PARA HECHOS
Por Lorenzo Delfín Ruiz
lunes, 09 de julio de 2007
*La sacerdotisa
En otros momentos y en otras latitudes, por la falta de talento político e ideas propias, distintos gobiernos y organizaciones gremiales han recurrido a los sortilegios y a la superchería como cimientos sobre los cuales han edificado verdaderas tiranías.
Hechos pasados y recientes registran puntualmente que esas estructuras, que derivaron en organizaciones criminales, de manera inevitable han terminado destruidas a sangre y fuego.
Pero en este momento y en este moderno México nuestro, pareciera que tercamente hay quienes desde la cúpula del poder y escudados en la impunidad como fundamento de su autoridad, incursionan en el ocultismo y la santería para perpetuarse, y los ofrecen a sus allegados como canales de "solución" de todos los males terrenales, cuando en realidad son recursos para "convencer" y carnada para atraer incautos, y repartirles así las consecuencias que pudieran sufrir ante eventuales resultados trágicos.
Al mismo tiempo, desafían a la realidad y disputan los espacios de influencia pública con otras misteriosas sociedades que, como El Yunque, pretendieron ser secretas hasta que fueron exhibidas con todas sus altas cargas de perversidad.
Para el caso:
Corría el agitado primer año de actividades de la LIX Legislatura federal, en el año 2004. De manera furtiva, y muchas de ellas intrigadas, 36 de las 40 diputadas federales priístas acudieron a una misteriosa convocatoria que les transmitió Esthela de Jesús Ponce Beltrán, legisladora en ese entonces por Baja California Sur.
El gobierno de Vicente Fox, el panismo en pleno, el empresariado nacional y una gran parte del priísmo obsequioso con el disparatado Presidente de la República, se lamían las heridas que les produjo la negativa contundente a aplicar el IVA en alimentos y medicinas. Sin embargo, estaban en puerta otras iniciativas legislativas como parte del plan "modernizador" que Fox empujaba en el Congreso y que contemplaba la aprobación a rajatabla de las llamadas reformas estructurales.
La calentura política del momento, desbordada por la división que generaron las diferentes posturas del priísmo en torno del tema, alimentó en San Lázaro la incertidumbre de las 36 legisladoras por la extraña "invitación".
La cita fue en una casona de la colonia Condesa, cuya propiedad nadie se atribuyó.
En su interior fue habilitado un "templo" en penumbras. Sólo decenas de veladoras encendidas en torno de figuras de difícil identificación, pero sobre las que se rendía culto, rompían la oscuridad.
Una discusión inesperada y airada tensó el ambiente. Furiosa, una diputada federal reclamaba la forma y el fondo de la reunión, y aprovechó la circunstancia para echar en cara a su interlocutora el por qué de la sistemática persecución de que literalmente era víctima.
El áspero debate se prolongaba y subía de tono. La diputada ofendida aceptaba con todas sus consecuencias el reto que le había impuesto la diputada ofensora que en el fondo pretendía "domesticarla" para sumarse a las tareas de impulsar las reformas foxistas y, de paso, impedir a como diera lugar, primero, la asunción de Roberto Madrazo Pintado como futuro candidato del PRI a la Presidencia de la República, y después, como Jefe del Ejecutivo.
Convencida de las motivaciones que llevaron a sus compañeras al extraño evento "partidista", la legisladora se negó a participar en la ceremonia pagano-política y, junto con otras legisladoras igualmente reacias y sorprendidas, abandonó el inmueble de la colonia Condesa.
No logró saber a cabalidad en qué circunstancias culminó el ritual, pero identificó siempre como la "sacerdotisa" a la diputada con la que había escenificado el agrio encuentro verbal: Elba Esther Gordillo Morales, hasta ese momento lideresa de la mayoría parlamentaria priísta, dirigente disfrazada del sindicato magisterial y denominada públicamente como la "primera amiga de México" por su cercanía política, física e "ideológica" con Vicente Fox y su consorte Marta Sahagún, cuya influencia de alcoba diariamente ponía de cabeza al país.
Una estampa que ilustra con quién se asoció la pasada administración pública federal y en manos de quién está una buena parte del actual gobierno... si no es que el gobierno completo.
lunes, 09 de julio de 2007
En otros momentos y en otras latitudes, por la falta de talento político e ideas propias, distintos gobiernos y organizaciones gremiales han recurrido a los sortilegios y a la superchería como cimientos sobre los cuales han edificado verdaderas tiranías.
Hechos pasados y recientes registran puntualmente que esas estructuras, que derivaron en organizaciones criminales, de manera inevitable han terminado destruidas a sangre y fuego.
Pero en este momento y en este moderno México nuestro, pareciera que tercamente hay quienes desde la cúpula del poder y escudados en la impunidad como fundamento de su autoridad, incursionan en el ocultismo y la santería para perpetuarse, y los ofrecen a sus allegados como canales de "solución" de todos los males terrenales, cuando en realidad son recursos para "convencer" y carnada para atraer incautos, y repartirles así las consecuencias que pudieran sufrir ante eventuales resultados trágicos.
Al mismo tiempo, desafían a la realidad y disputan los espacios de influencia pública con otras misteriosas sociedades que, como El Yunque, pretendieron ser secretas hasta que fueron exhibidas con todas sus altas cargas de perversidad.
Para el caso:
Corría el agitado primer año de actividades de la LIX Legislatura federal, en el año 2004. De manera furtiva, y muchas de ellas intrigadas, 36 de las 40 diputadas federales priístas acudieron a una misteriosa convocatoria que les transmitió Esthela de Jesús Ponce Beltrán, legisladora en ese entonces por Baja California Sur.
El gobierno de Vicente Fox, el panismo en pleno, el empresariado nacional y una gran parte del priísmo obsequioso con el disparatado Presidente de la República, se lamían las heridas que les produjo la negativa contundente a aplicar el IVA en alimentos y medicinas. Sin embargo, estaban en puerta otras iniciativas legislativas como parte del plan "modernizador" que Fox empujaba en el Congreso y que contemplaba la aprobación a rajatabla de las llamadas reformas estructurales.
La calentura política del momento, desbordada por la división que generaron las diferentes posturas del priísmo en torno del tema, alimentó en San Lázaro la incertidumbre de las 36 legisladoras por la extraña "invitación".
La cita fue en una casona de la colonia Condesa, cuya propiedad nadie se atribuyó.
En su interior fue habilitado un "templo" en penumbras. Sólo decenas de veladoras encendidas en torno de figuras de difícil identificación, pero sobre las que se rendía culto, rompían la oscuridad.
Una discusión inesperada y airada tensó el ambiente. Furiosa, una diputada federal reclamaba la forma y el fondo de la reunión, y aprovechó la circunstancia para echar en cara a su interlocutora el por qué de la sistemática persecución de que literalmente era víctima.
El áspero debate se prolongaba y subía de tono. La diputada ofendida aceptaba con todas sus consecuencias el reto que le había impuesto la diputada ofensora que en el fondo pretendía "domesticarla" para sumarse a las tareas de impulsar las reformas foxistas y, de paso, impedir a como diera lugar, primero, la asunción de Roberto Madrazo Pintado como futuro candidato del PRI a la Presidencia de la República, y después, como Jefe del Ejecutivo.
Convencida de las motivaciones que llevaron a sus compañeras al extraño evento "partidista", la legisladora se negó a participar en la ceremonia pagano-política y, junto con otras legisladoras igualmente reacias y sorprendidas, abandonó el inmueble de la colonia Condesa.
No logró saber a cabalidad en qué circunstancias culminó el ritual, pero identificó siempre como la "sacerdotisa" a la diputada con la que había escenificado el agrio encuentro verbal: Elba Esther Gordillo Morales, hasta ese momento lideresa de la mayoría parlamentaria priísta, dirigente disfrazada del sindicato magisterial y denominada públicamente como la "primera amiga de México" por su cercanía política, física e "ideológica" con Vicente Fox y su consorte Marta Sahagún, cuya influencia de alcoba diariamente ponía de cabeza al país.
Una estampa que ilustra con quién se asoció la pasada administración pública federal y en manos de quién está una buena parte del actual gobierno... si no es que el gobierno completo.