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miércoles, 25 de octubre de 2006

YUNQUISTAS CONTRA CALDERONISTAS

Calderón y su guerra civil


Se trata de una confrontación de tres ejércitos que a pesar de sus diferencias se mantuvieron unidos hasta el 2 de julio

" No hay peor político que el político desempleado", dice la jerga política. Y en efecto, los de la sucesión presidencial mexicana son tiempos de desempleo y de búsqueda de ocupación para los políticos. Pero además son tiempos de guerras intestinas, intramuros de los partidos políticos y, sobre todo, en las filas de la fuerza política que alcanzó el poder, que promete rentables empleos.

Y si no es una guerra civil la que viven el Partido Acción Nacional y el círculo de leales del presidente electo -centros de poder en donde las batallas no dan tregua-, cómo se parece a una furibunda batalla entre hermanos de partido, que guerrean por los mejores lugares, por las jerarquías de poder y por colarse al círculo de los preferidos. Y si ese es el espectáculo que nos ofrecen cuando aún no arranca la nueva administración, ¿qué podemos esperar de las luchas sucesorias para 2012?; disputa que para aquel que se precia de buen político empezará precisamente el 1 de diciembre de 2006. Pero no es una guerra cualquiera. Se trata de una confrontación en la que participan tres ejércitos que a pesar de sus diferencias se mantuvieron medianamente unidos hasta antes del 2 de julio, pero que se han divorciado en la peculiar "piñata" del botín. En esta etapa todos se dicen merecedores de una tajada de poder y del futuro político que eso significa. Por eso, en esa batalla se olvidan parentescos y afinidades, las diferencias se vuelven irreconciliables y sólo vale la pertenencia grupal.

Así, el Partido Acción Nacional se fraccionó en dos grandes grupos; los calderonistas y aquellos surgidos de la asociación nacional de El Yunque, quienes casualmente respaldaban a Santiago Creel, el derrotado precandidato presidencial. Los yunquistas son comandados por el presidente del partido, Manuel Espino, quien se ha empeñado en crear un clima de guerra con Felipe Calderón, el presidente electo que parece dispuesto a excluir de su gobierno a ese sector de la ultraderecha que asaltó al PAN desde 1999, cuando se convirtió en el aparato político que arropó la candidatura presidencial de Vicente Fox.

Pero esa guerra entre Calderón y El Yunque tampoco es una disputa cualquiera, porque en el más reciente sexenio la ultraderecha se fortaleció en todos los centros de poder de Acción Nacional, hasta convertirse en gobierno. Los ejemplos sobran; El Yunque se apoderó no sólo del aparato del PAN, sino de centros estratégicos del gobierno de Fox -como es el caso de Ramón Muñoz-, y gobiernos estatales como el de Guanajuato, sólo por citar algunos casos. Pues bien, resulta que mediante la presión política, El Yunque y sus afiliados pretenden doblegar al nuevo gobierno, reclaman espacios y su parte del botín. Y en esa guerra no hay cuartel, a pesar de que Manuel Espino pudiera ser enviado a una embajada de partido.

Pero entre los calderonistas, antaño unidos en su lucha contra los yunquistas, también se desató una batalla que coaguló a los leales de Calderón en dos bloques en disputa. Las facciones son lideradas por Josefina Vázquez Mota y Juan Camilo Mouriño, mariscales condecorados por el triunfo electoral de Felipe Calderón que guerrean por hacer prevalecer sus estrategias en el diseño del nuevo gobierno pero, sobre todo, en meterse ellos y sus grupos en las mejores posiciones. La guerra ya salió de los elevados muros del primer círculo del presidente electo y a través de los medios se lanzan mutuamente misiles, que dejan ver no tanto el tamaño de la guerra, como el peso del poder en disputa.

Lo preocupante del asunto es que a los ojos de la opinión pública se envía el mensaje de que Felipe Calderón quedó atrapado en las disputas de poder, cuando el mandato popular que significa la elección presidencial ni siquiera es asumido. Y no llama la atención la pelea por las porciones de poder que estarán en juego al arranque del nuevo gobierno -porque la lucha por el poder es condición humana-, sino el triste espectáculo que ofrecen quienes pudieran, o no, ser parte de la nueva administración Una muestra de debilidad del futuro presidente, quien no logra, siquiera, poner orden en casa.

Pero existe un tercer ejército en guerra. Se trata del bloque de los ex priístas -salinistas y zedillistas-, incrustados en las filas del calderonismo en la recta final del pasado proceso electoral. Y en ese frente de guerra también hay quienes se acreditan la paternidad del chamaco, ya que al colocarse del lado de Calderón en el último momento habrían colaborado con el ganador. En realidad asisten al cobro de facturas por el siempre rentable oportunismo político, que paga bien. Y por eso han desplegado sus tropas por las posiciones y el reparto del botín.

El problema es que son muchos los políticos desempleados, entre los felipistas, yunquistas y ex priístas, que flaco favor le hacen al futuro presidente con sus luchas. Pero el problema lo creó el propio Felipe Calderón, quien en el pecado lleva la penitencia, dado que anunciará los empleos hasta finales de noviembre. Y mientras tanto tendrá en casa una virtual guerra civil. Al tiempo.

El Universal



A poco creia FeCAL que estaban unidos por él?, niguas todos los FeCALISTAS y Yunquistas solo le hicieron creer eso al pobre enano (que por cierto ya trae tinte en el pelo, jua jua se lo pinto de negrito, para ocultar que ya de plano no aguanta tanta presión), todo ese atajo de hipocritas, falsos mesias solo estan sobre las riquezas de México, como su petroléo, los mares, oceanos, sobre la tala clandestina de árboles en el sureste de México.
Lo interesante aqui es que ellos solos se desgreñen para que al final un resentido y amargado yunquista o fecalista suelte la sopa y acepte que si llevaron a cabo el fraude electoral.