DE UNA EXMONJA A LA JERARQUIA CATOLICA

Por Viétnika Batres
Los jerarcas hicieron escuchar su condena en radio, televisión y prensa. Organizaron rezos para “defender el derecho a la vida”. Anunciaron la excomunión para quien aborte y para los legisladores que aprobaron la despenalización. Pero no todos los católicos piensan igual, ni quieren que los demás lo hagan. “No se puede imponer una sola moral”, dice Pilar Sánchez, ex monja y activista social.
De sus 61 años, 12 los pasó como monja de la congregación de las Franciscanas Misioneras de María. A los 20 decidió que quería entregar su vida a Dios, así que inició su preparación en México y luego de un año fue enviada a Roma, donde cursó teología y filosofía. En su estancia de seis años como vecina de El Vaticano, adquirió conocimientos, pero también “una visión unilateral, romano-céntrica, de lo que era el catolicismo”.
Hizo sus votos de pobreza, obediencia y castidad, sin imaginar que un día sentiría la inminente necesidad de solicitar permiso para dejar la congregación.
Pilar Sánchez estuvo en las entrañas de la Iglesia Católica. Sabe lo que dice cuando reflexiona sobre la jerarquía y sus “posturas distantes” de las prácticas de la feligresía. Unos y otros se han alejado porque hay mucha rigidez de quienes llevan las riendas de la Iglesia. “Cualquier diferencia está castigada, sometida a juicio… criminalizan todo”, comenta Pilar. “Nuestra Iglesia es inamovible, estática. Es muy autoritaria. Pero así se vuelve antiespiritual. No va con la divinidad porque Dios creó la diversidad”.
¿Te imaginas: cuánta tinta se ha gastado, cuántos spots se han pagado, cuántas marchas o procesiones de gente que quiere imponer una norma general para todos?, se pregunta en voz alta