EL ENEMIGO N° 1 DE MEXICO ES FeCAL EL USURPADOR
Por María Teresa Jardí
lunes, 09 de julio de 2007
El usurpador es siempre el enemigo del pueblo
Si estamos de acuerdo en que la receta para tener una procuración adecuada de justicia empieza por el nombramiento de una cabeza con ética, es decir, impecable y probadamente honesta y por ende implacable con los trasgresores de la norma. Si estamos de acuerdo en que para que funcione el Procurador de Justicia, como procurador de justicia, valga la redundancia, es necesario que sea implacable con los trasgresores de la ley y que lo sea aún más con los que lo sean perteneciendo a su equipo, es decir, con ministerios públicos y policías y sobre todo con los que estén en activo.
Es evidente que estaremos de acuerdo en que el cambio de país sólo podrá darse si le apostamos a ser cada uno de los que buscamos el cambio personas impecables.
Lo ideal, supongo, debe ser no saber que aquí se ejecutan personas todos los días o pensarlos como narcos y por ende quitarles la calidad de personas o creer que los levantados no son desaparecidos o que los injustamente presos no son todos presos políticos, porque cuando se piensa uno se deprime cuando no se amarga.
Pero como a fin de cuentas lo que buscamos es el cambio a otro país posible propiciador de una vida digna para todos los mexicanos debemos enfrentarnos a las dificultades que entraña ser ciudadanos enterados.
No es suficiente con ser impecables, hay que parecerlo. Y serlo y parecerlo pasa hoy por no negociar absolutamente nada con un usurpador que encabeza la narco república bananera en la que han convertido a México el PRIAN y sus secuaces.
Más aún, quizá ya ni siquiera, al menos no aquí, es un problema de ideología de izquierda o de derecha lo que ocurre en México dónde quién sabe si las ideologías existieron alguna vez.
Es un problema de ética personal y política y de compromiso con los valores y principios universales, que aquí se han perdido también porque los ciudadanos lo hemos permitido, a final de cuentas es más fácil que piensen por nosotros (la telecracia por ejemplo) porque mientras más se piensa la realidad va apareciendo más diáfana y con toda la cruda obscenidad que la acompaña en situaciones como la que atraviesa nuestro país.
Y lo primero que tenemos que entender es que se desarmó el andamiaje ético de las instituciones, lo que nos deja sin instituciones, que asumir, de una buena vez, que no tenemos instituciones. Veamos. En México funciona un IFE acabado en el que el usurpador se ve obligado a mantener como cabeza a un delincuente como pago. Un TRIFE convertido en una tienda, donde lo mismo se legaliza el fraude, que, el que invita tequila a sus invitados con testículos de león (previamente asesinado para quitarle los testículos, como es obvio) va y compra el gobierno de Baja California. Se regala a perpetuidad el sindicato de maestros a una de las mujeres más siniestras de la creación, también como pago por la ayuda prestada para sentar al usurpador en la silla presidencial de la narco republica más bananera del planeta.
No se puede jugar a negociar con las reglas establecidas por el sistema porque sólo los delincuentes tienen cabida en negociaciones entre delincuentes que se han apoderado del manejo del sistema político a la mexicana.
No hay reforma de Estado que valga cuando no existe el Estado.
Porque si no se entiende esto, me temo que la presidencia legítima no va a llegar a ningún lado. Y menos aún cuando incluso el PRD desprecia a los cientos de miles que reconocemos a AMLO como el único Presidente Legítimo y cuando no se cansan los perredistas de decir, en corto y no tan en privado, que AMLO tiene su gente, sí, pero que cada vez somos menos, ignorando incluso que el nacimiento de nuevas redes, por la red de la Internet, y la proliferación de los grupos de resistencia demuestran lo contrario.
Negociar con el espurio es mantener las reglas del sistema que hace ricos solamente a los corruptos. Es necesario entender, si queremos realmente que las cosas cambien, que vivimos momentos en los que las denuncias son vitales. Y que es un error proponer, como si ya viviéramos en ese lugar dónde la ley impera para todos por igual, que se negocie con el enemigo.
El usurpador es siempre el enemigo del pueblo.
lunes, 09 de julio de 2007
Si estamos de acuerdo en que la receta para tener una procuración adecuada de justicia empieza por el nombramiento de una cabeza con ética, es decir, impecable y probadamente honesta y por ende implacable con los trasgresores de la norma. Si estamos de acuerdo en que para que funcione el Procurador de Justicia, como procurador de justicia, valga la redundancia, es necesario que sea implacable con los trasgresores de la ley y que lo sea aún más con los que lo sean perteneciendo a su equipo, es decir, con ministerios públicos y policías y sobre todo con los que estén en activo.
Es evidente que estaremos de acuerdo en que el cambio de país sólo podrá darse si le apostamos a ser cada uno de los que buscamos el cambio personas impecables.
Lo ideal, supongo, debe ser no saber que aquí se ejecutan personas todos los días o pensarlos como narcos y por ende quitarles la calidad de personas o creer que los levantados no son desaparecidos o que los injustamente presos no son todos presos políticos, porque cuando se piensa uno se deprime cuando no se amarga.
Pero como a fin de cuentas lo que buscamos es el cambio a otro país posible propiciador de una vida digna para todos los mexicanos debemos enfrentarnos a las dificultades que entraña ser ciudadanos enterados.
No es suficiente con ser impecables, hay que parecerlo. Y serlo y parecerlo pasa hoy por no negociar absolutamente nada con un usurpador que encabeza la narco república bananera en la que han convertido a México el PRIAN y sus secuaces.
Más aún, quizá ya ni siquiera, al menos no aquí, es un problema de ideología de izquierda o de derecha lo que ocurre en México dónde quién sabe si las ideologías existieron alguna vez.
Es un problema de ética personal y política y de compromiso con los valores y principios universales, que aquí se han perdido también porque los ciudadanos lo hemos permitido, a final de cuentas es más fácil que piensen por nosotros (la telecracia por ejemplo) porque mientras más se piensa la realidad va apareciendo más diáfana y con toda la cruda obscenidad que la acompaña en situaciones como la que atraviesa nuestro país.
Y lo primero que tenemos que entender es que se desarmó el andamiaje ético de las instituciones, lo que nos deja sin instituciones, que asumir, de una buena vez, que no tenemos instituciones. Veamos. En México funciona un IFE acabado en el que el usurpador se ve obligado a mantener como cabeza a un delincuente como pago. Un TRIFE convertido en una tienda, donde lo mismo se legaliza el fraude, que, el que invita tequila a sus invitados con testículos de león (previamente asesinado para quitarle los testículos, como es obvio) va y compra el gobierno de Baja California. Se regala a perpetuidad el sindicato de maestros a una de las mujeres más siniestras de la creación, también como pago por la ayuda prestada para sentar al usurpador en la silla presidencial de la narco republica más bananera del planeta.
No se puede jugar a negociar con las reglas establecidas por el sistema porque sólo los delincuentes tienen cabida en negociaciones entre delincuentes que se han apoderado del manejo del sistema político a la mexicana.
No hay reforma de Estado que valga cuando no existe el Estado.
Porque si no se entiende esto, me temo que la presidencia legítima no va a llegar a ningún lado. Y menos aún cuando incluso el PRD desprecia a los cientos de miles que reconocemos a AMLO como el único Presidente Legítimo y cuando no se cansan los perredistas de decir, en corto y no tan en privado, que AMLO tiene su gente, sí, pero que cada vez somos menos, ignorando incluso que el nacimiento de nuevas redes, por la red de la Internet, y la proliferación de los grupos de resistencia demuestran lo contrario.
Negociar con el espurio es mantener las reglas del sistema que hace ricos solamente a los corruptos. Es necesario entender, si queremos realmente que las cosas cambien, que vivimos momentos en los que las denuncias son vitales. Y que es un error proponer, como si ya viviéramos en ese lugar dónde la ley impera para todos por igual, que se negocie con el enemigo.
El usurpador es siempre el enemigo del pueblo.