ALGO MAS DEL YUNQUE
Jorge Eugenio Ortiz Gallegos
Los tiempos que se requieren para construir estructuras sociales, maltrechas o tendientes a la perfección, pueden requerir mucho tiempo o acaso por factores especiales ser repentinamente abreviados. Pero en todos ellos existe como causa eficiente la articulación motivadora de una ideología que toma los cauces fundamentales del Estado y permite la construcción de los diferentes ordenes de los países.
Sin embargo, los temas básicos son valores que caminan como corrientes en el curso del universo y muchas veces su presencia suele nublar la realidad. Materialismo e idealismo suelen convivir a través de la historia, sin que a lo largo de los tiempos, podamos caer en el pesimismo de juzgar que todos los tiempos han sido miserables.
Una reflexión importante es recordar que el hombre no es materia atormentada por simples necesidades, carencias e incertidumbres. De lo contrario correría siempre la ley de la entropía. Se deslizaría inevitablemente del orden hacia el desorden de la plena luz del universo y de la iluminación de los caminos, para ser una parálisis ciertamente inmóvil.
A partir del gobierno de Miguel Alemán en 1946 y hasta los finales del siglo XX, el Estado Mexicano pudo avanzar con diferentes contratiempos, pero siempre en la explicación de que había un control central formado casualmente como partido político. El partido único cuando es del Estado, suele tener mayor seguridad, pero también mayores riesgos respecto al bien común. Pero ciertamente esa confabulación mafiosa en torno a una trayectoria de los gobiernos tiene su origen en los compromisos secretos característicos de las sociedades masónicas. Esas logias pueden ocultar la transparencia de los muchos riesgos y delitos en los cuales se forman las grandes fortunas gracias a los monopolios que les permite el gobierno convertido en falso Estado que no administra la nación, sino los intereses particulares.
Desde los tiempos de nuestra independencia nacimos con las calamidades de las sociedades masónicas. Las principales se peleaban los gobiernos monárquicos o republicanos, los espacios públicos, las influencias y los dineros; y unas y otras resultaban oscuras y secretas en sus maniobras. Fue tal la costumbre de esas tendencias que hasta cuando era presidente Venustiano Carranza, resultó víctima él mismo de la última Constitución Mexicana de 1917, ya que ha sido constantemente ocasión para la creación de leyes secundarias que inhabilitan la Carta Magna y dejan el poder en manos de los gobiernos federales o locales. Hasta nuestros días las organizaciones masónicas siguen siendo toleradas por la Iglesia Católica, pero es un hecho que los laicos ya se emanciparon del control del clero. Pero hoy como en los peores tiempos hay una organización secreta que ha heredado las vicisitudes y los vicios de las sociedades de carácter teosófico.
Los comienzos de esta masonería han sido hacia los años cuarentas, en las luchas universitarias en Puebla que partieron en tres la vieja universidad del estado, contraponiéndola con una llamada de tipo comunista y otra de tipo patronal. Pero no es, sino a través de muchos años, cuando la matriz de la nueva masonería se apodera de las principales organizaciones de México: El Centro Patronal (Coparmex), la Concanaco, la Unión Nacional de Padres de Familia y desarrolla luego la Asociación Nacional Cívica Femenina, el Desarrollo Humano Integral (DHIAC), Pro-Vida, etcétera.
Pero la fuerza que ha alcanzado este nuevo organismo llamado "El Yunque" se hace presente en los años setentas cuando se apodera de los principales cuadros directivos del Partido Acción Nacional. Y lo terrible y condenable es que El Yunque pretende establecer en México un organismo de corte católico integrista que actúe como negociador entre los partidos políticos, que son ahora demasiados y tortuosamente comprometidos entre sí.