DESAFIO
Diario Libertad: Rafael Loret de Mola
*La Economía del Narco
*De Política y Dineros
*Pregunta en el Abismo
El tema del “lavado de dinero”, una de las industrias más extendidas y prósperas de la actualidad y de las décadas precedentes, faculta los encuentros entre los funcionarios mexicanos y estadounidenses aun cuando, de antemano, éstos saben que cuanto digan y hagan será, más bien, para publicitarse sin esperanzas de lograr resultados eficaces. Podríamos incluso subrayar que, en el fondo, atajar los flujos de capitales sucios no es de su interés si consideramos la importancia estratégica de los mismos en cuanto al desarrollo financiero global.
Hace poco recordé, en este mismo espacio, lo que significaba la economía del narcotráfico para las naciones productoras. En Colombia, por ejemplo, se considera que el 95 por ciento de la economía nacional dependía, en mayor o menor grado, de las actividades de los poderosos “cárteles” aun cuando se difundiera la historia de una sostenida “guerra” contra las mafias. Si bien algunos mandatarios de esta entrañable nación, sobre todo Andrés Pastrana y el actual Álvaro Uribe, recientemente reelecto, han sostenido una permanente campaña para revertir los hechos la realidad apunta más bien hacia un reacomodo de los grandes zares del vicio y al mantenimiento de las cosas en cuanto a las inyecciones de dinero comprometedor.
En México las cosas no son muy distintas. En octubre de 2001, por ejemplo, Editorial Grijalbo difundió el ensayo “El Negocio”, mismo que sirvió al joven periodista Carlos Loret de Mola para titularse, en el cual se encuentra un dato estremecedor: si desapareciera el narcotráfico de la vida nacional, ¡el 63 por ciento de la economía se vendría abajo! Si consideramos que las amargas secuelas de la crisis de 1995, cuando se desplomó el andamiaje financiero del país por ausencia de liquidez en el gobierno, apenas afectaron a un cinco por ciento de la economía del país y con ello se quebrantaron los ahorros de una población depauperada y maniatada por los grandes especuladores que sólo ahorran cuando se trata de los ingresos de sus trabajadores, podemos calcular lo que ocurriría al multiplicarse por trece las consecuencias.
No se trata de un juego; es una realidad. Por cierto, también se estima que el aparato productivo estadounidense sufriría un colapso que podría impactar al 24 por ciento de su economía. Una catástrofe, naturalmente, que nos haría llegar el agua al cuello... incluso a cuantos creen no tener la menor relación con el dinero sucio.
Una de las cuestiones fundamentales, aun cuando no se mencione en los largos e insulsos comunicados de prensa, es el desarrollo de las redes del narcotráfico hacia el territorio estadounidense en donde, como bien sabemos, todos le tapan el ojo al macho. Puros golpes de pecho para desarrollar la falacia de que en la poderosa nación, número uno también en cuanto a consumo de estupefacientes, los “capos” se esfuman como por encanto como si la droga pudiera distribuirse sola o por ósmosis sin la menor intervención humana. Bien sabemos que las cárceles estadounidenses están rebosantes... de extraditados a quienes sus respectivos gobiernos prefirieron entregar, incluso el de México, con tal de aliviarse de las tensiones de los cárteles por mantener a sus cabecillas en prisiones “de alta seguridad” si bien vulnerables al inmenso poder económico de los “capos” mayores.
Ninguna de las acrisoladas autoridades mexicanas ha sido capaz, siquiera, de explicar cómo, por ejemplo, podía operar Osiel Cárdenas Guillén, líder del “cártel del Golfo”, desde su confinamiento en Almoloya de Juárez a pesar de la supuesta vigilancia extrema a la que estaba sometido. Lo mismo sucede con los “padrinos” estadounidenses, invisibles a la vista vulgar. Muy conveniente, claro.
Debate
Agustín Carstens Carstens, secretario de Hacienda, es un hombre hondamente vinculado con los grandes consorcios estadounidenses. Por algo, claro, fue segundo en jerarquía en el Fondo Monetario Internacional, bajo la guía del español Rodrigo Rato quien estuvo al frente de la hacienda de su país durante el régimen de José María Aznar. La mancuerna Rato-Cartens, a decir de los expertos, fue sólida y eficaz. No hay secretos en el campo financiero para ellos ni decisión tomada a nivel global que ellos desconozcan. Así de sencillo.
(Por cierto, cuando Felipe Calderón arribó a España hace unas semanas, el derechista diario ABC saludó el encuentro del mandatario con empresarios y banqueros hispanos señalando que, por vez primera, un presidente mexicano daba prioridad a España sobre Estados Unidos en su presentación inicial como jefe de Estado, algo muy significativo en una perspectiva en la cual los grandes consorcios ibéricos cruzan ya apuestas con el gran gigante universal en cuanto a intereses e inversiones en Latinoamérica).
Carstens, desde luego, sabe y valora cuáles son sus limitaciones a pesar de que propósitos y bienaventuranzas no le faltan, menos en esta etapa de despegue cuando tanto se requiere consolidar la deteriorada imagen del gobierno mexicano en el exterior. Así como a Calderón se le mide en cada foro, a Carstens se le ubica perfectamente como un garante de los equilibrios internacionales y, como tal, comprometido con los lineamientos globales.
Don Agustín, inteligente y calculador como es, conoce a perfección cuanto impacta el narcotráfico a la economía de Latinoamérica y, desde luego, la del mundo. Y mide, a perfección, las posibles consecuencias en el aparato financiero que traería consigo una campaña eficaz contra el lavado de dinero. Esto no significa, de modo alguno, que el columnista pretenda que el funcionario arroje la toalla; más bien intenta exhibir las intenciones soterradas, es decir publicitarias, a cambio de dejar las cosas como están. ¿O, de verdad, se animará el gobierno mexicano, convulsionado, a correr los riesgos de un colapso mayúsculo en la economía nacional –cuando menos del 63 por ciento-, cuando son mayores, como nunca, sus dependencias?
Vamos, del gobierno no quedarían ni las cenizas en caso de una enérgica aplicación contra los capitales sucios. Se salvarían, si acaso, unos cuantos intocables miembros de la clase política, incluyendo a algún coordinador parlamentario con fama de negociador, sobre el rastro infamante de las complicidades.
El Reto
Desde luego, no podemos darnos el lujo de cruzarnos de brazos ante una perspectiva que entronice al mal sobre el bien. Lo señalé hace algunos meses, en Ciudad Juárez -¡cómo añoro las comidas en el Shangri-La y el calor de los buenos amigos!-, ante la percepción de la impunidad que cobija a los facinerosos mayores elevando las cortinas de humo, entre ellas las de los asesinatos de género, y cooptando a funcionarios imberbes.
Sin embargo, tampoco debe caerse en el juego perverso de las simulaciones. Así, sin matices. Porque es indudable que buena parte de los recursos sucios, los provenientes de narcotráfico para decirlo sin ambages, confluyen hacia los financiamientos políticos mayores, esto es no sólo a las campañas sino destinados también para armar y desarmar entuertos sin que parezca que los hilos del poder central se alteren.
Y es esto lo que debieran explicarnos los responsables del gobierno de la República. ¿Qué hacer para tapar los agujeros económicos, que podrían volverse cañones inmensos de una orografía profundamente contaminada, si en serio se trata de reducir el poder del narcotráfico? Para comenzar sería un lauro imperecedero meter en cintura a tantos políticos corrompidos por los cárteles. Algunos, estimo, quedarían para cerrar las puertas.
La Anécdota
Unas semanas después de su asunción presidencial, a principios de 1995, el doctor Ernesto Zedillo, el gran simulador, concedió una rueda de prensa al pie del abismo en la Barranca del Cobre, Chihuahua. Una escenografía por demás inconveniente. Estimaban entonces sus diseñadores de imagen que tal evento sería el principio de una serie de encuentros entre el mandatario y los diversos medios informativos... pero acabó siendo el único.
En ese marco, un colega estadounidense preguntó a Zedillo:
--¿Qué podría decirnos acerca de la versión sobre que usted, lo mismo que el colombiano Ernesto Samper, fue financiado durante su campaña con dinero del narcotráfico?
El mandatario, demudado, tardó unos instantes en reponerse y optó, nada más, por negar la especie secamente, sin abundar en ella:
--Eso es falso –expresó dando fin al intercambio noticioso previsto-.
Y nunca más volvió a tocarse el asunto a lo largo del sexenio. Peor todavía: tampoco después.
*La Economía del Narco
*De Política y Dineros
*Pregunta en el Abismo
El tema del “lavado de dinero”, una de las industrias más extendidas y prósperas de la actualidad y de las décadas precedentes, faculta los encuentros entre los funcionarios mexicanos y estadounidenses aun cuando, de antemano, éstos saben que cuanto digan y hagan será, más bien, para publicitarse sin esperanzas de lograr resultados eficaces. Podríamos incluso subrayar que, en el fondo, atajar los flujos de capitales sucios no es de su interés si consideramos la importancia estratégica de los mismos en cuanto al desarrollo financiero global.
Hace poco recordé, en este mismo espacio, lo que significaba la economía del narcotráfico para las naciones productoras. En Colombia, por ejemplo, se considera que el 95 por ciento de la economía nacional dependía, en mayor o menor grado, de las actividades de los poderosos “cárteles” aun cuando se difundiera la historia de una sostenida “guerra” contra las mafias. Si bien algunos mandatarios de esta entrañable nación, sobre todo Andrés Pastrana y el actual Álvaro Uribe, recientemente reelecto, han sostenido una permanente campaña para revertir los hechos la realidad apunta más bien hacia un reacomodo de los grandes zares del vicio y al mantenimiento de las cosas en cuanto a las inyecciones de dinero comprometedor.
En México las cosas no son muy distintas. En octubre de 2001, por ejemplo, Editorial Grijalbo difundió el ensayo “El Negocio”, mismo que sirvió al joven periodista Carlos Loret de Mola para titularse, en el cual se encuentra un dato estremecedor: si desapareciera el narcotráfico de la vida nacional, ¡el 63 por ciento de la economía se vendría abajo! Si consideramos que las amargas secuelas de la crisis de 1995, cuando se desplomó el andamiaje financiero del país por ausencia de liquidez en el gobierno, apenas afectaron a un cinco por ciento de la economía del país y con ello se quebrantaron los ahorros de una población depauperada y maniatada por los grandes especuladores que sólo ahorran cuando se trata de los ingresos de sus trabajadores, podemos calcular lo que ocurriría al multiplicarse por trece las consecuencias.
No se trata de un juego; es una realidad. Por cierto, también se estima que el aparato productivo estadounidense sufriría un colapso que podría impactar al 24 por ciento de su economía. Una catástrofe, naturalmente, que nos haría llegar el agua al cuello... incluso a cuantos creen no tener la menor relación con el dinero sucio.
Una de las cuestiones fundamentales, aun cuando no se mencione en los largos e insulsos comunicados de prensa, es el desarrollo de las redes del narcotráfico hacia el territorio estadounidense en donde, como bien sabemos, todos le tapan el ojo al macho. Puros golpes de pecho para desarrollar la falacia de que en la poderosa nación, número uno también en cuanto a consumo de estupefacientes, los “capos” se esfuman como por encanto como si la droga pudiera distribuirse sola o por ósmosis sin la menor intervención humana. Bien sabemos que las cárceles estadounidenses están rebosantes... de extraditados a quienes sus respectivos gobiernos prefirieron entregar, incluso el de México, con tal de aliviarse de las tensiones de los cárteles por mantener a sus cabecillas en prisiones “de alta seguridad” si bien vulnerables al inmenso poder económico de los “capos” mayores.
Ninguna de las acrisoladas autoridades mexicanas ha sido capaz, siquiera, de explicar cómo, por ejemplo, podía operar Osiel Cárdenas Guillén, líder del “cártel del Golfo”, desde su confinamiento en Almoloya de Juárez a pesar de la supuesta vigilancia extrema a la que estaba sometido. Lo mismo sucede con los “padrinos” estadounidenses, invisibles a la vista vulgar. Muy conveniente, claro.
Debate
Agustín Carstens Carstens, secretario de Hacienda, es un hombre hondamente vinculado con los grandes consorcios estadounidenses. Por algo, claro, fue segundo en jerarquía en el Fondo Monetario Internacional, bajo la guía del español Rodrigo Rato quien estuvo al frente de la hacienda de su país durante el régimen de José María Aznar. La mancuerna Rato-Cartens, a decir de los expertos, fue sólida y eficaz. No hay secretos en el campo financiero para ellos ni decisión tomada a nivel global que ellos desconozcan. Así de sencillo.
(Por cierto, cuando Felipe Calderón arribó a España hace unas semanas, el derechista diario ABC saludó el encuentro del mandatario con empresarios y banqueros hispanos señalando que, por vez primera, un presidente mexicano daba prioridad a España sobre Estados Unidos en su presentación inicial como jefe de Estado, algo muy significativo en una perspectiva en la cual los grandes consorcios ibéricos cruzan ya apuestas con el gran gigante universal en cuanto a intereses e inversiones en Latinoamérica).
Carstens, desde luego, sabe y valora cuáles son sus limitaciones a pesar de que propósitos y bienaventuranzas no le faltan, menos en esta etapa de despegue cuando tanto se requiere consolidar la deteriorada imagen del gobierno mexicano en el exterior. Así como a Calderón se le mide en cada foro, a Carstens se le ubica perfectamente como un garante de los equilibrios internacionales y, como tal, comprometido con los lineamientos globales.
Don Agustín, inteligente y calculador como es, conoce a perfección cuanto impacta el narcotráfico a la economía de Latinoamérica y, desde luego, la del mundo. Y mide, a perfección, las posibles consecuencias en el aparato financiero que traería consigo una campaña eficaz contra el lavado de dinero. Esto no significa, de modo alguno, que el columnista pretenda que el funcionario arroje la toalla; más bien intenta exhibir las intenciones soterradas, es decir publicitarias, a cambio de dejar las cosas como están. ¿O, de verdad, se animará el gobierno mexicano, convulsionado, a correr los riesgos de un colapso mayúsculo en la economía nacional –cuando menos del 63 por ciento-, cuando son mayores, como nunca, sus dependencias?
Vamos, del gobierno no quedarían ni las cenizas en caso de una enérgica aplicación contra los capitales sucios. Se salvarían, si acaso, unos cuantos intocables miembros de la clase política, incluyendo a algún coordinador parlamentario con fama de negociador, sobre el rastro infamante de las complicidades.
El Reto
Desde luego, no podemos darnos el lujo de cruzarnos de brazos ante una perspectiva que entronice al mal sobre el bien. Lo señalé hace algunos meses, en Ciudad Juárez -¡cómo añoro las comidas en el Shangri-La y el calor de los buenos amigos!-, ante la percepción de la impunidad que cobija a los facinerosos mayores elevando las cortinas de humo, entre ellas las de los asesinatos de género, y cooptando a funcionarios imberbes.
Sin embargo, tampoco debe caerse en el juego perverso de las simulaciones. Así, sin matices. Porque es indudable que buena parte de los recursos sucios, los provenientes de narcotráfico para decirlo sin ambages, confluyen hacia los financiamientos políticos mayores, esto es no sólo a las campañas sino destinados también para armar y desarmar entuertos sin que parezca que los hilos del poder central se alteren.
Y es esto lo que debieran explicarnos los responsables del gobierno de la República. ¿Qué hacer para tapar los agujeros económicos, que podrían volverse cañones inmensos de una orografía profundamente contaminada, si en serio se trata de reducir el poder del narcotráfico? Para comenzar sería un lauro imperecedero meter en cintura a tantos políticos corrompidos por los cárteles. Algunos, estimo, quedarían para cerrar las puertas.
La Anécdota
Unas semanas después de su asunción presidencial, a principios de 1995, el doctor Ernesto Zedillo, el gran simulador, concedió una rueda de prensa al pie del abismo en la Barranca del Cobre, Chihuahua. Una escenografía por demás inconveniente. Estimaban entonces sus diseñadores de imagen que tal evento sería el principio de una serie de encuentros entre el mandatario y los diversos medios informativos... pero acabó siendo el único.
En ese marco, un colega estadounidense preguntó a Zedillo:
--¿Qué podría decirnos acerca de la versión sobre que usted, lo mismo que el colombiano Ernesto Samper, fue financiado durante su campaña con dinero del narcotráfico?
El mandatario, demudado, tardó unos instantes en reponerse y optó, nada más, por negar la especie secamente, sin abundar en ella:
--Eso es falso –expresó dando fin al intercambio noticioso previsto-.
Y nunca más volvió a tocarse el asunto a lo largo del sexenio. Peor todavía: tampoco después.