DESAFIO
Rafael Loret de Mola
* Liderazgo Perdido
* La Apuesta de USA
* Cambio de Papeles
Uno de los más ominosos saldos de la administración foxista, continuadora fiel de las políticas neoliberales que extendieron vínculos hacia el norte a costa de extraviar afinidad y cercanía con respecto a las naciones del sur del continente, es la pérdida del liderazgo latinoamericano que, por muchos lustros, mantuvo nuestro país al amparo de las impecables líneas de su política exterior ceñidas al respeto a las soberanías ajenas como valladar contra cualquier ingerencia de las potencias del orbe. La razón contra la fuerza, sencillamente.
El deterioro, sin duda, no comenzó con el arribo del señor Fox a la Presidencia aunque éste lo llevó hasta el fondo. Si bien siempre privó la dependencia con respecto al gigante estadounidense, también es cierto que la diplomacia mexicana permitió, en más de una ocasión, exhibir los intentos colonialistas y atemperar las ambiciones desatadas de los vecinos, sobre todo en cuanto toca a la propiedad de nuestras reservas naturales con el petróleo como signo de soberanía y garantía de solvencia. Lo lamentable fue que, tras la asunción de Miguel de la Madrid a la Primera Magistratura en 1982, los equilibrios se perdieron.
En aquel deplorable periodo, extendido hasta el sacudimiento político de 1988 cuando el neocardenismo puso en jaque al priísmo continuista, dos hechos se dieron de manera paralela: el “boom” del narcotráfico, gracias al cual las inversiones con dinero sucio substituyeron a las públicas, y la arribazón de capitales estadounidenses que desplazaron, en buena medida, a los nacionales. Los inversionistas mexicanos, alertados por los vaivenes financieros y el deslizamiento incontrolable del valor del peso, optaron por sacar sus fortunas y depositarlas en los bancos del exterior al tiempo que los consorcios transnacionales ganaban espacios e influencias con la mayor facilidad y, desde luego, excepcionales condiciones. Fue parte de los valores entendidos detrás de la cortina de humo que protegió la expansión de los “cárteles” y la consiguiente contaminación de las estructuras gubernamentales y militares.
Carlos Salinas, en su momento, optó, de plano, por trabajar a favor de un “mercomún” norteamericano aun cuando las asimetrías económicas fueran un valladar insalvable. Todo quedó en el TLC si bien no faltaron los reproches, incluso desde la izquierda, en el sentido de que lo conveniente, en todo caso, era ampliar las posibilidades del mismo intentando algún equilibrio mercantil, esto es sin los candados impuestos por el proteccionismo estadounidense para favorecer a los suyos y restando ventajas a los productos mexicanos en el gran mercado de consumo. En cambio, hacia México no se dieron mayores restricciones.
Todo ello, insisto, al tiempo que las grandes mafias tomaban por asalto los hilos del verdadero poder. Ni siquiera las denuncias concretas de la DEA sobre algunos personajes claves de la trama de las complicidades, por ejemplo el secretario de Gobernación delamadridiano, Manuel Bartlett Díaz, sirvieron para matizar el paulatino avance de los “cárteles” y los zares de la droga. Como si se hubiese tratado, digo, de un acuerdo soterrado para hincarle el diente a la riqueza mexicana a través de dos bandas, una supuestamente legal y otra criminal. En esta perspectiva caímos de la mano de un gobierno profundamente contaminado.
Y la alternancia, vistas las cosas hoy, no modificó un ápice la perspectiva.
Debate
Fox mantuvo una dualidad imposible. Por una parte, aprovechando la perentoria posición de la representación mexicana en la ONU al presidir el Consejo de Seguridad, se opuso a la invasión estadounidense a Irak encendiendo la ira del “amigo George” quien le había visto como un incondicional de su causa; por la otra, inconsistente y torpe, optó por ganarse el “perdón” a costa de servir de cabildero de la Casa Blanca oponiéndose con vehemencia a la línea latinoamericana contraria al ALCA y a favor de un “mercosur” tendiente a unir a los pueblos con vertientes comunes con el propósito de no ser arrollados por el gigante del continente. Ello propició el mote que le infamó: “cachorro del imperio”.
Curioso: en México se interrumpió la tendencia política a favor de las izquierdas apenas la Casa Blanca sopesó el descuido de sus agencias de “inteligencia” más interesadas en la problemática de Medio Oriente que en los exabruptos de los líderes latinoamericanos. Y, claro, quien más se benefició fue el venezolano Hugo Chávez, a quien ahora se señala como protector de cárteles y mafias bajo el peso de una feroz corrupción. Un lugar común, sí, para contrarrestar otro, el permanente referente al “imperialismo” acuñado por Fidel Castro y ahora pendón en manos del mesiánico de Caracas.
El hecho es que el carácter voluble del señor Fox, más por incultura que por firmeza de miras, apartó a México de su liderazgo y dejó en manos de Chávez la iniciativa, acaso desbordada, para refugiarse en la unidad latinoamericana así sea sólo de palabra. Porque, a todas éstas, en realidad el presidente venezolano no ha representado, en serio, un verdadero peligro contra los capitales estadounidenses. Fíjense bien los amables lectores: las políticas en pro de las expropiaciones, lo mismo en Venezuela que en Bolivia, tienden a golpear directamente las inversiones... europeas.
No se olvide, para no perder la perspectiva, que los consorcios del viejo continente, sobre todo ibéricos, fueron adquiriendo paulatinamente los bancos sudamericanos –también los mexicanos hasta que el Citigroup impuso su ley-, ganándoselos a los norteamericanos. De allí podríamos partir para entender la extraña ecuación que acaso sostiene a Chávez más allá de las antiguas andanadas golpistas, una incluso abortada contra él que finalmente le permitió consolidarse. Nada es coincidencia en el mundo de la hegemonía estadounidense.
En el fondo de la controversia anida la sensación de que el periplo de George Bush por Latinoamérica servirá, en buena medida, para cruzar señales, guiños y fintas con el propósito de recuperar algunos de los espacios libres. La Casa Blanca jamás da salto sin huarache.
El Reto
En circunstancia así, el desafío para el presidente Felipe Calderón es enorme. Más cuando, como ya hemos dicho, se presenta como un mandatario vulnerable, débil diríamos, ante una oposición perniciosa y obcecada. Un escenario ideal para extender bienaventuranzas a las grandes transnacionales cuya única moral tiene que ver con los dividendos. Si en 1986 la “cortina de humo” sirvió al desarrollo del narcotráfico, en este 2007, la descomposición política habilita los “rescates” financieros libres de condiciones y ataduras. Todo sea para garantizar la estabilidad... de los grandes capitales.
No es sencillo el papel del gobierno mexicano en escenario así. Más nos hubiera valido no salirnos de la añeja tradición marcada por la Doctrina Estrada al impulso de la razón jurídica y la igualdad entre las naciones. Aquel valladar de dignidad desapreció bajo el peso de las apuestas económicas y el imperativo de contar con “oxígeno” destinado a salvaguardar al “establishment” invariable. Acaso tal es el discurso que lleva Bush en sus maletas para diseminarlo en cada espacio, en cada rincón de Latinoamérica.
Perdido el liderazgo, a México sólo le queda ser un testigo más.
La Anécdota
Desde Tamaulipas, un amable lector me escribe:
--Acá, en mi natal Tamaulipas, Miguel Ángel Yunes vino a dar posesión de la delegación estatal del ISSSTE al profesor Oscar Martín Ramos Salinas, quien ha sido líder sindical de la Sección 30 del magisterio y diputado federal por obra y gracia de la líder moral, la señora Gordillo.
El caso es que cuando le preguntaron a Yunes por qué un maestro era designado para ocupar un cargo del sector salud, éste respondió en tono por demás insolente:
--Bueno, ¿y qué? Yo soy abogado y soy el director general de la dependencia.
En tierra de ciegos, reza el refrán...
* Liderazgo Perdido
* La Apuesta de USA
* Cambio de Papeles
Uno de los más ominosos saldos de la administración foxista, continuadora fiel de las políticas neoliberales que extendieron vínculos hacia el norte a costa de extraviar afinidad y cercanía con respecto a las naciones del sur del continente, es la pérdida del liderazgo latinoamericano que, por muchos lustros, mantuvo nuestro país al amparo de las impecables líneas de su política exterior ceñidas al respeto a las soberanías ajenas como valladar contra cualquier ingerencia de las potencias del orbe. La razón contra la fuerza, sencillamente.
El deterioro, sin duda, no comenzó con el arribo del señor Fox a la Presidencia aunque éste lo llevó hasta el fondo. Si bien siempre privó la dependencia con respecto al gigante estadounidense, también es cierto que la diplomacia mexicana permitió, en más de una ocasión, exhibir los intentos colonialistas y atemperar las ambiciones desatadas de los vecinos, sobre todo en cuanto toca a la propiedad de nuestras reservas naturales con el petróleo como signo de soberanía y garantía de solvencia. Lo lamentable fue que, tras la asunción de Miguel de la Madrid a la Primera Magistratura en 1982, los equilibrios se perdieron.
En aquel deplorable periodo, extendido hasta el sacudimiento político de 1988 cuando el neocardenismo puso en jaque al priísmo continuista, dos hechos se dieron de manera paralela: el “boom” del narcotráfico, gracias al cual las inversiones con dinero sucio substituyeron a las públicas, y la arribazón de capitales estadounidenses que desplazaron, en buena medida, a los nacionales. Los inversionistas mexicanos, alertados por los vaivenes financieros y el deslizamiento incontrolable del valor del peso, optaron por sacar sus fortunas y depositarlas en los bancos del exterior al tiempo que los consorcios transnacionales ganaban espacios e influencias con la mayor facilidad y, desde luego, excepcionales condiciones. Fue parte de los valores entendidos detrás de la cortina de humo que protegió la expansión de los “cárteles” y la consiguiente contaminación de las estructuras gubernamentales y militares.
Carlos Salinas, en su momento, optó, de plano, por trabajar a favor de un “mercomún” norteamericano aun cuando las asimetrías económicas fueran un valladar insalvable. Todo quedó en el TLC si bien no faltaron los reproches, incluso desde la izquierda, en el sentido de que lo conveniente, en todo caso, era ampliar las posibilidades del mismo intentando algún equilibrio mercantil, esto es sin los candados impuestos por el proteccionismo estadounidense para favorecer a los suyos y restando ventajas a los productos mexicanos en el gran mercado de consumo. En cambio, hacia México no se dieron mayores restricciones.
Todo ello, insisto, al tiempo que las grandes mafias tomaban por asalto los hilos del verdadero poder. Ni siquiera las denuncias concretas de la DEA sobre algunos personajes claves de la trama de las complicidades, por ejemplo el secretario de Gobernación delamadridiano, Manuel Bartlett Díaz, sirvieron para matizar el paulatino avance de los “cárteles” y los zares de la droga. Como si se hubiese tratado, digo, de un acuerdo soterrado para hincarle el diente a la riqueza mexicana a través de dos bandas, una supuestamente legal y otra criminal. En esta perspectiva caímos de la mano de un gobierno profundamente contaminado.
Y la alternancia, vistas las cosas hoy, no modificó un ápice la perspectiva.
Debate
Fox mantuvo una dualidad imposible. Por una parte, aprovechando la perentoria posición de la representación mexicana en la ONU al presidir el Consejo de Seguridad, se opuso a la invasión estadounidense a Irak encendiendo la ira del “amigo George” quien le había visto como un incondicional de su causa; por la otra, inconsistente y torpe, optó por ganarse el “perdón” a costa de servir de cabildero de la Casa Blanca oponiéndose con vehemencia a la línea latinoamericana contraria al ALCA y a favor de un “mercosur” tendiente a unir a los pueblos con vertientes comunes con el propósito de no ser arrollados por el gigante del continente. Ello propició el mote que le infamó: “cachorro del imperio”.
Curioso: en México se interrumpió la tendencia política a favor de las izquierdas apenas la Casa Blanca sopesó el descuido de sus agencias de “inteligencia” más interesadas en la problemática de Medio Oriente que en los exabruptos de los líderes latinoamericanos. Y, claro, quien más se benefició fue el venezolano Hugo Chávez, a quien ahora se señala como protector de cárteles y mafias bajo el peso de una feroz corrupción. Un lugar común, sí, para contrarrestar otro, el permanente referente al “imperialismo” acuñado por Fidel Castro y ahora pendón en manos del mesiánico de Caracas.
El hecho es que el carácter voluble del señor Fox, más por incultura que por firmeza de miras, apartó a México de su liderazgo y dejó en manos de Chávez la iniciativa, acaso desbordada, para refugiarse en la unidad latinoamericana así sea sólo de palabra. Porque, a todas éstas, en realidad el presidente venezolano no ha representado, en serio, un verdadero peligro contra los capitales estadounidenses. Fíjense bien los amables lectores: las políticas en pro de las expropiaciones, lo mismo en Venezuela que en Bolivia, tienden a golpear directamente las inversiones... europeas.
No se olvide, para no perder la perspectiva, que los consorcios del viejo continente, sobre todo ibéricos, fueron adquiriendo paulatinamente los bancos sudamericanos –también los mexicanos hasta que el Citigroup impuso su ley-, ganándoselos a los norteamericanos. De allí podríamos partir para entender la extraña ecuación que acaso sostiene a Chávez más allá de las antiguas andanadas golpistas, una incluso abortada contra él que finalmente le permitió consolidarse. Nada es coincidencia en el mundo de la hegemonía estadounidense.
En el fondo de la controversia anida la sensación de que el periplo de George Bush por Latinoamérica servirá, en buena medida, para cruzar señales, guiños y fintas con el propósito de recuperar algunos de los espacios libres. La Casa Blanca jamás da salto sin huarache.
El Reto
En circunstancia así, el desafío para el presidente Felipe Calderón es enorme. Más cuando, como ya hemos dicho, se presenta como un mandatario vulnerable, débil diríamos, ante una oposición perniciosa y obcecada. Un escenario ideal para extender bienaventuranzas a las grandes transnacionales cuya única moral tiene que ver con los dividendos. Si en 1986 la “cortina de humo” sirvió al desarrollo del narcotráfico, en este 2007, la descomposición política habilita los “rescates” financieros libres de condiciones y ataduras. Todo sea para garantizar la estabilidad... de los grandes capitales.
No es sencillo el papel del gobierno mexicano en escenario así. Más nos hubiera valido no salirnos de la añeja tradición marcada por la Doctrina Estrada al impulso de la razón jurídica y la igualdad entre las naciones. Aquel valladar de dignidad desapreció bajo el peso de las apuestas económicas y el imperativo de contar con “oxígeno” destinado a salvaguardar al “establishment” invariable. Acaso tal es el discurso que lleva Bush en sus maletas para diseminarlo en cada espacio, en cada rincón de Latinoamérica.
Perdido el liderazgo, a México sólo le queda ser un testigo más.
La Anécdota
Desde Tamaulipas, un amable lector me escribe:
--Acá, en mi natal Tamaulipas, Miguel Ángel Yunes vino a dar posesión de la delegación estatal del ISSSTE al profesor Oscar Martín Ramos Salinas, quien ha sido líder sindical de la Sección 30 del magisterio y diputado federal por obra y gracia de la líder moral, la señora Gordillo.
El caso es que cuando le preguntaron a Yunes por qué un maestro era designado para ocupar un cargo del sector salud, éste respondió en tono por demás insolente:
--Bueno, ¿y qué? Yo soy abogado y soy el director general de la dependencia.
En tierra de ciegos, reza el refrán...