GM: el que le agarra la pata

Rossana Fuentes-Berain
27 de octubre de 2007

La corrupción es un acto de dos. Todavía no conozco a un funcionario de gobierno, de cualquier gobierno, que incurra en el delito de cohecho unilateralmente.

La iniciativa privada se rasga las vestiduras, pero son ellos los que sobornan, “agasajan”, dan “cortesías”, “comodatos”, “invitan a viajes de exploración”, proporcionan costosos bienes a cambio de ridículos precios, como hizo General Motors con la Hummer del ex presidente Vicente Fox.

Los voceros de la armadora entraron en fase de control de daños cuando se supo que la automotriz estadounidense había entregado un automóvil de más de 500 mil pesos a la guardia del “principal” —como dicen ellos—, el Estado Mayor Presidencial, por un valor de un peso, para agasajar al jefe, ese de quien depende quién decide sobre los contratos de compra de flotillas de vehículos.

La explicación precisamente es que el vehículo Hummer gris estaba “a prueba”. ¿Tres años de prueba? Patético.

Necesariamente la justificación del incidente por parte de GM es un insulto a la inteligencia de los mexicanos. ¿Usted le cree a la armadora? Yo no, diría para citar un clásico.

Los que somos mayores recordamos que presuntos miembros del Estado Mayor Presidencial se presentaron igualmente en el hotel Nikko, de Polanco, a principios de la década de los 90 para pedirle a otro proveedor del gobierno mexicano no una camioneta, sino una fuerte suma de dinero, más de un millón de dólares, para asignarle a IBM un contrato en el equipamiento de radares para aeropuertos. Al final no se los dieron, y se armó un escándalo cuando esta compañía denunció el intento de extorsión.

La investigación que inició la entonces Contraloría de la Federación sacó la punta de la hebra en cuanto a la corrupción referida a Raúl Salinas de Gortari. Ese personaje que se molesta de la referencia a su persona con el epíteto de “Mr. 10 Percent” dice, y cito de memoria de una comunicación suya desde la cárcel, que hacerlo reproduce la irresponsabilidad de la prensa internacional respecto a estigmatizar a los mexicanos como corruptos.

Tiene razón respecto a lo segundo. Por supuesto que hay una construcción estereotipada de México y los mexicanos como “bandidos”. Construcción que viene desde la hipocresía calvinista o el cinismo de los países desarrollados, para los cuales la mayoría de quienes llevamos el pasaporte verde con el águila devorando la serpiente somos una punta de ladrones. No todos, por cierto, ni aquí ni allá, pero aquí y allá por supuesto que hay unos como la General Motors y el señor Salinas de Gortari que bien que bailan el tango.

De este lado de la cancha de los dos alegres compadres está el que tenía la cuenta en el Pictet, el exclusivo banco suizo, bajo una falsa identidad, el que mandó a su esposa, Paulina Castañón, autora de una perla en el museo de la ignominia nacional cuando declara al ser detenida in fraganti que las mujeres latinas “no les preguntan a sus maridos de dónde viene el dinero”.

Rescatar el caso de la empresa Raytheon, que finalmente fue la que ganó en el caso de la venta de radares para los aeropuertos hace 16 años. ¿Ellos sí habrán cooperado con los billetes verdes para Solidaridad?

Es hacer arqueología periodística, pero para concluir la idea, que nos sirva de recordatorio inmediato la próxima vez que vayamos a comprar un coche —los mexicanos que lo podemos hacer— que una de las grandes automotrices de Detroit, la que más carros le vende a la Presidencia de México, está en el club de las compañías que le agarran la pata a la vaca.


Periodista y miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales