DESAFIO
Rafael Loret de Mola
* Trabajo Presidencial
* Y Empleos a la Baja
* Las Manos Levantadas
Felipe Calderón se fijó, como objetivo central de su gobierno, la creación de empleos. Lo hizo sin el menor rubor aun cuando la administración foxista, proveniente del mismo partido, cargaba el lastre de la ineficacia en el renglón como consecuencia de una política dispuesta para privilegiar la especulación y la llamada macroeconomía, la de los grandes capitales, en detrimento de los equilibrios sociales básicos. En campaña, Calderón no se asumió como defensor del gobierno, tampoco fue su detractor, insistiendo en la promoción del trabajo como elemento sustantivo y crítico por los rezagos evidentes. Era un discurso con valores entendidos.
En diciembre, luego de la accidentada asunción de Felipe a la Primera Magistratura, la tendencia no varió. Según las estadísticas del INEGI, no siempre impolutas por su condición oficial, durante los treinta y un días del último mes de 2006, el de los sacudimientos políticos extremos y la recurrencia permanente de la demagogia para atemperar los ánimos exaltados, se perdieron en el país, nada menos, 134 mil 400 fuentes de trabajo, una de las cifras más altas de los últimos tiempos y prueba fehaciente del desacertado rumbo señalado por la derecha incapaz de desprenderse de aquellos aliados que fueron también cómplices del viejo régimen, esto es casi todos los integrantes de la cerrada cúpula de los triunfadores listos a alcanzar la gloria de los primeros sitios entre los mayores multimillonarios del planeta.
Las distancias, por supuesto, se han ahondado dramáticamente y ello, por sí, significa no sólo una calificación reprobatoria para el primer régimen surgido de la alternancia sino también una severa condena histórica: si el prometido cambio no matizó las tremendas desigualdades de clase y, por el contrario, las ahondó, ¿es factible esperar una sentencia feliz para quienes convirtieron las funciones públicas en tareas gerenciales al servicio de los poderosos, esto es de la nueva aristocracia mexicana? Hablamos de hechos y de cifras avaladas por el propio sector público.
Por supuesto sería torpe abonar a la incipiente administración de Calderón la tendencia hacia la baja en materia de empleos. Es obvio que el nuevo régimen sólo ha tenido tiempo para intentar alternativas y poner en práctica algunos correctivos que permitan detener la caída y atemperar la irritabilidad colectiva, sobre todo la desesperanza y la frustración que son frutos, claro, de la recurrente demagogia con la cual se dibuja un horizonte pleno -¿recuerdan los mensajes publicitarios de los Fox o ya los olvidamos?- sobre una realidad obviamente distinta y agobiante.
Lo que sí ha debido hacer el nuevo mandatario es colocar los cimientos del nuevo edificio del empleo exhibiendo el andamiaje podrido de la especulación alentada por su antecesor. De no hacerlo persistirá la idea de que la decantada continuidad implica igualmente el sostenimiento de las políticas que abrieron más la brecha entre unos pocos ricos-socios y una mayoría de pobres obligados a aceptar sueldos miserables con tal de tener alguna ocupación en un entorno en donde las oportunidades menguan si bien se amplían los réditos de los inversionistas. Una relación acaso eficaz en el terreno económico pero evidentemente inmoral en el plano social.
De continuar la tendencia marcada en diciembre, estaremos hablando de una pérdida anual de empleos cercana a un millón 600 mil plazas. ¿No debía ser al revés de acuerdo a lo prometido por el farsante de San Cristóbal, beneficiario directo de la impunidad?
Debate
En su programado viaje a Davós, Suiza, en donde cada doce meses se fijan los derroteros económicos que para algunos son “candados”, Calderón hará escalas en Gran Bretaña, Alemania y España, tres naciones claves del viejo continente, por su solidez económica y su despegue espectacular, para las expectativas de desarrollo en Latinoamérica. Recuérdese que cuando Carlos Salinas, en 1989 y durante su primer año de gestión presidencial, miró hacia el mismo sitio no tuvo la respuesta esperada a causa de los tremendos sacudimientos que siguieron a la caída del muro de Berlín –luego de la cual debió abrirse Europa occidental para integrar a la oriental-, y la desintegración de la Unión Soviética, el último de los contrapesos frente al poderío norteamericano.
Intentar de nueva cuenta llamar la atención de los europeos buscando alientos financieros importantes –por allí podría comenzar el imperativo de “sembrar” empleos-, podría significar mayores presiones por parte de la hegemonía estadounidense cada vez más celosa de cuanto hacen o pretenden sus naciones satélites. No se soslaye el hecho de que, por ejemplo, las políticas estatizadoras en el sur del continente han sido lesivas sobre todo para los consorcios europeos y en concreto los españoles. A Evo Morales le observan en España como si se tratara de uno de los “mayas” de Mel Gibson –esto es sin más valor que el sanguinario a despecho de la cultura, la creatividad y la ciencia de un pueblo grande y maravilloso-.
El reto para Calderón estriba en encontrar rutas por donde caminar sin encontrarse con los escollos estadounidenses. Salinas, en su momento, no tuvo más opción que plegarse. Recuérdese que, tras su primer periplo europeo a unos meses de su asunción presidencial, acabó proponiendo, como era el proyecto de Bus padre, la consolidación de un “mercomún” entre las naciones de América del Norte sin soslayo de las tremendas asimetrías entre Canadá, Estados Unidos y México; luego, el propio mandatario corrigió, solicitando no hacer eco ni más ruido sobre aquella declaración ligera, para concentrarse en la elaboración del Tratado de Libre Comercio.
En la perspectiva europea sería necesario ratificar el acuerdo entre México y la Unión que fue signado al final del periodo de Ernesto Zedillo. Quizá éste sea uno de los objetivos de Calderón quien, para iniciar su trayecto, invitó a comer a Los Pinos al ex presidente que creó las condiciones, por su negativo acento social, para el justo reclamo a favor del cambio. Le llamé entonces el gran simulador. Y tal calificativo, sin duda, también merece ser ratificado.
El Reto
No se nos olvide la llamada “cláusula de democratización” que ahora algunos analistas pretenden soslayar o ignorar. No faltan quienes, incluso, insisten en que ni siquiera existe. Lo curioso del asunto es que, más allá de las especulaciones, los elementos se dieron, como se previó, en pro de la alternancia aun cuando ésta no significara revulsivos mayores. Es decir, los efectos confirmaron la causa y tal es una realidad incontrovertible.
Por la tal cláusula, el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea quedó formalizado pero sin sustento práctico. ¿Y el sexenio de Fox, entonces, para qué sirvió? El ex mandatario realizó viajes sin rendir cuentas cabales ni demostrar resultados efectivos. Por aquí y por allá, las anécdotas, incluso las derivadas de la telenovela rosa de la pareja presidencial, fueron más sustantivas que los acuerdos a futuro. La prueba, contundente está en la magra estadística de diciembre: 134 mil 400 empleos se perdieron como aportación y legado finales del falsario.
La Anécdota
En la última semana de abril de 2006, Felipe Calderón, exultante porque le habían decretado vencedor del primer debate entre los candidatos presidenciales, visitó Guanajuato. Durante su escala en San Miguel de Allende, en donde no se vieron más que ancianos, mujeres y curiosos a falta de campesinos en edad productiva, pidió a la multitud:
--Vamos a ver. Levanten la mano quien tenga un familiar trabajando ahora en los Estados Unidos.
La respuesta fe casi unánime: la plaza principal de la ciudad que es fragua de la Independencia se cubrió de brazos en alto.
* Trabajo Presidencial
* Y Empleos a la Baja
* Las Manos Levantadas
Felipe Calderón se fijó, como objetivo central de su gobierno, la creación de empleos. Lo hizo sin el menor rubor aun cuando la administración foxista, proveniente del mismo partido, cargaba el lastre de la ineficacia en el renglón como consecuencia de una política dispuesta para privilegiar la especulación y la llamada macroeconomía, la de los grandes capitales, en detrimento de los equilibrios sociales básicos. En campaña, Calderón no se asumió como defensor del gobierno, tampoco fue su detractor, insistiendo en la promoción del trabajo como elemento sustantivo y crítico por los rezagos evidentes. Era un discurso con valores entendidos.
En diciembre, luego de la accidentada asunción de Felipe a la Primera Magistratura, la tendencia no varió. Según las estadísticas del INEGI, no siempre impolutas por su condición oficial, durante los treinta y un días del último mes de 2006, el de los sacudimientos políticos extremos y la recurrencia permanente de la demagogia para atemperar los ánimos exaltados, se perdieron en el país, nada menos, 134 mil 400 fuentes de trabajo, una de las cifras más altas de los últimos tiempos y prueba fehaciente del desacertado rumbo señalado por la derecha incapaz de desprenderse de aquellos aliados que fueron también cómplices del viejo régimen, esto es casi todos los integrantes de la cerrada cúpula de los triunfadores listos a alcanzar la gloria de los primeros sitios entre los mayores multimillonarios del planeta.
Las distancias, por supuesto, se han ahondado dramáticamente y ello, por sí, significa no sólo una calificación reprobatoria para el primer régimen surgido de la alternancia sino también una severa condena histórica: si el prometido cambio no matizó las tremendas desigualdades de clase y, por el contrario, las ahondó, ¿es factible esperar una sentencia feliz para quienes convirtieron las funciones públicas en tareas gerenciales al servicio de los poderosos, esto es de la nueva aristocracia mexicana? Hablamos de hechos y de cifras avaladas por el propio sector público.
Por supuesto sería torpe abonar a la incipiente administración de Calderón la tendencia hacia la baja en materia de empleos. Es obvio que el nuevo régimen sólo ha tenido tiempo para intentar alternativas y poner en práctica algunos correctivos que permitan detener la caída y atemperar la irritabilidad colectiva, sobre todo la desesperanza y la frustración que son frutos, claro, de la recurrente demagogia con la cual se dibuja un horizonte pleno -¿recuerdan los mensajes publicitarios de los Fox o ya los olvidamos?- sobre una realidad obviamente distinta y agobiante.
Lo que sí ha debido hacer el nuevo mandatario es colocar los cimientos del nuevo edificio del empleo exhibiendo el andamiaje podrido de la especulación alentada por su antecesor. De no hacerlo persistirá la idea de que la decantada continuidad implica igualmente el sostenimiento de las políticas que abrieron más la brecha entre unos pocos ricos-socios y una mayoría de pobres obligados a aceptar sueldos miserables con tal de tener alguna ocupación en un entorno en donde las oportunidades menguan si bien se amplían los réditos de los inversionistas. Una relación acaso eficaz en el terreno económico pero evidentemente inmoral en el plano social.
De continuar la tendencia marcada en diciembre, estaremos hablando de una pérdida anual de empleos cercana a un millón 600 mil plazas. ¿No debía ser al revés de acuerdo a lo prometido por el farsante de San Cristóbal, beneficiario directo de la impunidad?
Debate
En su programado viaje a Davós, Suiza, en donde cada doce meses se fijan los derroteros económicos que para algunos son “candados”, Calderón hará escalas en Gran Bretaña, Alemania y España, tres naciones claves del viejo continente, por su solidez económica y su despegue espectacular, para las expectativas de desarrollo en Latinoamérica. Recuérdese que cuando Carlos Salinas, en 1989 y durante su primer año de gestión presidencial, miró hacia el mismo sitio no tuvo la respuesta esperada a causa de los tremendos sacudimientos que siguieron a la caída del muro de Berlín –luego de la cual debió abrirse Europa occidental para integrar a la oriental-, y la desintegración de la Unión Soviética, el último de los contrapesos frente al poderío norteamericano.
Intentar de nueva cuenta llamar la atención de los europeos buscando alientos financieros importantes –por allí podría comenzar el imperativo de “sembrar” empleos-, podría significar mayores presiones por parte de la hegemonía estadounidense cada vez más celosa de cuanto hacen o pretenden sus naciones satélites. No se soslaye el hecho de que, por ejemplo, las políticas estatizadoras en el sur del continente han sido lesivas sobre todo para los consorcios europeos y en concreto los españoles. A Evo Morales le observan en España como si se tratara de uno de los “mayas” de Mel Gibson –esto es sin más valor que el sanguinario a despecho de la cultura, la creatividad y la ciencia de un pueblo grande y maravilloso-.
El reto para Calderón estriba en encontrar rutas por donde caminar sin encontrarse con los escollos estadounidenses. Salinas, en su momento, no tuvo más opción que plegarse. Recuérdese que, tras su primer periplo europeo a unos meses de su asunción presidencial, acabó proponiendo, como era el proyecto de Bus padre, la consolidación de un “mercomún” entre las naciones de América del Norte sin soslayo de las tremendas asimetrías entre Canadá, Estados Unidos y México; luego, el propio mandatario corrigió, solicitando no hacer eco ni más ruido sobre aquella declaración ligera, para concentrarse en la elaboración del Tratado de Libre Comercio.
En la perspectiva europea sería necesario ratificar el acuerdo entre México y la Unión que fue signado al final del periodo de Ernesto Zedillo. Quizá éste sea uno de los objetivos de Calderón quien, para iniciar su trayecto, invitó a comer a Los Pinos al ex presidente que creó las condiciones, por su negativo acento social, para el justo reclamo a favor del cambio. Le llamé entonces el gran simulador. Y tal calificativo, sin duda, también merece ser ratificado.
El Reto
No se nos olvide la llamada “cláusula de democratización” que ahora algunos analistas pretenden soslayar o ignorar. No faltan quienes, incluso, insisten en que ni siquiera existe. Lo curioso del asunto es que, más allá de las especulaciones, los elementos se dieron, como se previó, en pro de la alternancia aun cuando ésta no significara revulsivos mayores. Es decir, los efectos confirmaron la causa y tal es una realidad incontrovertible.
Por la tal cláusula, el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea quedó formalizado pero sin sustento práctico. ¿Y el sexenio de Fox, entonces, para qué sirvió? El ex mandatario realizó viajes sin rendir cuentas cabales ni demostrar resultados efectivos. Por aquí y por allá, las anécdotas, incluso las derivadas de la telenovela rosa de la pareja presidencial, fueron más sustantivas que los acuerdos a futuro. La prueba, contundente está en la magra estadística de diciembre: 134 mil 400 empleos se perdieron como aportación y legado finales del falsario.
La Anécdota
En la última semana de abril de 2006, Felipe Calderón, exultante porque le habían decretado vencedor del primer debate entre los candidatos presidenciales, visitó Guanajuato. Durante su escala en San Miguel de Allende, en donde no se vieron más que ancianos, mujeres y curiosos a falta de campesinos en edad productiva, pidió a la multitud:
--Vamos a ver. Levanten la mano quien tenga un familiar trabajando ahora en los Estados Unidos.
La respuesta fe casi unánime: la plaza principal de la ciudad que es fragua de la Independencia se cubrió de brazos en alto.
--Pues vamos a trabajar para que no se vayan y se queden aquí. Por eso seré el presidente del empleo.
Lo que no dijo Calderón es que en Guanajuato ya no puede señalarse al ominoso pasado priísta para exaltar todos los reclamos: el PAN está en el poder estatal desde 1991, tres lustros ya, y además ya lleva un sexenio completo, más un mes y veinticinco días, en la Presidencia de la República. Si se mira hacia atrás la senda es azul hasta muchos, muchos kilómetros atrás.