BAJO EL SOL NO HAY NADA OCULTO
Por Federico Arreola
Alguien que se identificó simplemente como Daniel preguntó el 3 de noviembre de 2001, en un foro de internet de la Presidencia de la República, si era verdad lo que había leído en el semanario Proceso: que existía un pacto Salinas-Zedillo-Fox para detener el avance de la izquierda mexicana.
La inquietud de Daniel motivó, en el mismo foro, un comentario del ingeniero Raúl Estrada Gálvez: “Si algo pudo haber habido a espaldas del pueblo de México, tarde o temprano saldrá a relucir”.
No le faltaba razón al ingeniero Estrada. A un par de meses del primer aniversario del fraude electoral del 2 de julio de 2006, sus principales operadores se han puesto nerviosos y han empezado a confesar.
Sobran los políticos aterrorizados. Se han dado cuenta de que al nuevo grupo en el poder el país se le ha ido completamente de las manos antes de haber cumplido los primeros seis meses de haber empezado a “gobernar”. No sólo por el grave problema de inseguridad que, para todo fin práctico, equivale a una guerra perdida, sino también porque no se están generando nuevos empleos debido a que no hay crecimiento económico ni posibilidades reales de que lo haya en el corto plazo, algo que sólo puede leerse como el anuncio de graves conflictos sociales.
Como el barco se está hundiendo desde hace rato, las ratas han empezado a buscar salvarse. Es lo que pretende Roberto Madrazo con su libro, lo que intenta Santiago Creel al deslindarse de la Ley Televisa, la aspiración de Vicente Fox al reconocer en escenarios internacionales que participó en el fraude electoral, el objetivo de los jefes de Carlos Ahumada (Diego Fernández de Cevallos y Carlos Salinas de Gortari) al haber manipulado al sistema judicial para ponerlo fuera de la cárcel con el único propósito de darle micrófonos para que pudiera presumir su participación en el proceso electoral de 2006.
Roberto Madrazo, en un libro de reciente publicación, ha acusado de traición a Ernesto Zedillo, a Elba Esther Gordillo y a la mayor parte de los gobernadores priistas. Justicia casi divina: el traidor, traicionado.
Más allá de los rencores de Madrazo, es un hecho que las estructuras electorales del PRI se pusieron al servicio del PAN y el gobierno federal para organizar, el 2006, una elección de estado en perjuicio del candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
No hay en eso realmente ninguna novedad, ya que Gordillo ha presumido en más de una ocasión que su maquinaria de fraude electoral –en la que son simples herramientas gobernadores como Eugenio Hernández, de Tamaulipas, y Eduardo Bours, de Sonora– se movilizó para frenar al izquierdista nacido en Tepetitán, Tabasco.
Una de las primeras actividades públicas de Felipe Calderón en cuanto llegó a vivir a Los Pinos, fue recibir al ex presidente Ernesto Zedillo. La cita ocurrió el 4 de enero de 2007, un mes después de la irregular toma de posesión de Calderón. Aunque no se dieron mayores detalles de lo que charlaron, parece probable que el anfitrión le haya dado las gracias a su invitado, quien durante las campañas comiciales de 2006 actuó como un adalid del anti populismo repitiendo el estribillo de la derecha –en conferencias ante hombres de negocios y en publicaciones empresariales– de que los mercados financieros no podrían soportar la llegada de más gobiernos populistas de izquierda a los países de América Latina.
Unos días más tarde, Calderón se comprometió en Suiza, en el Foro Económico Mundial de Davos, a continuar y profundizar “las políticas públicas de gobiernos mexicanos que han sido exitosas, tanto del presidente Zedillo como del presidente Fox".
Las relaciones de Zedillo y Calderón son muy buenas desde los tiempos del Fobaproa. Según Gabriel Reyes Orona, quien fue procurador fiscal de la Federación y director jurídico del Fondo Bancario para la Protección al Ahorro Bancario, el entonces diputado Calderón “concertó y ordenó” con Zedillo la instrumentación de la iniciativa para la creación del IPAB, mediante el que se convirtió en deuda pública el costo del Fobaproa, con lo que quedó legalizado el mayor fraude financiero de la historia de México.
Otro que soltó la sopa fue el senador Santiago Creel, que durante el gobierno de Vicente Fox ocupó el cargo de secretario de Gobernación. Ha dicho que la Ley Televisa se aprobó en un “clima de presión. Las condiciones bajo las cuales se llevó a cabo esa negociación, que todos conocemos, se dieron en medio de una intensa campaña política, en la negociación de compraventa de espacios de televisión”.
Más experimentado (o más cínico o con menos ganas de hacerse de un buen prestigio), el diputado Emilio Gamboa, uno de los políticos favoritos de los dueños de Televisa, rápidamente refutó a Creel: “El señor no está enterado de lo que fue. Que pregunte a 87 senadores de la República y a 300 diputados y diputadas. Nunca hubo presiones. Lo hemos dicho y lo hemos visto. Tiene un desconocimiento y lo hace patente. Cuando era titular de la Secretaría de Gobernación debió haber llamado a su fracción parlamentaria, que es Acción Nacional, porque sin sus legisladores no hubiera podido pasar la ley. Hay que preguntarle a Creel qué es lo que dejó pasar”.
Lo que Creel dejó pasar y de lo que ahora se arrepiente es muy sencillo: el pago de favores del gobierno y el PAN a las televisoras mexicanas por haber trabajado a favor del fraude electoral.
El ex senador panista Javier Corral lo confirmó el 14 de mayo de 2007 en La Jornada: existe, dijo, una grabación hecha el 21 de marzo de 2006 en la que Manuel Espino, presidente nacional del PAN, pidió a los legisladores panistas votar a favor de la Ley Televisa porque así convenía al candidato de ese partido, Felipe Calderón.
El panista Corral dijo eso porque Espino lo acusó de mentir: “A mí, el presidente nacional de mi partido no me va a hacer pasar como mentiroso. Si él quiere, revelo los contenidos exactos del debate que se dio la tarde-noche del 21 de marzo de 2006. Hasta ahora he mantenido en términos de confidencialidad esa discusión brutal que se dio, en lo que fue uno de los días más tristes de mi vida, por los argumentos esgrimidos. Espino debe recordar que ese debate está grabado, fueron ocho horas de discusión y todas están grabadas. No puede haber presión mayor para un legislador que le digan que de la aprobación de un una ley depende el triunfo del candidato presidencial, que la posibilidad de llegar o no a Los Pinos depende de esto, y que ‘sin Televisa no ganamos’...”.