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miércoles, 15 de agosto de 2007

MEXICO, S.A.

Carlos Fernández-Vega


Salario mínimo en EU

* Vivir por debajo de la línea de la pobreza
* Distancia de los sueldos en México
* Tienden camita para el primer ¿informe?

Tras una década de rigurosa contención, en la última semana de julio entró en vigor el aumento al salario mínimo en Estados Unidos, producto de una iniciativa de ley aprobada por el Congreso: 40 por ciento de incremento en forma escalonada de aquí a 2009, para avanzar de 5.15 a 5.85 dólares por hora en 2007 y a 7.25 dólares en el último de los años citados.

Diez años quedó congelado el mini ingreso en el vecino del norte, pero con el incremento autorizado (un “acto de justicia social”, de acuerdo con algunos activistas estadunidenses) un trabajador con esa entrada de dinero reuniría alrededor de mil 400 dólares por mes en 2007 y cerca de mil 750 dólares en 2009, lo que para efectos del vecino país del norte, y según el criterio de algunos académicos de aquella nación, “significa vivir por debajo de la línea de pobreza”.

Sirva lo anterior para medir no sólo la enorme distancia existente entre el salario mínimo estadunidense y el mexicano, sino para tantear el criterio que define “vivir por debajo de la línea de pobreza” en dos países, cuyos gobiernos presumen similitudes, alianzas estratégicas y cercanías (aunque la balanza siempre se inclina para el mismo lado), al tiempo que se presentan como los grandes socios en materia comercial, y más recientemente en seguridad y abasto energético (Sojo dixit).

Pues bien, más allá de la gracia concedida a los trabajadores de salario mínimo en Estados Unidos, la referencia es útil para ubicar en su exacta dimensión el ingreso y condición social de los mexicanos, y qué es “vivir por debajo de la línea de la pobreza”.

Por ejemplo, el Banco Mundial considera que todo aquel con un ingreso menor a dos dólares diarios es pobre a secas; si tiene un solo dólar, entonces su condición pasa a ser miserable, una diferencia, para efectos prácticos, de 11 pesos mexicanos. En Estados Unidos, el otro polo, quien obtiene 46 dólares por jornada laboral (en 2007, y aplicado el referido aumento salarial) sin lugar a dudas es considerado entre pobre y miserable.

En México, por el contrario, el 90 por ciento de la población podría ser ubicada como clase media (si se aplica el criterio del Banco Mundial) o viviendo por debajo de la línea de pobreza (versión estadunidense). Sólo el 10 por ciento de los mexicanos abierta y categóricamente puede ser tipificado como clase premier, y dentro de ésta al puñado de dueños del país.

La brecha entre el salario mínimo mexicano y el mini ingreso estadunidense es de 10 tantos; el primero es cercano a 50 pesos por día (4.55 dólares); el segundo a 46 dólares (506 pesos). En México alrededor del 15 por ciento de la población ocupada obtiene esa cantidad; en Estados Unidos alrededor del 4 por ciento, independientemente de que en uno existe el seguro de desempleo y en otro no.

Entonces, se puede concluir que México está repleto de clasemedieros pobres y miserables o, en su defecto, de pobres y miserables muy ricos, una suerte de “clase media extrema”. Lo anterior, porque más allá de los criterios utilizados por estadunidenses y el Banco Mundial, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, 2006 revela que nueve de cada 10 mexicanos obtiene ingresos promedio mensuales que van de mil 106.72 a 14 mil 598.80 pesos, es decir, por arriba de los dos dólares diarios que marca el organismo financiero multilateral, pero por debajo del salario mínimo en “nuestro” principal socio comercial, y ejemplo a seguir, de acuerdo con los eficientes gobiernos “nacionales”.

El problema se complica si se atienden las siempre certeras palabras de ese accidente de la política nacional llamado Vicente Fox, quien feliz de la vida y como inquilino de Los Pinos declaró que “estamos generando una poderosa clase media en el país; el 30 por ciento de la población más pobre percibe ya una mayor parte del ingreso nacional, mientras la décima parte de mexicanos más acaudalados han visto reducida su participación en la riqueza; gracias a la estabilidad económica (la misma que Calderón presume) ha surgido una nueva clase media con capacidad de compra en el país; hay una nueva clase media consumiendo muchos automóviles, teléfonos celulares y otros bienes, es impresionante el crecimiento del consumo, es el motor que está moviendo a nuestra economía, es un motor que no existía antes”. Como siempre, se quedó tan tranquilo, y nada raro sería, conociendo sus atinadas reacciones, que el gobierno y su clase empresarial no sólo le hicieran segunda, sino que respondieran con un: de qué se quejan, si en México el salario mínimo es superior al de Haití, aunque no mucho.

Cómo definirnos, pues: ¿el 10 por ciento más pobre de los mexicanos, con sus mil 106.72 pesotes al mes, es clase mediero?; o ¿el 10 por ciento que se ubica en el noveno decil y sus 14 mil 598.80 pesos, es pobre? Es un asunto epistemológico, pero lo cierto es que muchos mexicanos, sin salir de su país, quisieran ganar el salario mínimo estadunidense.

Las rebanadas del pastel

Olvidáronse los panistas de sus prisas por sacar adelante la autodenominada “reforma” fiscal calderonista; ahora son sus urgencias por tenderle una camita al michoacano, para que el uno de septiembre caiga en blandito en su primer ¿informe?