistir balas de armas AR-15, M-16 y AK-47.
Decían los viejos políticos que es imposible gobernar si se tiene temor al salir a las calles o se carece de entereza para ver de frente al pueblo y relacionarse con el mismo.
Por su parte, el Estado Mayor Presidencial ha armado un círculo de seguridad al presidente Felipe Calderón, de modo que nadie se pueda acercar a él en un radio de uno a tres kilómetros. Este es el panorama para el 2008.
Lo anterior revela el grado de inseguridad nacional. En esto, los funcionarios viven protegidos por agentes y soldados pagados con fondos públicos. Pero el pueblo en general está desprotegido, a merced del hampa.