Bloggeando desde Zacatecas

El Sr. López| El Fraude Electoral|La Verdad Sea Dicha|Las Protestas|Foxilandia|El Fraude Según Fox
BLOG En Constante Actualización, F5 Para Recargar

México Necesita Que Lo Gobierne Las PUTAS, Porque Sus Hijos Le Fallaron

M O R E N A (MOvimiento de REgeneración NAcional)

Blogeando Desde Zacatecas En Pie De Lucha Rumbo Al 2012, AMLO PRESIDENTE

lunes, 21 de mayo de 2007

FeCAL PELELE DE TELEVISA Y AHUMADA PELELE DE FERNANDEZ DE CEVALLOS

Ahumada, el sapo y sus periodistas favoritos

Federico Arreola

Un aliado de Carlos Salinas, su tocayo Carlos Ahumada, en cuanto fue anormalmente puesto en libertad le dijo a su periodista favorito (por usar la expresión con la que Julio Hernández se refiere a Ciro Gómez Leyva) que él con los videoescándalos puso su “granito de arena” en la tarea de golpear a Andrés Manuel López Obrador. Otra confesión, aunque en honor a la precisión habría que aclarar que meses antes, en agosto de 2006, Ahumada había dado muchos más detalles acerca de la forma en que los videoescándalos se utilizaron para desprestigiar al político de izquierda.

En efecto, ese mes de agosto Carmen Aristegui dio a conocer en W Radio un video con declaraciones de Carlos Ahumada realizadas mientras estuvo detenido en Cuba en el año 2004. De todos los videos relacionados con Ahumada, éste era sin duda el más importante. Sin embargo, Televisa, tan generosa para difundir las imágenes de Ahumada entregando dinero a militantes del PRD, prácticamente no se ocupó de las difundidas por Aristegui, a pesar de que la compañía presidida por Emilio Azcárraga Jean posee el 50 por ciento de las acciones de W Radio. De hecho, a esta radiodifusora también se le conoce como Televisa Radio.

Lo que Ahumada dijo en Cuba y que Aristegui presentó en México fue que, antes de los videoescándalos, se había reunido con el abogado de Carlos Salinas de Gortari, Juan Collado, y con el panista Diego Fernández de Ceballos para analizar las grabaciones en las que él entregaba dinero a algunos perredistas.

Ahumada reveló que “fue en casa de Diego Fernández de Cevallos en Las Lomas” donde se planeó dar a conocer los videos. “Ahí fueron todas las reuniones, inclusive ahí yo firmé la denuncia de extorsión”. Dijo también que funcionarios de la PGR y de la Secretaría de Gobernación estaban enterados de todo y que se lo debieron haber informado al presidente Fox. Carlos Ahumada conjeturó, además, que a través de Gobernación, entonces encabezada por el actual senador Santiago Creel, “es como se dan a conocer los videos en la televisión”.

Ahumada, pues, evidenció (“es por la pelea del 2006”, dijo) la complicidad del gobierno panista y de las televisoras, sobre todo Televisa, en el proyecto de intentar sacar de la carrera presidencial a Andrés Manuel López Obrador. Seguramente por eso, la noticia exclusiva dada a conocer en una de las estaciones de radio de Televisa casi no fue tomada en cuenta en las cadenas de televisión de esta empresa. Peor aún, de acuerdo a lo que reveló Jenaro Villamil en una nota de la agencia Apro, el video con las declaraciones de Ahumada en Cuba provocó el enojo de los principales directivos de la televisora, Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez Martínez.

Según Villamil, Azcárraga y Gómez consideraron que el documento videográfico difundido en el programa de Aristegui no aportaba nada nuevo y se quejaron de la falta de “lealtad” de la periodista dado que ella es, en más de un sentido, trabajadora de una compañía propiedad de Azcárraga.

Por la transmisión de ese video, la señora Aristegui recibió numerosas críticas de parte de algunos de sus colegas. Es lo acostumbrado en México, país en el que abundan los malos periodistas siempre dispuestos a lastimar a los informadores que actúan con verticalidad.

Al finalizar el mes de abril de este año, en el periódico Reforma, Miguel Ángel Granados Chapa escribió, en un texto sobre la muerte de Ernestina Ascensio, que el buen trabajo periodístico sobre este asunto realizado por Carmen Aristegui, “la más inteligente y acuciosa informadora de medios electrónicos”, ha provocado “torpes descalificaciones como la que pretendió Carlos Marín”. Las ofensas del director de Milenio Diario contra la señora Aristegui hicieron recordar a Granados Chapa “la fábula del sapo y la luciérnaga en que ésta, sorprendida, pregunta al batracio por qué la aplasta y desde su rencor el agresor pregunta a su vez: ¿por qué brillas? Pero es una mala comparación porque en la vida real la luciérnaga sigue iluminando y el sapo se queda sapo”.

A propósito de Marín, meses antes de los videoescándalos él y yo llegamos a un restaurante a comer y, en la mesa del lado, vimos juntos a tres personajes: Juan Collado, abogado de Carlos Salinas; Juan José Salinas Pasalagua, hijo de Raúl Salinas de Gortari, y a Carlos Ahumada. Sólo saludé a Collado y a Salinas Pasalagua, a Ahumada no le di la mano porque desde entonces lo consideraba un pillo, y así se lo hice saber. Marín, por supuesto, fue amabilísimo con el empresario de origen argentino (escribo esta expresión para provocar el enojo de todos esos periodistas que se sienten indignados cuando alguien recuerda que Ahumada nació en Argentina).

Desde que salió de prisión se puso de moda entre ciertos periodistas calificar a Ahumada como preso político. Qué pronto olvidaron que en su avión se contrabandeaban armas, que con malas artes se hizo del equipo de futbol León, que recurría a toda clase de trampas en los estadios para perjudicar a los rivales de su escuadra, que extorsionó a políticos, que defraudó al Distrito Federal con contratos de obra pública irregulares, que se unió a Carlos Salinas y a Diego Fernández para combatir a López Obrador. ¿Preso político? De ninguna manera, un vulgar delincuente nada más.

El caso Ahumada, por cierto, está muy lejos de haberse cerrado. Tendrá todavía consecuencias legales (él enfrenta procesos jurídicos por los que podría ser sancionado) y sobre todo políticas. Porque el autor de los videoescándalos no sólo estableció relaciones con Salinas, Diego y los perredistas a los que corrompió, sino también con prominentes personajes de la dividida izquierda mexicana.

El 13 de mayo, en la columna política de Reforma, se leía que “la liberación del empresario Carlos Ahumada no está exenta de lecturas políticas. El más perjudicado es Andrés Manuel López Obrador, lo cual quedó claro en una de las primeras declaraciones de Ahumada al salir de la cárcel: ‘tendrán que reconocerme mi granito de arena en la derrota de AMLO’. Y no escapa al análisis que otro perredista, el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, pudiera verse beneficiado. Por un lado, Ahumada tuvo en su momento una conexión perredista en Michoacán y hasta se dice que el nieto del general Cárdenas se contaba entre sus amigos, por lo que su exoneración no le cae nada mal al clan cardenista. Y por otro, esto ocurre en año de elecciones y justo cuando Lázaro trae una muy buena relación con su paisano, el presidente Felipe Calderón, por el combate conjunto al narcotráfico. Incluso hay quienes ven en la liberación de Ahumada y el respaldo de los panistas al ahora ex reo un guiño de Los Pinos al grupo político de Cuauhtémoc Cárdenas y de su hijo, una corriente perredista más proclive a negociar que la de López Obrador”.

Muchos de los diseñadores, operadores o simples apoyadores del fraude electoral del 2 de julio de 2006 han confesado. Muchos otros todavía no lo hacen, pero tarde o temprano hablarán, sin duda. Sobre todo, la gente tendrá interés en escuchar lo que diga Cuauhtémoc Cárdenas. Porque esta historia de traiciones jamás estará completa si no alza la voz el viejo perredista.