México hace el trabajo sucio para EU
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* El tsunami del hambre se ha diversificado
Dice que es parte de su “estrategia diplomática” para promover y facilitar la sempiternamente pospuesta firma de un tratado migratorio entre México y Estados Unidos, pero el gobierno nacional cándidamente aceptó erigir, desde tiempos de Fox, un muro virtual en su frontera sur para “contener” la oleada de emigrantes centroamericanos con la vista puesta en el dorado norte, aunque no evitó la construcción, para el mismo fin, de un muro real en su frontera norte.
Es el intento vacuo de contener esa suerte de tsunami del hambre que se registra en América Latina. Al igual que el gobierno mexicano, los centroamericanos hacen su mejor esfuerzo para quedar bien con el estadunidense, pero al mismo tiempo hacen piruetas para que no se cancelen los beneficios que le proporciona su principal producto de exportación: la mano de obra a granel.
Si bien 2007 no ha sido el mejor de los años en lo que a captación de remesas se refiere, pues su crecimiento se ha atenuado, el monto de divisas frescas que envían los migrantes latinoamericanos que laboran fuera de sus fronteras, principalmente en Estados Unidos, se mantiene por arriba de la nueva inversión extranjera en la región (tanto en México como en Centroamérica).
El estancamiento en el monto de las remesas es consecuencia de los achaques recesivos que reporta la economía estadunidense, pero también de la relativa efectividad que comienza a tener ese muro virtual, aunque la fuerza del tsunami del hambre todavía le gana por mucho. Para efectos mexicanos, de enero a septiembre de 2007 la captación de divisas, vía remesas, se aproximó a 18 mil 200 millones de dólares, monto por demás respetable, pero apenas superior en 1.4 por ciento al registrado en igual lapso de 2006. En el caso centroamericano, esa cifra se aproxima a 12 mil millones de dólares en el último año (Guatemala con 34 por ciento y El Salvador con 30 por ciento del total), el doble de cuatro años atrás.
Al igual que México, Centroamérica expulsa a su juventud, para la que no hay mayores alternativas en educación, empleo y desarrollo: 55 por ciento de los emigrantes centroamericano tiene de 18 a 34 años; la siguiente escala, de 35 a 49 años, representa 26 por ciento del total, de acuerdo con los resultados de la más reciente encuesta (primeros días de noviembre de este año) que sobre el particular levantó el Banco Interamericano de Desarrollo.
Hasta allí, la circunstancia centroamericana no dista de la mexicana: la expulsión de mano de obra crece velozmente, los gobiernos se apoyan en esa “válvula de escape” para presumir, dicen, “la reducción en el índice de desempleo” en sus respectivos países, y las economías regionales maquillan con remesas sus balanzas de pagos y sus indicadores de “bienestar”, entre otras gracias asociadas a un mismo fenómeno social de costo creciente para la región.
El objetivo de los emigrantes latinoamericanos es cruzar el Río Bravo y encontrar lo que en sus respectivos países de plano es imposible: acomodo laboral lo más rápido posible para mejorar sus condiciones de vida, y las de sus familias, con igual velocidad. Sin embargo, parece que ese muro virtual que cándidamente erigió el gobierno mexicano (el tratado migratorio México-Estados Unidos está más lejos que nunca, aunque ello no ha detenido el flujo de paisanos hacia aquel país) comienza a tener resultados, por muchos hoyos que tenga la red de contención.
La citada encuesta del BID revela que las remesas de los emigrantes centroamericanos ya no provienen en su totalidad de Estados Unidos, como prácticamente sucedía cuatro años atrás. Ese muro virtual y la política represiva que contra los centroamericanos aplica el gobierno mexicano (la misma que éste reclama a su norteño vecino) rinden algunos frutos a las autoridades a servir, porque a estas alturas 81 por ciento de dichos envíos se genera en Estados Unidos, contra 96 por ciento en 2003.
Geográficamente el tsunami del hambre se ha diversificado, y en 2007 el 19 por ciento de las remesas centroamericanas proviene de otros países, contra 4 por ciento en 2003. Para el promedio guatemalteco, salvadoreño y hondureño, 7 por ciento de los envíos procede de México, 6 por ciento de naciones europeas, 5 por ciento de Canadá, y uno por ciento de zonas ajenas al dorado norte.
Así, la política de “contención” migratoria que en su frontera sur aplica el gobierno mexicano pinta un resultado benéfico para el estadunidense, pero comienza a tener efectos no muy positivos para su propio país. Se trata de un ejército de centroamericanos en busca de lo más elemental, al que se reprime en su intento por llegar al “paraíso”, pero que en vía de mientras se instala en suelo mexicano y “compite” con la miseria nacional.
¿Y el tratado migratorio México-Estados Unidos? Brilla por su ausencia, pero qué bien le hacen el trabajo sucio al dorado norte.
Las rebanadas del pastel
Hagan sus apuestas: “me refiero a un caso similar a la reciente sentencia condenatoria del Tribunal de Justicia de Chihuahua en contra de Banamex (México SA del sábado 24 de noviembre). Si mal no recuerdo se trató de Bital, ahora HSBC: un cliente demandó por una situación similar y gano el juicio; se ventiló como última instancia en la SCJN, donde, a pesar de dictar pena al banco, la misma SCJN determinó que era ‘imposible´ que el banco cumpliera, por lo que declaró improcedencia para la sentencia (¡cosa que es increíble!, porque cómo va a condenar y a la vez indultar de cumplir con la condena, además de que si el banco debe, que pague, como si cuando uno le debe al banco éste no le fuera a embargar). Así que en este México de ‘legalidad y estado de derecho´ creo que sólo van a pactar en lo oscurito Fernández de Cevallos y el secretario de Hacienda para que el banco no pague, o que la SCJN haga lo mismo que en el caso anterior, y aquí no pasó nada. Apuesto 10 a 1 a que Banamex (Citigroup) no paga, y que la vida sigue su curso”
* El tsunami del hambre se ha diversificado
Dice que es parte de su “estrategia diplomática” para promover y facilitar la sempiternamente pospuesta firma de un tratado migratorio entre México y Estados Unidos, pero el gobierno nacional cándidamente aceptó erigir, desde tiempos de Fox, un muro virtual en su frontera sur para “contener” la oleada de emigrantes centroamericanos con la vista puesta en el dorado norte, aunque no evitó la construcción, para el mismo fin, de un muro real en su frontera norte.
Es el intento vacuo de contener esa suerte de tsunami del hambre que se registra en América Latina. Al igual que el gobierno mexicano, los centroamericanos hacen su mejor esfuerzo para quedar bien con el estadunidense, pero al mismo tiempo hacen piruetas para que no se cancelen los beneficios que le proporciona su principal producto de exportación: la mano de obra a granel.
Si bien 2007 no ha sido el mejor de los años en lo que a captación de remesas se refiere, pues su crecimiento se ha atenuado, el monto de divisas frescas que envían los migrantes latinoamericanos que laboran fuera de sus fronteras, principalmente en Estados Unidos, se mantiene por arriba de la nueva inversión extranjera en la región (tanto en México como en Centroamérica).
El estancamiento en el monto de las remesas es consecuencia de los achaques recesivos que reporta la economía estadunidense, pero también de la relativa efectividad que comienza a tener ese muro virtual, aunque la fuerza del tsunami del hambre todavía le gana por mucho. Para efectos mexicanos, de enero a septiembre de 2007 la captación de divisas, vía remesas, se aproximó a 18 mil 200 millones de dólares, monto por demás respetable, pero apenas superior en 1.4 por ciento al registrado en igual lapso de 2006. En el caso centroamericano, esa cifra se aproxima a 12 mil millones de dólares en el último año (Guatemala con 34 por ciento y El Salvador con 30 por ciento del total), el doble de cuatro años atrás.
Al igual que México, Centroamérica expulsa a su juventud, para la que no hay mayores alternativas en educación, empleo y desarrollo: 55 por ciento de los emigrantes centroamericano tiene de 18 a 34 años; la siguiente escala, de 35 a 49 años, representa 26 por ciento del total, de acuerdo con los resultados de la más reciente encuesta (primeros días de noviembre de este año) que sobre el particular levantó el Banco Interamericano de Desarrollo.
Hasta allí, la circunstancia centroamericana no dista de la mexicana: la expulsión de mano de obra crece velozmente, los gobiernos se apoyan en esa “válvula de escape” para presumir, dicen, “la reducción en el índice de desempleo” en sus respectivos países, y las economías regionales maquillan con remesas sus balanzas de pagos y sus indicadores de “bienestar”, entre otras gracias asociadas a un mismo fenómeno social de costo creciente para la región.
El objetivo de los emigrantes latinoamericanos es cruzar el Río Bravo y encontrar lo que en sus respectivos países de plano es imposible: acomodo laboral lo más rápido posible para mejorar sus condiciones de vida, y las de sus familias, con igual velocidad. Sin embargo, parece que ese muro virtual que cándidamente erigió el gobierno mexicano (el tratado migratorio México-Estados Unidos está más lejos que nunca, aunque ello no ha detenido el flujo de paisanos hacia aquel país) comienza a tener resultados, por muchos hoyos que tenga la red de contención.
La citada encuesta del BID revela que las remesas de los emigrantes centroamericanos ya no provienen en su totalidad de Estados Unidos, como prácticamente sucedía cuatro años atrás. Ese muro virtual y la política represiva que contra los centroamericanos aplica el gobierno mexicano (la misma que éste reclama a su norteño vecino) rinden algunos frutos a las autoridades a servir, porque a estas alturas 81 por ciento de dichos envíos se genera en Estados Unidos, contra 96 por ciento en 2003.
Geográficamente el tsunami del hambre se ha diversificado, y en 2007 el 19 por ciento de las remesas centroamericanas proviene de otros países, contra 4 por ciento en 2003. Para el promedio guatemalteco, salvadoreño y hondureño, 7 por ciento de los envíos procede de México, 6 por ciento de naciones europeas, 5 por ciento de Canadá, y uno por ciento de zonas ajenas al dorado norte.
Así, la política de “contención” migratoria que en su frontera sur aplica el gobierno mexicano pinta un resultado benéfico para el estadunidense, pero comienza a tener efectos no muy positivos para su propio país. Se trata de un ejército de centroamericanos en busca de lo más elemental, al que se reprime en su intento por llegar al “paraíso”, pero que en vía de mientras se instala en suelo mexicano y “compite” con la miseria nacional.
¿Y el tratado migratorio México-Estados Unidos? Brilla por su ausencia, pero qué bien le hacen el trabajo sucio al dorado norte.
Las rebanadas del pastel
Hagan sus apuestas: “me refiero a un caso similar a la reciente sentencia condenatoria del Tribunal de Justicia de Chihuahua en contra de Banamex (México SA del sábado 24 de noviembre). Si mal no recuerdo se trató de Bital, ahora HSBC: un cliente demandó por una situación similar y gano el juicio; se ventiló como última instancia en la SCJN, donde, a pesar de dictar pena al banco, la misma SCJN determinó que era ‘imposible´ que el banco cumpliera, por lo que declaró improcedencia para la sentencia (¡cosa que es increíble!, porque cómo va a condenar y a la vez indultar de cumplir con la condena, además de que si el banco debe, que pague, como si cuando uno le debe al banco éste no le fuera a embargar). Así que en este México de ‘legalidad y estado de derecho´ creo que sólo van a pactar en lo oscurito Fernández de Cevallos y el secretario de Hacienda para que el banco no pague, o que la SCJN haga lo mismo que en el caso anterior, y aquí no pasó nada. Apuesto 10 a 1 a que Banamex (Citigroup) no paga, y que la vida sigue su curso”