Yo también vengo de una familia acomodada
Armando Zamora
Igual que Marta Sahagún Jiménez, alias la señora Marta de Fox, quien esto escribe también proviene de una familia acomodada, aunque en mi caso no es necesariamente malo, sino estrictamente una prueba de sobrevivencia. Y es que, imagínese Usted, desacomodado lector, si no fue así, pues para que mis hermanos y yo cupiéramos en un cuartito de aquella casa en el Navojoa de nuestra infancia, teníamos que acomodarnos a la perfección, tomando posiciones que de seguro muchos años después evocarían las rutinas de los integrantes del afamado Cirque du Soleil, o Circo del Sol, en lenguaje perruno.
Claro que entre la familia acomodada de la señora Marta y la familia acomodada de este infeliz cronista que soy existe así como un mundo de diferencia. Con decir que mi papá trabajó como burro toda su vida y mi madre junto a él y nunca hizo riqueza económica: Su mayor y más dudosa fortuna fuimos los seis hijos que pidieron a París pero que les llegaron de Hermosillo y Navojoa; en cambio, gracias al trabajo del padre de la señora Sahagún de Fox, su madre gozó de bienes, entre ellos algunas joyas que le heredó al morir, y que hoy por hoy la traen por la calle de la amargura mediática.
Y es que resulta que Jorge Ramos escribió una nota que apareció en el Universal el 10 de diciembre, en la que asegura que Marta llegó pobre a Los Pinos y salió llena de joyas.
La nota menciona que Sahagún Jiménez llegó al gobierno como la vocera de Los Pinos, y salió como Marta Sahagún de Fox, con un lote de joyas adquiridas durante el mandato presidencial de Vicente Fox. De acuerdo con la declaración patrimonial de la esposa del ex presidente, Marta no contaba con ninguna propiedad en joyas en 2001, pero al término de la gestión de su pareja, Vicente Fox reportó 827 mil pesos en “joyas e implementos agrícolas” de ella.
Según señala el periodista, un recorrido por los principales centros joyeros de la ciudad de México permitió un cálculo del costo de algunas joyas: Estimaron que el mínimo valor de un collar de perlas negras y blancas sería de 10 mil dólares hasta un máximo de 20 mil dólares. En otros casos, las joyas varían en precios de mil 800 dólares o hasta pulseras de menos de mil pesos. Los expertos explicaron que no es fácil calcular el precio de una joya en fotografía, sino que es necesario tenerla enfrente.
Como no se podía dejar pasar la nota sin politizarla, el priista Víctor Valencia, presidente de la comisión legislativa que indaga el presunto enriquecimiento ilícito del ex presidente Fox, dijo que “En el caso de la señora Marta Fox, su declaración patrimonial hasta lástima da, ya nomás falta que soliciten la creación de un fideicomiso para conseguirle recursos porque ni siquiera llegaba su capital en lo que declara a los 3 millones de pesos, cuando todos sabemos que es una cantidad mucho mayor nada más con lo que trae puesto”.
Según lo que menciona la nota, la vocera de Fox reportó a la entonces Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo, hoy Secretaría de la Función Pública (SFP), contaba con un terreno de 400 metros cuadrados y 350 metros de construcción, con un valor de 1.5 millones de pesos. Además, un local en Celaya de 350 metros cuadrados y mil de construcción, de 3 millones de pesos, así como un rancho en la carretera Panamericana de Celaya de 100 mil 822 metros cuadrados y mil metros de construcción, con valor de 10 millones de pesos. Según la declaración, la casa y el local de Celaya fueron heredados y son de ella desde el 20 de abril de 1999, mientras que el terreno es de su propiedad desde 12 de noviembre de 1973.
En las declaraciones de Fox de 2004 a 2006 aparece una casa a nombre de Sahagún, comprada en 2005, así como una “huerta” también de ella, con la acotación de que le pertenece desde 1993, aunque en la declaración que ella presentó no aparecía dicha “huerta”, o al menos no con ese nombre ni con esa fecha de propiedad. Estas propiedades aparecieron después como parte de lo declarado por el ex presidente Fox en 2002, como cónyuges.
De acuerdo con la declaración patrimonial de la esposa del ex Presidente —a la que tuvieron acceso los medios—, Marta no contaba con ninguna propiedad en joyas en 2001, pero al término de la gestión de su pareja, Vicente Fox reportó 827 mil pesos en “joyas e implementos agrícolas” de ella.
En respuesta al trabajo del reportero Jorge Ramos, Sahagún dice: “La nota que aparece hoy (ayer) firmada por usted, no deja de estar cargada de malicia y mala voluntad, que desde luego no me extraña. Mucho mejor seria que usted informara con precisión y mucha más verdad, que hoy como nunca hay rendición de cuentas y transparencia, que no oculte nunca nada de lo que con una estricta conducta ética y moral, resulta ser de mi propiedad”.
“Mi señora madre murió durante el sexenio, y que de acuerdo con su voluntad fueron para mi algunas de sus joyas. Ahora no vaya usted a decir que mi familia era pobre; era y es una familia acomodada, donde gracias al trabajo de mi padre, que también ya murió, mi madre pudo gozar de varios bienes. También herede de mi padre las huertas de aguacate. Vea usted mi declaración patrimonial, apegada a la verdad”.
Independientemente del estira y afloja en el que se encuentra hoy mismo la ex pareja presidencial ante la opinión pública basado en la sospecha de un presunto enriquecimiento ilícito, negarse a la posibilidad de provenir de una familia pobre suena a obscenidad política. Un exabrupto aristócrata. Sobre todo viniendo de alguien que inventó con recursos presidenciales una fundación —Vamos México— para apoyar las iniciativas sociales y atajar la pobreza de los más jodidos —tecnicismo atribuible al soldado del sistema Emilio Azcárraga.
Con todo, venir de una familia acomodada no nos hace ni malas ni buenas personas, ciertamente, pero en este país guadalupano que conformamos jubilosos, acabamos siempre discriminando a los demás por su condición social, y particularmente segregamos a aquellos que tienen recursos de más, porque —según los especialistas en conducta humana— no podemos competir con ellos en ese campo: Su campo…
Me parece que la situación económica de una familia no es necesariamente motivo de orgullo, como tampoco es una razón válida para sentirse avergonzados. La geografía recorrida no nos hace mejores ni peores, y antes que ser la “hija de” —en el caso de la señora Marta—, se es alguien que tiene sentimientos igual que el resto, y necesidades afectivas como cualquiera. Uno no elige la cuna ni los orígenes, pero sí puede construir con esfuerzo propio su destino. Aunque si ese destino es Los Pinos, la responsabilidad con aquella familia, aquella cuna, aquel origen es doble porque hay que ser cuidadoso con ese origen y ese destino, con el pasado y el futuro, para no terminar cuestionado como la ex pareja presidencial, enjoyada, con un rancho inmenso, con lago, hummers, jeeps más lo que se acumule en la semana…
Igual que Marta Sahagún Jiménez, alias la señora Marta de Fox, quien esto escribe también proviene de una familia acomodada, aunque en mi caso no es necesariamente malo, sino estrictamente una prueba de sobrevivencia. Y es que, imagínese Usted, desacomodado lector, si no fue así, pues para que mis hermanos y yo cupiéramos en un cuartito de aquella casa en el Navojoa de nuestra infancia, teníamos que acomodarnos a la perfección, tomando posiciones que de seguro muchos años después evocarían las rutinas de los integrantes del afamado Cirque du Soleil, o Circo del Sol, en lenguaje perruno.
Claro que entre la familia acomodada de la señora Marta y la familia acomodada de este infeliz cronista que soy existe así como un mundo de diferencia. Con decir que mi papá trabajó como burro toda su vida y mi madre junto a él y nunca hizo riqueza económica: Su mayor y más dudosa fortuna fuimos los seis hijos que pidieron a París pero que les llegaron de Hermosillo y Navojoa; en cambio, gracias al trabajo del padre de la señora Sahagún de Fox, su madre gozó de bienes, entre ellos algunas joyas que le heredó al morir, y que hoy por hoy la traen por la calle de la amargura mediática.
Y es que resulta que Jorge Ramos escribió una nota que apareció en el Universal el 10 de diciembre, en la que asegura que Marta llegó pobre a Los Pinos y salió llena de joyas.
La nota menciona que Sahagún Jiménez llegó al gobierno como la vocera de Los Pinos, y salió como Marta Sahagún de Fox, con un lote de joyas adquiridas durante el mandato presidencial de Vicente Fox. De acuerdo con la declaración patrimonial de la esposa del ex presidente, Marta no contaba con ninguna propiedad en joyas en 2001, pero al término de la gestión de su pareja, Vicente Fox reportó 827 mil pesos en “joyas e implementos agrícolas” de ella.
Según señala el periodista, un recorrido por los principales centros joyeros de la ciudad de México permitió un cálculo del costo de algunas joyas: Estimaron que el mínimo valor de un collar de perlas negras y blancas sería de 10 mil dólares hasta un máximo de 20 mil dólares. En otros casos, las joyas varían en precios de mil 800 dólares o hasta pulseras de menos de mil pesos. Los expertos explicaron que no es fácil calcular el precio de una joya en fotografía, sino que es necesario tenerla enfrente.
Como no se podía dejar pasar la nota sin politizarla, el priista Víctor Valencia, presidente de la comisión legislativa que indaga el presunto enriquecimiento ilícito del ex presidente Fox, dijo que “En el caso de la señora Marta Fox, su declaración patrimonial hasta lástima da, ya nomás falta que soliciten la creación de un fideicomiso para conseguirle recursos porque ni siquiera llegaba su capital en lo que declara a los 3 millones de pesos, cuando todos sabemos que es una cantidad mucho mayor nada más con lo que trae puesto”.
Según lo que menciona la nota, la vocera de Fox reportó a la entonces Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo, hoy Secretaría de la Función Pública (SFP), contaba con un terreno de 400 metros cuadrados y 350 metros de construcción, con un valor de 1.5 millones de pesos. Además, un local en Celaya de 350 metros cuadrados y mil de construcción, de 3 millones de pesos, así como un rancho en la carretera Panamericana de Celaya de 100 mil 822 metros cuadrados y mil metros de construcción, con valor de 10 millones de pesos. Según la declaración, la casa y el local de Celaya fueron heredados y son de ella desde el 20 de abril de 1999, mientras que el terreno es de su propiedad desde 12 de noviembre de 1973.
En las declaraciones de Fox de 2004 a 2006 aparece una casa a nombre de Sahagún, comprada en 2005, así como una “huerta” también de ella, con la acotación de que le pertenece desde 1993, aunque en la declaración que ella presentó no aparecía dicha “huerta”, o al menos no con ese nombre ni con esa fecha de propiedad. Estas propiedades aparecieron después como parte de lo declarado por el ex presidente Fox en 2002, como cónyuges.
De acuerdo con la declaración patrimonial de la esposa del ex Presidente —a la que tuvieron acceso los medios—, Marta no contaba con ninguna propiedad en joyas en 2001, pero al término de la gestión de su pareja, Vicente Fox reportó 827 mil pesos en “joyas e implementos agrícolas” de ella.
En respuesta al trabajo del reportero Jorge Ramos, Sahagún dice: “La nota que aparece hoy (ayer) firmada por usted, no deja de estar cargada de malicia y mala voluntad, que desde luego no me extraña. Mucho mejor seria que usted informara con precisión y mucha más verdad, que hoy como nunca hay rendición de cuentas y transparencia, que no oculte nunca nada de lo que con una estricta conducta ética y moral, resulta ser de mi propiedad”.
“Mi señora madre murió durante el sexenio, y que de acuerdo con su voluntad fueron para mi algunas de sus joyas. Ahora no vaya usted a decir que mi familia era pobre; era y es una familia acomodada, donde gracias al trabajo de mi padre, que también ya murió, mi madre pudo gozar de varios bienes. También herede de mi padre las huertas de aguacate. Vea usted mi declaración patrimonial, apegada a la verdad”.
Independientemente del estira y afloja en el que se encuentra hoy mismo la ex pareja presidencial ante la opinión pública basado en la sospecha de un presunto enriquecimiento ilícito, negarse a la posibilidad de provenir de una familia pobre suena a obscenidad política. Un exabrupto aristócrata. Sobre todo viniendo de alguien que inventó con recursos presidenciales una fundación —Vamos México— para apoyar las iniciativas sociales y atajar la pobreza de los más jodidos —tecnicismo atribuible al soldado del sistema Emilio Azcárraga.
Con todo, venir de una familia acomodada no nos hace ni malas ni buenas personas, ciertamente, pero en este país guadalupano que conformamos jubilosos, acabamos siempre discriminando a los demás por su condición social, y particularmente segregamos a aquellos que tienen recursos de más, porque —según los especialistas en conducta humana— no podemos competir con ellos en ese campo: Su campo…
Me parece que la situación económica de una familia no es necesariamente motivo de orgullo, como tampoco es una razón válida para sentirse avergonzados. La geografía recorrida no nos hace mejores ni peores, y antes que ser la “hija de” —en el caso de la señora Marta—, se es alguien que tiene sentimientos igual que el resto, y necesidades afectivas como cualquiera. Uno no elige la cuna ni los orígenes, pero sí puede construir con esfuerzo propio su destino. Aunque si ese destino es Los Pinos, la responsabilidad con aquella familia, aquella cuna, aquel origen es doble porque hay que ser cuidadoso con ese origen y ese destino, con el pasado y el futuro, para no terminar cuestionado como la ex pareja presidencial, enjoyada, con un rancho inmenso, con lago, hummers, jeeps más lo que se acumule en la semana…