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jueves, 25 de enero de 2007

ENGAÑOS DE PALACIO

Octavio Rodríguez Araujo


Calderón y la calidad de vida

Entre telarañas, cucarachas y ratas, con los vidrios rotos y humedades en varias de sus paredes (supongo), el abandonado Palacio Nacional fue, por fin, honrado con la presencia de Felipe Calderón. Y esta arriesgada visita del presidente impuesto fue para decir otra más de sus características genialidades: que la inseguridad sigue minando la calidad de vida de los mexicanos (nota de Claudia Herrera y de Alfredo Méndez en este diario).

A 53 días de gobierno (¿gobierno?) el michoacano no había visitado el Palacio Nacional. Y en la página web de la Presidencia de la República, en la sección "galería de fotos" de Los Pinos, página 4, se puede observar, todavía, un escritorio con una fotografía de Vicente Fox y de Marta Sahagún viéndose mutuamente como dos enamorados. Ya les envié una carta comentándoles esta circunstancia, pero como el habitante de Los Pinos está muy ocupado combatiendo al crimen organizado para mejorar la calidad de vida de los mexicanos, no la han corregido para poner en su lugar una foto de Calderón y Margarita, su esposa, que sería lo propio. ¿Usted tendría una página en Internet exhibiendo su casa con las fotos de los anteriores inquilinos?

Uno pensaría que Calderón es descuidado, pero no. Lo que ocurre es que dedica su tiempo a la estrategia de guerra contra el crimen organizado y a mandarle algunos capos del narcotráfico a la justicia de Estados Unidos. Con esta estrategia mata dos pájaros con un solo tiro: le hace creer a la gente que ahora sí mejorará su calidad de vida y, al mismo tiempo, recibe de las autoridades del país imperial una estrellita para la frente (¿habrá generales de seis estrellas?).

Tampoco fue descuido lo de las tortillas. No se vaya a creer. Se dejó que subiera el precio para luego llegar a un acuerdo con algunos tortilleros (no hay doble sentido) y dejarlo en 8.50 pesos, es decir, más alto que el que tenía antes. El resultado esperado, supongo, es que la economía mexicana sea estable y competitiva y que de este modo se creen más empleos. ¿Se entendió? Muy simple. Lo que ocurrió fue que uno de sus asesores le sugirió que deberían de pagar más los que más tienen, al mismo tiempo que otro, del lado opuesto, le estaba explicando que la mayoría de la población tiene hambre. Por una explicable confusión, como nos ocurre a todos cuando nos hablan dos personas al mismo tiempo, el señor de Los Pinos y visitante del derruido Palacio Nacional, entendió que había que subirle el precio a uno de los productos básicos de la dieta de los mexicanos, porque son los que más tienen... hambre. La paradoja es que las grandes empresas comerciales (los supermercados, pues) venden el kilo de tortilla a 5.80 pesos en tanto que las tortillerías de barrio lo venden a 10 y hasta 15 pesos (y no es exacto, como escribiera alguien, que los supermercados dejaran de vender el producto). ¿Ahora sí se entendió? Fácil. Como el precio de las tortillas no es oficial la Procuraduría Federal del Consumidor no puede hacer nada, ni la mayoría de la gente, salvo protestar. Y habrá protestas, pues ya se vio que con el precio de las tortillas subieron otros productos y servicios (el aumento del precio del petróleo, para que nadie se confunda, se debe a otras razones, externas).

Ahora es más cara la vida que hace unos meses, pero no deberemos preocuparnos porque habrá menos inseguridad, soldados mejor pagados, más y mejores policías y, por supuesto, coordinación de diversas fuerzas llamadas de "inteligencia" (vulgo: espionaje) para prevenir y evitar los delitos. Y todo esto en conjunto, si Calderón y los gobernadores ganan la guerra, significará mejor calidad de vida para los mexicanos.

No cabe duda de que alguien les hizo creer que la seguridad y no la comida es la principal demanda de los mexicanos, lo que quiere decir que la marcha del 27 de junio de 2004 caló hondo... entre la clase media que sí come, y come bien. Pero esto no debe sorprender: éste no es un gobierno de empresarios para empresarios, sino de clase media para empresarios. Hay diferencia. Y, para evitar dudas al respecto, Calderón Hinojosa acaba de citar a Benito Juárez (en Los Pinos, no en Palacio Nacional) en relación a los sueldos de los funcionarios: éstos deben permitirles "vivir en la justa medianía", es decir, entre la opulencia y la pobreza o, de otra manera, como la clase media. ¿Y por qué no con salario mínimo? Este sería hasta educativo. Con salario mínimo los funcionarios sabrían para qué alcanza y entenderían mejor las necesidades del pueblo. ¿Cuántas tortillas comería Eduardo Sojo si ganara un salario mínimo?