DIAS EXTRAÑOS
No hay duda: el mundo está padeciendo un severo ataque de abucheadítis aguda. Supongo que las masas incapaces e impotentes para transformar lo que no les gusta del mundo han optado por el camino fácil del abucheo, como una manera de decir: bueno, nos jodieron, sí, pero ahora van y chiflan a su máuser.
Porque han de saber que un abucheo no es algo que resulte productivo en este mundo de chaquira y lentejuela, al contrario, es prácticamente una ociosidad, un divertimento insano pero en ocasiones justiciero, en el que el abucheado difícilmente sale ileso. Incluso hay ocasiones en que el daño causado por un abucheo puede lesionar para siempre el alma del abucheado... o el cuerpo, como una vez que tocaba en Rock Stock con mi vieja banda El Cuerpo de Cristina y se nos ocurrió tocar una versión del Sirenito de Rigo Tovar.
El abucheo de los roqueros ofendidos por nuestra afrenta se transformó en un ataque a hielazos en el que tuvimos que utilizar nuestros instrumentos como escudos para no morir acribillados.
¿Cómo olvidar ese abucheo monumental que le brindó el estadio Azteca a Miguel de la Madrid durante el Mundial de México 86? Una venganza simbólica, poética, pero venganza al fin de la masa sin rostro contra el rostro más visible del poder, mientras los locutores deportivos hablaban de cánticos alemanes en un intento patético por disimular.
Otro abucheo histórico (e histérico) mucho más reciente fue el que le recetaron las huestes perredistas a su fundador y líder moral Cuauhtémoc Cárdenas, durante el cierre de campaña del resentido Pejehová. Un abucheo curioso, tomando en cuenta que muchos de quienes lo vapulearon en el Zócalo eran los mismos que lo endiosaron en sus antiguas campañas.
A últimas fechas los abucheos parecen haber perdido todo pudor y se multiplican de forma inusitada. Ahí está la pobre señorita Estados Unidos quien sin deberla ni temerla se convirtió en la encarnación de las políticas gandallas de su país para luego culminar su meteórica carrera en el mundo del escarnio con tremendo sentón en pleno desfile. Afortunadamente para ella esta emisión del certamen de belleza ha sido la que menos rating ha presentado.
Luego vino el abucheo más esperado del año: el que recibió Manuel Espino en el cónclave panista. Un abucheo que, según él, fue “montado”, pero que tampoco resulta muy difícil pensar que pudo ser espontáneo. Felipe Calderón, por su parte, después de recibir su ovación durante el mismo encuentro partió a Roma donde fue abucheado por unos italianos que, un poco extraviados, reclamaban “libertad para Chiapas”.
El martes por la noche la Selección perdió en los últimos minutos ante Paraguay, y el Azteca volvió a rugir abucheando al equipo que se vio francamente mediocre con todo y la inclusión medio forzada de Cuauhtémoc Blanco.
No tengo nada contra los abucheos, incluso llegan a ser divertidos, pero sería bueno que en vez de hacerlo contra la pobre señorita EU, abucheáramos a Bush, o lo “abusheáramos” y que, de algún modo, dirigiéramos mejor nuestros abucheos. El Ejército, por ejemplo, me parece que se está ganando uno, lo malo es que si vas a un retén a abuchearlos, ellos te pueden abuchear a balazos.
emeequis