OTRA BRILLANTE IDEA DEL LOCO PROzac
José M. Murià
En vez de buscarle chichis a las culebras, edítense libros adecuados para las bibliotecas públicas, mejórense éstas y ábranse a las horas en que puede haber lectores.
Guadalajara.- En abril de 2000 fue aprobada una ley federal para estimular la lectura que, entre otras cosas, contemplaba la creación de un Consejo Nacional de Fomento.
Como era de esperarse, durante el régimen de Fox tal instancia nunca llegó a funcionar. De hecho, del brillante sexenio del “cambio” hay un trío de datos que conviene recordar:
1. En 2003 la producción mexicana de libros registró su nivel más bajo en muchos años.
2. La importación de libros alcanzó sus niveles más altos, gracias, entre otras cosas, a grandes compras del gobierno. La exportación, en cambio, para compensar, descendió de manera alarmante. El balance de 2004 fue comprar 265 millones de dólares más de lo que vendimos al exterior. Qué lejanos aquellos tiempos en que entre México y Argentina se producía el 75 por ciento de los libros que se hacían en español.
3. Se consolidó el proceso para que cuatro grandes grupos foráneos —Planeta, Plaza y Janés, Santillana y Anaya— controlen mucho más de la mitad del mercado mexicano.
Ahora, habiendo quedado bien establecida la inutilidad del binomio Fox-Bermúdez, con el resultado de que los mexicanos compran menos libros ahora que hace seis años y, por supuesto, se lee menos también, se vuelve a la carga con otra ley que, entre otras cosas, vuelve a hablar de la creación de un Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura sumamente vago y ambiguo, que se dedicará a “impulsar”, “promover”, “estimular”, “facilitar”, etcétera, sin que se precise cómo habrán de llevarse a cabo tan nobles funciones. Pero, además, se propone ahora un anticonstitucional “precio único” para todos los libros, el cual, como siempre, redundará en perjuicio de los libreros de la provincia, quienes tendrán que hacer frente con sus utilidades a los altos costos que tiene el flete en nuestro país.
Si lo que se pretende es proteger así, como se dice, a los pequeños libreros de otros canales de distribución, saldrá el chirrión por el palito y los grandes crecerán, en tanto que los pequeños se achicarán o desaparecerán. Ello importaría en grandes ciudades porque se reduciría la oferta, lo cual en esta materia resulta sumamente grave, aunque tal vez sea ello precisamente lo que se persiga; pero en localidades más pequeñas, garantizaría que los libros simplemente no llegaran.
En vez de buscarle chichis a las culebras, edítense libros adecuados para las bibliotecas públicas, mejórense éstas y ábranse a las horas en que puede haber lectores y no cuando estos trabajen o estudien, háganse libros baratos para vender por doquier como otrora se hizo con tanto éxito, y déjese lo demás al libre mercado.
Hay otras acciones puntuales y concretas indispensables, pero de ellas hablaremos más adelante si se quitan de tales ideas mafufas...