LA REPUBLICA: NUEVOS PARTO DE LOS MONTES
Revista Siempre
Hasta donde sabemos por la información publicada, la novísima reforma fiscal no pasa de ser un conjunto de parches al luido traje recaudatorio, un nuevo parto de los montes después de meses de cónclaves en los que legisladores y técnicos de Hacienda se devanaron los sesos en profundas disquisiciones que acaban, como tantos otros intentos, en agua de borrajas, ruido sin nueces de una administración incapaz.
Para empezar, dice La Jornada (20/VI/07), la dichosa reforma pretende aumentar en 1.8 por ciento la recaudación hacendaria. Si se considera que la recaudación total, incluida la exacción petrolera, no pasa del 15 por ciento, parece muy poco ambicioso el proyectado aumento de menos de 2 por ciento.
Más allá de quién gobierne y con qué porquerías haya llegado al poder, lo cierto es que México necesita disponer de una masa suficiente de recursos fiscales, la que de inmediato debe elevarse a no menos de 20 por ciento del PIB, con un plan bien pensando para llegar a 30 por ciento en muy poco años, en este mismo sexenio quizá.
Lamentablemente, otra vez se aplican paños calientes para curar el cáncer. Se quiere atacar la evasión del comercio informal gravando con una tasa de 2 por ciento los depósitos en efectivo superiores a 20 mil pesos. Lo que ignoran los reformadores, a menos que demuestren lo contrario, es que en el comercio formal o informal que maneja efectivo prevalece la costumbre de no emplear cuentas bancarias, pues éstas someten a los cuentahabientes a una rigurosa fiscalización.
Lo central, sin embargo, es que pese a la pretensión de implantar un Impuesto de Tasa Unica (ITU), subsiste y aún se acrecienta la maraña de deducciones, exenciones y otras canciones que impiden a los ciudadanos mejor intencionados cumplir con sus deberes fiscales, mientras que del mismo modo se facilita la elusión de las grandes empresas.
Entre los exentos del ITU están las empresas paraestatales, los partidos políticos, las iglesias, las agrupaciones culturales, los sindicatos, las cámaras de comercio y otras sociedades patronales, lo que resulta inadmisible, pues tienen ingresos y deben pagar impuestos. Peor todavía es eximir a los membretes de beneficencia, que con el pretexto de la generosidad, generalmente son la tapadera para la evasión fiscal de los grandes capitales.
Lo único previsible es que, una vez fracasada la nueva reforma, Felipe Calderón nuevamente echará mano de lo que hasta ahora es su único argumento: lanzar al Ejército contra los evasores fiscales, que serán muchos más que ahora.