LOS MEDIOS LAMBISCONES VUELVEN A AFILAR SUS LENGUAS
Francisco A. Servín
No quiero que piense usted estimado lector, que elegí al personaje que lo mismo se viste de futbolista, que hace chambas para sus patrocinadores, para iniciar mis colaboraciones del 2007.
Tampoco se vaya con la finta del título del texto, imaginando que voy a describir al tierno personaje que enfundado con chaqueta y gorrita nos hace recordar uno de los cuentos más bonitos de Walt Disney. No.
El encabezado con el que se inician las Caricaturas sin Monitos de este año se dirige al siempre polémico Andrés Manuel López Obrador. Pero, una vez más, no se deje engañar con el juego de palabras. Pues no me voy a referir al tabasqueño, en el sentido de abuso de autoridad (sueño dorado, de quien habita la casona del barrio de
Tacubaya actualmente) sino lo haré simplemente en alusión al papel que ha mantenido durante mucho tiempo: el que dicta la agenda política nacional.
Y mire usted sino, que se ha vuelto a poner en el mero centro del discurso retórico, de muchos mal llamados comunicadores, ahora que se anuncia el nuevo programa del ungido por la Convención Nacional Democrática, como presidente legitimo de México.
Ya los jilgueros, hacen meritos para ser considerados en mejores horarios o simplemente para descañonar perfectamente la barba de su jefe. Se les ve sembrando desde las primeras horas del día, las semillas que transpiran y que hace las veces de identificación entre ellos: la inquina y la calumnia.
A base de conjeturas remojadas con mala leche, fabrican los elementos necesarios para la charla cotidiana e intentan desviar la atención, de los verdaderos problemas que no tienen salida. El principal, en este momento (y haciendo gala de su prepotencia) es la desaforada avaricia con que se conducen los dueños del capital que, poniéndole una zancadilla al narcotráfico, lo han desplazado del primer lugar en la clasificación de los flagelos que soporta la sociedad en su mayoría.
También, a través de las bocanadas de bilis, se traslucen los esfuerzos, de una clase empresarial (que son de facto, los verdaderos generales de cinco estrellas) para acallar la menor provocación que tienda a mover la conciencia de los ciudadanos, sobre todo en estos momentos en que la población a base de golpes de precios ha concluido el periodo de hibernación establecido por la madre natura: la televisión.
Las descalificaciones proferidas por los "paladines" de la libertad de expresión, lo único que nos indican, es el grado de contaminación que sufre su sistema linfático, el cual ha sido inoculado con el germen del billete verde.
Es conmovedor, observar que los argumentos esgrimidos durante los meses anteriores en relación a la baja de popularidad del aguerrido político perredista, se vienen al suelo. Y, este sentimiento de ternura, se hace mayor, cuando se ve la profunda intranquilidad en que se mueven los adversarios políticos del famoso Peje, que, a pesar de tener un horario de madrugada y muy incomodo para la mayoría de la gente (la una de la mañana, los martes), tendrá mayor audiencia que muchos programas del banal de las estelas.
Por todo lo anterior, queridos amigos, estoy cierto que López Obrador, sigue siendo: el gran dictador.