DESAFIO
Diario Libertad: Rafael Loret de Mola
* Al Borde de la Política
* Las Parejas Calculadoras
* La Dama de los Claveles
Alguna de las singularidades de la nación mexicana deben ser motivo de satisfacción íntima para todos sus hijos. Por ejemplo, desde el asesinato de Álvaro Obregón en 1928 –la sospecha sobre la autoría intelectual recayó, claro, en el presidente en ejercicio, Plutarco Elías Calles-, no se ha dado la reelección de algún mandatario nacional aun cuando las tentaciones han sido múltiples: “las fuerzas vivas” pidieron la permanencia de Miguel Alemán y Carlos Salinas, entre otros. Tampoco se le ha despejado el campo a las “primeras damas” ambiciosas como son los casos, en Argentina, de Cristina Fernández de Kirchner, y en los Estados Unidos, de la habilidosa Hillary Rodham Clinton.
Lo de los argentinos, siempre en disponibilidad para ser exportados a México con los mejores auspicios –durante el echeverriato ocurrió algo similar con los chilenos de izquierda-, es casi patológico. El icono de Evita Duarte, la primera esposa del general Perón, sirvió para que la segunda consorte del dictador, Isabelita –en realidad se llama María Estela Martínez-, pudiera ocupar la vicepresidencia y, a la muerte de su marido, ascender a la Presidencia entre barruntos de tormenta que terminaron con una secuela de escándalos y su caída, dos años después, con el consiguiente confinamiento perentorio.
Todavía hoy, las huellas de aquel drama grotesco perviven y la señora en cuestión, anciana, espera su deportación en Madrid, la capital de España que tanto simpatizó con la causa peronista. Hasta una avenida lleva el nombre del general gaucho sin que nadie se preocupe por modificarlo como sucedió con la rúa del “General Mola” –por el apellido no lo olvido-, arrancado del calendario cívico tras el fin del franquismo. Y, además, un parque se llama, cómo no, Eva Duarte de Perón. Pues allí, entre buenos recuerdos, Isabelita se refugió.
No extraña, con tales antecedentes, la desatada ambición de la señora Kirchner, de férreo carácter, quien ya ocupa un escaño senatorial a la sombra de la Presidencia y la popularidad de su marido. De acuerdo a las consabidas encuestas –ya saben los lectores lo que pienso de ellas-, Néstor, el esposo que ostenta la banda presidencial, es el mandatario mejor calificado de Latinoamérica por sus gobernados. Bueno, en tercer sitio marcha el inefable venezolano Hugo Chávez y todavía aparecen, en cuarto sitio, las botas de Vicente, arcilla vieja en manos de su rejuvenecida consorte.
Doña Cristina, la de Buenos Aires, decidió hacer proselitismo internacional, para foguearse, como lo hizo Evita a mediados del siglo pasado, entre los reflectores europeos. Su primera escala la hizo en París para alternar con la inquieta Segolene Royal, la candidata socialista a la gobierno francés quien es esposa, faltaba más, del dirigente de su partido. Segolene, por cierto, no las trae todas consigo, muy a pesar de su gracia y carisma, y no ha dejado de dar resbalones como cuando dejó pasar, en la voz de un parlamentario opositor en Líbano, el tendencioso símil entre la invasión de Israel a este país con la de los nazis a Francia. El diferendo diplomático fue, por supuesto, de cuidado.
El caso es que Cristina y Segolene tienen puntos en común indiscutibles. Viven como reinas pero se dicen socialistas; y viajan mucho para dejarse ver como si la política se tratara sólo de una inmensa pasarela. ¿O será que ésta es la moda?
Debate
Este 14 de febrero, cuando los romances brotan a flor de piel –el amor siempre compensa y da sentido-, algunas parejas y algunos políticos festejarán en grande. Uno de ellos es el diputado federal y ex candidato al gobierno de Coahuila, Jorge Zermeño Infante, quien para su boda con Astrid Casale, estructuró suculenta lista de regalos. Para no añorar, faltaba más, los aristócratas aires del porfiriato. ¿Cuándo se animan a traer los restos de Don Porfirio desde París? Con ello los paralelismos serían más marcados.
Y ahora que observo hacia el apacible rancho de San Cristóbal en donde la que fue pareja presidencial se deja seducir por los espejismos, caigo en cuenta de las grandes singularidades de México. Sólo aquí, claro, puede legislarse contra el nepotismo y, al mismo tiempo, extender todo tipo de canonjías y privilegios a la parentela asomada a los balcones de Los Pinos como lo hicieron los Bribiesca Sahagún y los Fox, entre otros, caracterizados por convertir la residencia oficial en un espléndido salón de fiestas con la concurrencia de selectos invitados, incluso la señora Lilián de la Concha, desde el punto de vista religioso la esposa de Vicente, para exaltar el feminismo político de la gran protagonista del pasado sexenio.
Pero también únicamente en México puede darse el caso de que, con todo el poder presidencial a su servicio, la influyente, tenaz, obcecada señora Marta, conocida como la parte femenina de la pareja presidencial, aun intentándolo con toda la vehemencia posible y en uso de la parafernalia gubernamental, no pudiese alcanzar su objetivo de reemplazar al marido, el inculto Vicente sin carácter, quien la dejó actuar, de hecho, como vicepresidenta intocable. Ella quiso, pero no pudo. ¡Qué perversos fuimos cuantos señalamos, a tiempo, los riesgos de una reelección simulada!
México, en el filo del abismo, va librándose de una nueva dictadura por las reacciones de una opinión pública ciertamente vulnerable si bien en permanente proceso de maduración. Por eso calaron hondo los señalamientos sobre la ambición y desmesura de la consorte presidencial, difundidos de manera oportuna y antes de qua le perspectiva internacional estimulara, aún más, los caprichos del poder desde la intimidad. Si nos tardamos unos meses, Cristina y Marta habrían hecho mancuerna.
* Al Borde de la Política
* Las Parejas Calculadoras
* La Dama de los Claveles
Alguna de las singularidades de la nación mexicana deben ser motivo de satisfacción íntima para todos sus hijos. Por ejemplo, desde el asesinato de Álvaro Obregón en 1928 –la sospecha sobre la autoría intelectual recayó, claro, en el presidente en ejercicio, Plutarco Elías Calles-, no se ha dado la reelección de algún mandatario nacional aun cuando las tentaciones han sido múltiples: “las fuerzas vivas” pidieron la permanencia de Miguel Alemán y Carlos Salinas, entre otros. Tampoco se le ha despejado el campo a las “primeras damas” ambiciosas como son los casos, en Argentina, de Cristina Fernández de Kirchner, y en los Estados Unidos, de la habilidosa Hillary Rodham Clinton.
Lo de los argentinos, siempre en disponibilidad para ser exportados a México con los mejores auspicios –durante el echeverriato ocurrió algo similar con los chilenos de izquierda-, es casi patológico. El icono de Evita Duarte, la primera esposa del general Perón, sirvió para que la segunda consorte del dictador, Isabelita –en realidad se llama María Estela Martínez-, pudiera ocupar la vicepresidencia y, a la muerte de su marido, ascender a la Presidencia entre barruntos de tormenta que terminaron con una secuela de escándalos y su caída, dos años después, con el consiguiente confinamiento perentorio.
Todavía hoy, las huellas de aquel drama grotesco perviven y la señora en cuestión, anciana, espera su deportación en Madrid, la capital de España que tanto simpatizó con la causa peronista. Hasta una avenida lleva el nombre del general gaucho sin que nadie se preocupe por modificarlo como sucedió con la rúa del “General Mola” –por el apellido no lo olvido-, arrancado del calendario cívico tras el fin del franquismo. Y, además, un parque se llama, cómo no, Eva Duarte de Perón. Pues allí, entre buenos recuerdos, Isabelita se refugió.
No extraña, con tales antecedentes, la desatada ambición de la señora Kirchner, de férreo carácter, quien ya ocupa un escaño senatorial a la sombra de la Presidencia y la popularidad de su marido. De acuerdo a las consabidas encuestas –ya saben los lectores lo que pienso de ellas-, Néstor, el esposo que ostenta la banda presidencial, es el mandatario mejor calificado de Latinoamérica por sus gobernados. Bueno, en tercer sitio marcha el inefable venezolano Hugo Chávez y todavía aparecen, en cuarto sitio, las botas de Vicente, arcilla vieja en manos de su rejuvenecida consorte.
Doña Cristina, la de Buenos Aires, decidió hacer proselitismo internacional, para foguearse, como lo hizo Evita a mediados del siglo pasado, entre los reflectores europeos. Su primera escala la hizo en París para alternar con la inquieta Segolene Royal, la candidata socialista a la gobierno francés quien es esposa, faltaba más, del dirigente de su partido. Segolene, por cierto, no las trae todas consigo, muy a pesar de su gracia y carisma, y no ha dejado de dar resbalones como cuando dejó pasar, en la voz de un parlamentario opositor en Líbano, el tendencioso símil entre la invasión de Israel a este país con la de los nazis a Francia. El diferendo diplomático fue, por supuesto, de cuidado.
El caso es que Cristina y Segolene tienen puntos en común indiscutibles. Viven como reinas pero se dicen socialistas; y viajan mucho para dejarse ver como si la política se tratara sólo de una inmensa pasarela. ¿O será que ésta es la moda?
Debate
Este 14 de febrero, cuando los romances brotan a flor de piel –el amor siempre compensa y da sentido-, algunas parejas y algunos políticos festejarán en grande. Uno de ellos es el diputado federal y ex candidato al gobierno de Coahuila, Jorge Zermeño Infante, quien para su boda con Astrid Casale, estructuró suculenta lista de regalos. Para no añorar, faltaba más, los aristócratas aires del porfiriato. ¿Cuándo se animan a traer los restos de Don Porfirio desde París? Con ello los paralelismos serían más marcados.
Y ahora que observo hacia el apacible rancho de San Cristóbal en donde la que fue pareja presidencial se deja seducir por los espejismos, caigo en cuenta de las grandes singularidades de México. Sólo aquí, claro, puede legislarse contra el nepotismo y, al mismo tiempo, extender todo tipo de canonjías y privilegios a la parentela asomada a los balcones de Los Pinos como lo hicieron los Bribiesca Sahagún y los Fox, entre otros, caracterizados por convertir la residencia oficial en un espléndido salón de fiestas con la concurrencia de selectos invitados, incluso la señora Lilián de la Concha, desde el punto de vista religioso la esposa de Vicente, para exaltar el feminismo político de la gran protagonista del pasado sexenio.
Pero también únicamente en México puede darse el caso de que, con todo el poder presidencial a su servicio, la influyente, tenaz, obcecada señora Marta, conocida como la parte femenina de la pareja presidencial, aun intentándolo con toda la vehemencia posible y en uso de la parafernalia gubernamental, no pudiese alcanzar su objetivo de reemplazar al marido, el inculto Vicente sin carácter, quien la dejó actuar, de hecho, como vicepresidenta intocable. Ella quiso, pero no pudo. ¡Qué perversos fuimos cuantos señalamos, a tiempo, los riesgos de una reelección simulada!
México, en el filo del abismo, va librándose de una nueva dictadura por las reacciones de una opinión pública ciertamente vulnerable si bien en permanente proceso de maduración. Por eso calaron hondo los señalamientos sobre la ambición y desmesura de la consorte presidencial, difundidos de manera oportuna y antes de qua le perspectiva internacional estimulara, aún más, los caprichos del poder desde la intimidad. Si nos tardamos unos meses, Cristina y Marta habrían hecho mancuerna.
(Otra cosa es, desde luego, la digna asunción de Michelle Bachelet Jeria a la presidencia de Chile. Ella, a diferencia de las mencionadas líneas arriba, no labró su carrera a golpes de estatus reflejos sino, por el contrario, amplió merecimientos con el debate democrático a través de una sólida carrera como luchadora social que incluyó dolorosos episodios de represión y tortura. Viéndola a ella no puedo dejar de pensar cuántas mujeres valiosas se esta perdiendo la escena política mexicana por la frivolidad triunfante de la nueva aristocracia).
El Reto
El aspirante a Torquemada, Manuel Espino Barrientos, el “ultra” que pretende dirigir al presidente a base de chantajes partidistas, expresó que las multitudes aplauden al paso de Vicente Fox, y de su consorte que no le suelta cabría agregar, como reconocimiento pleno... seguramente a su talento para los traspiés semánticos, tan reveladores de sus limitaciones como hombre y político. Sólo le falta concluir que un “ex presidente” no es quien pasa sino quien queda: le basta con un error ortográfico menor, tan habitual en él, para sustituir la equis del “ex” por la “ese” y leer, entonces, “es presidente”. Con ello podría demandar su derecho a seguir hospedado en Los Pinos.
¡Ah! No olvidemos que el propio señor Fox, muy orondo, expresó que la residencia oficial era, sí, “la casa de todos los mexicanos”. Fue entonces, por cierto, cuando solicité, como mexicano, proclamado así por mi tampiqueña acta de nacimiento desde el lejano 1952, una reservación para pernoctar en alguna de las románticas cabañas al fin del sendero presidencial... ¡y con desayuno incluido! Me moría de ganas de saborear algunos de los paltillos estelares de la señora como las “pechugas Presidente” –así las presentó ella en un programa de Talina Fernández-, elaboradas con pollo, naturalmente.
Hasta hoy, no he recibido confirmación alguna.
La Anécdota
--¿Ya viste la fotografía de Elba Esther con Calderón? –preguntó un familiar cercano al final de una jornada extenuante-.
Como no le respondí, puso el testimonio en mis manos. Hubiera sido mucho mejor encender el aparato televisor para adentrarnos en la emocionante secuela de “Chucky”, el muñeco diabólico. Habría dormido, sin duda, bastante mejor.
La “maestra” estrenó nuevo “look”, con el cabello recortado y con un tono ligeramente dorado, a la manera de una de las modelos de Cibeles, el evento máximo de la moda en Madrid. Esto es, como una mozuela lista a extender seducciones --que a ella no le faltan--. ¡Y qué vestido! Estampado con todas las rojas flores imaginables, incluyendo las Nochebuenas... en febrero, claro, como una señal de la prolongación de las festividades decembrinas que, en esta ocasión, nos legaron a un presidente que tomó posesión no a salto de mata sino de curules.
Tenemos a nuestra “dama de los claveles”, omnipresente y eterna, mucho más que aquella de “las camelias” de teatrales efectos. Un verdadero capullito de alelí siempre inquietante; tanto que sus “perjúmenes” penetraron y envenenaron al mandatario que se formó como demócrata para luego ser bendecido por la próspera alquimia del viejo corporativismo.
México y sus singularidades.