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martes, 30 de noviembre de 2010

La toma de Zacatecas y algo más

Diario de Chiapas: Rafael Cardona

Nada en el mundo político es casual. En todo caso es causal. 
La embestida del gobierno zacatecano en contra de la ex gobernadora Amalia García tiene muchas causas políticas (todo en la política es político, como dijo Perogrullo) y otras exclusivamente administrativas. Una de ellas, quizá la menos importante, pero altamente significativa, fue la negativa de la señora de entregar oportunamente documentos finales de su administración. 
Los llamados “libros blancos” llegaron a manos del actual gobernador zacatecano, Miguel Alonso, amparados en un decreto de emergencia, apenas dos horas antes de la toma de posesión el pasado 12 de septiembre.


Amalia García escondió hasta el límite todos los datos cuyo seguimiento llevaría al más lerdo auditor a conclusiones escandalosas como esas con las cuales ahora se pretende exigirle, tardíamente, cuentas inexplicables, entre ellas, las relacionadas con préstamos a particulares desde la secretaría de Finanzas, sin garantías, ni facultades para hacerlo y lo todavía peor: sin ánimo visible de cobranza, como ocurrió –por dar un ejemplo entre los muchos disponibles por esta columna— en el caso de Cruz Cárdenas, secretario particular, mientras que la senadora y responsable del DIF local, Claudia Corichi, hija de la ex gobernadora, recibió nada más un empréstito de cinco millones de pesos. 
La presencia política y administrativa de la señora Corichi (el Senado y el DIF) fue entre los muchos excesos casi monárquicos de la señora García, madre suya, uno de los abusos de poder más ofensivos para la sociedad zacatecana. 


Obviamente quienes han logrado posiciones políticas (una candidatura al gobierno de Hidalgo es una posición política) la defienden con febles argumentos como este: “...Se acusa a la ex gobernadora de haberla llevado al senado (a su hija), siendo que la legisladora ganó conforme a las reglas perredistas su postulación en la lista de candidaturas plurinominales”.
Obviamente si la madre de una persona sin mayor trayectoria ha sido presidenta de ese partido, las cosas se presentan favorables y notoriamente ventajosas en relación con otros aspirantes. 


El nepotismo no se ejerce nada más mediante el nombramiento directo sino también con el respaldo, recomendación o ejercicio de las “cuotas” inherentes a la condición de un ex dirigente. Impulso o empuje hereditario, como se quiera ver. 
Las reglas perredistas se aplican igual a todos, pero no todos son iguales.

Es como sucede en un caso similar: Emilio González, el Niño verde, llegó al senado, pero sin la intervención de su papá, el dueño de un partido en aquel tiempo de coyuntural importancia. O si el ex alcalde de Huixquilucan estuviera ahí por su talento. No nos hagamos como si la virgen nos hablara, para usar uno de los mexicanismos recientemente aceptados y adoptados por la Academia de la Lengua.
Pero el caso ya se veía venir. No hacía falta demasiada clarividencia. El 13 de septiembre esta columna publicó: 


“...Ningún bien le haría al turbio PRD una ex presidenta inmersa en un proceso por corrupción y enriquecimiento indebido. Y eso lo sabe Amalia y eso sirve para todos los casos donde ha habido alternancia. En la política, como en otra actividad debe privar el espíritu de cuerpo.


“El PRI ha dejado las cosas muy claro. No se regresa para fracasar. 
“Por eso cuando Reyes condena el nepotismo y los escándalos patrimonialistas de García, los aplausos son enormes, tanto como piedras caídas del cielo. 


“Por eso la ex gobernadora se escabulle a la salida para recibir el aplauso de los suyos: sus parientes y sus guardaespaldas, quienes en la calle Villalpando la despiden con abrazos y alguna furtiva lagrimita. Sin disimular su mohín Amalia se sube al asiento delantero de su automóvil, un Bora negro placas ZGB.92.71. 
“Y se aleja. Quizá pensando en lo inconveniente de haber hecho entre otras cosas, un decreto protector bajo el cual se cobijó e impidió una transición políticamente correcta”.



Pero la respuesta de doña Amalia también fue predecible: se trata de una venganza política, es un linchamiento; nada indebido hice, repetiría todos mis actos, etcétera. 
Y mientras en Zacatecas ya algunos preparan las escobas, ella (en entrevista con José Cárdenas) denuncia una cacería de brujas y se monta en un argumento soso y flaco: no nos avisaron, se violentó el procedimiento de las auditorías, no le permitieron a nadie aportar elementos aclaratorios, “si es que hay dudas”. 


Pero las cosas, tal como se presentan en el informe preliminar del contralor Guillermo Huizar, permiten cualquier cosa, menos la duda. 
Fueron tan obscenos los hechos de danzas millonarias como para satisfacer a cualquier. Al menos los datos ya presentados, cuya preliminar condición hace suponer un abismo todavía más profundo en la moralidad del ejercicio del poder. 


Estos son algunos datos cuya contundencia permite compartir la indignación de los zacatecanos: ocupa el lugar 26 nacional en el índice de Desarrollo Humano, según la Organización de las Naciones Unidas; tiene el sitio 28 en nuestro país en generación de riqueza; cuenta con un Producto Interno Bruto menor al uno por ciento; en materia de competitividad, está en el vigésimo tercer sitio nacional. 


La capital del estado ha descendido 11 lugares y de 60 urbes mexicanas ocupa la posición 53.
A pesar de esto, para distraer y al mismo tiempo promover con un poco de circo su figura de gobernadora (quien volvería a hacerlo, ha dicho), doña Amalia tiró a la basura ciento dos millones de pesos en la fugacidad musical de conciertos de Plácido Domingo, Alejandro Sanz y el eximio Juan Gabriel. 


Esa cifra, ha dicho el contralor, no se alcanza ni sumando los presupuestos de los 22 municipios zacatecanos más pobres, cuyos habitantes, por cierto, no disfrutaron siquiera de la prescindible música. 
La próxima magna función se podría dar con “La urraca ladrona” de Rossini, dirigida por ejemplo, por Alondra de la Parra. 


Y por si fuera poco, y para seguir con aquello de las cacerías de brujas y brujos, Tomás Torres, senador de la República, se sale del PRD antes de ver cómo lo echan.


Todos sabemos los antecedentes: en septiembre pasado y tras los desórdenes en el proceso de selección del candidato, la desbandada hacia el PRI y los quebrantos en el PRD originados desde el choque irremediable entre Amalia García y Ricardo Monreal, del cual éste ha salido hasta ahora victorioso, la secretaria general del PRD, Hortensia Aragón, promovió un proceso de expulsión en contra de TT. 


Valga aquí una digresión: finalmente tras todo ese desorden, la postulación perredista la obtuvo Antonio Mejía Haro, cuyo coordinador de campaña Gerardo Romo recibió por cierto uno de estos “créditos blandos” por 490 mil pesos. Pero sigamos con eso de la expulsión.
Eso estaba decidido desde antes.

Los hechos recientes solamente aceleraron la aplicación del resolutivo con lo cual los siempre inoportunos perredistas se dieron un tiro en una de sus extremidades delanteras.
Ante una acusación de linchamiento y cacería de brujas, practican el primero y desatan lo segundo en contra de un senador cuya presencia buena falta les hace en las actuales condiciones de raquitismo político electoral.

Pero esa es la “chuchipolítica”. 
Pronto TT podría militar abiertamente con Monreal en el PT o irse, si quiere, al PRI donde lo esperan con las puertas abiertas. Por lo pronto envía una carta donde dice, muy bien, me han separado de manera unilateral, no han querido analizar las causas de su estrepitosa derrota, pues bien, yo me quedo con la fama de ser el más productivo de los senadores en pos de leyes favorables para mi estado. 
Y como diría Brozo, si tienen tele, ¡a’í se ven!.