ASIMETRIAS

I
Las imágenes fotográficas de 20 mil personas desnudas en el zócalo del Distrito Federal le dieron la vuelta a México y, diríase sin exagerar, al mundo mismo, según consignan las ediciones por Internet de muchos diarios de Europa, Asia y Nuestra América.
Este episodio tiene dialéctica propia. Es decir, no es ajeno a nuestra realidad, sino parte intrínseca de ella. No es un sucedido aislado, ocurrido de la nada, súbito e inesperado. No. Tiene vinculaciones con todos los componentes de nuestro verismo.
Cierto. No fue una ocurrencia banal, intrascendente y frívola que esas veinte mil personas se desnudaran organizadamente en nuestra comunal Plaza de la Constitución, cuyo nombre nos dice, por ejemplo, cómo nuestra Carta Magna es un instrumento tutelar.
Así es. Instrumento tutelar de las garantías individuales y sociales de todos los mexicanos sin excepción. Tutela los derechos humanos, civiles, polìticos, económicos, culturales, etcétera, que, en cotejo descarnado y cruel, son conculcados y violados.
Y la primera violación es perversa en extremo: la Constitución preside --y rige, pues es el mayor y primer ordenamiento vigente-- el quehacer variopinto de todos los mexicanos, pero a la hora de procurar e impartir justicia su alcance cesa en los hechos.
Y allí subyace ominosa, la perversidad:
Uno, un ciudadano detenido por las fuerzas coactivas bajo la sospecha fundada o infundada de la comisión presunta de un ilícito es tratado apriorísticamente como culpable. Antes de ser juzgado por el juez ya ha sido juzgado por policìas y fiscales.
II
Otro, el juzgador formal --juez, magistrado o ministro-- discierne sus fallos y decisiones con arreglo a una lógica letrística, cincelada en altorrelieve por la incuestionalidad de un código o ley reglamentaria o secundaria, no la Carta Magna.
El episodio pintoresco y espectacular de desnudez masiva es una reafirmación de esos derechos y garantías y de la voluntad colectiva de rescatar un valor: la desnudez es mímesis y, a la vez, naturaleza verísima.
Y es que en la estética clásica, la imitación de la naturaleza que no es otra cosa que la finalidad esencial del arte. El cuerpo humano, fuere como fuere, es, como todos los cuerpos de los demás seres vivientes --incluidos la flora-- funcionalidad estética.
Pero también es, además de un sentir, un parecer. El lugar escogido --la Plaza de la Constitución-- tiene simbolismo. Es la plaza del pueblo. Es la plaza para actos de comunidad y colectividad. Para decir lo que se siente y se piensa.
Esa desnudez es, cabría añadir, un telón de fondo de hechos y sucedidos cotidianos en este México de nuestros amores y, por lo mismo, de nuestras angustias, algunas de las cuales son reacciones traumáticas de impotencia.
Las angustias tienen móviles existenciales. Los mexicanos tenemos conciencia plena de que las riquezas y hermosuras y nuestro acervo histórico e identitario inclusive son objeto de la avaricia voraz de no pocos y objeto de un saqueo brutal.
III
Ese saqueo --la avaricia de mexicanos y consorcios trasnacionales de Estados Unidos y España, principalmente, entreverados unos y otros en una malla de complicidades aviesas que privilegia el lucro alevoso, desmedido y ventajoso-- es impune. Y cínico, por ende.
La dialéctica es , dígase ejemplarmente, una pita --un mecate-- que conforma la ristra, enlaza los componentes tangibles e intangibles, culturales sin duda, de ésta, y les da hilación, pues. Es lo que le da verismo a la ringlera y a la sarta.
La represión a la protesta social --que no es otra cosa que defensa de derechos y garantías sedientas de reivindicación histórica-- suele tener ese enlace dialéctico. El saqueo impúdico del país implica despojos. Y represión la reacción de los despojados.
Allí cae, como anillo al dedo, la educación. Nuestro sistema educativo ha sufrido una metamorfosis monstruosa --de Frankestein-- pues se forman mexicanos para la enajenación (o alienación) laboral y el fetichismo mercantil y consumista.
No se educa para que los mexicanos comprendamos al universo, a la naturaleza, a la vida, al hombre. No se nos educa para conocer nuestra historia, sino para olvidarla, y borrar nuestra identidad y crearnos una nueva, contraria a nosotros mismos.
Se nos está conformando una identidad antimexicana para no tener conciencia de nuestra opresión por poderes que son y que están aquí y allí, allá y acullá. Olvidar la historia, nuestro lugar en el mundo. Para olvidar que somos mexicanos. Desmexicanizarnos.
Glosario:
Mímesis: Imitación que se hace de una persona, repitiendo lo que ha dicho, remedándola en el modo de hablar y en gestos y ademanes, ordinariamente con el fin de ridiculizarla.
Ringlera: Fila o línea de cosas puestas en orden unas tras otras.
Sarta: Serie de cosas metidas por orden en un hilo, cuerda, etc.