La traición exaltada hasta en la fiesta

María Teresa Jardí

Así como a la derecha hay cosas que la alertan. Es tiempo de que los ciudadanos nos pongamos, todos, las pilas. Ya es tarde incluso para adelantarnos. Pero habría que hacer el esfuerzo colectivo de entender y denunciar a tiempo, incluso para no vernos obligados a combatir cuando ya está lo que la crónica desde mucho antes alerta.

No debió ser —-estoy segura—- un secreto tan bien guardado, como para no despertar de nadie la alerta, lo de la construcción panista de la estatua de los Montejo.

Una manera como otra cualquiera de allegarse unos cuantos millones más para engrosar los bolsillos de los que sabían inminente su salida defenestrados por el pueblo que el voto nunca más quizá les concedería. Una afrenta al pueblo maya. Una bofetada a los yucatecos que los echaban a la basura de la historia, quizá para siempre, una mancha para un Estado que se distingue por su cultura, incluso jurídica, un deshonor para la patria machacada hasta la ignominia.

Los cuestionamientos debieron empezar antes de votar por la llegada de la alcaldesa priísta. Debieron obtener, antes de conceder con el voto el triunfo, el compromiso de retiro de la estatua de la ignominia. Una vergüenza la tardanza en el retiro de la misma. Ojalá y no quede demostrado, que el PRI, ese voto en Mérida, no se merecía.

De eso tratan los candados que la ciudadanía pone en lugares donde unos cuantos no se encuentran por encima de los otros muchos del todo. Y los otros, muchos, por debajo de unos cuantos también del todo.

Lo mismo se le puede decir a Monreal, que siendo legislador y habiendo sido gobernador, recién denuncia la existencia de los escuadrones paramilitares que en el país operan y abundan. No había que esperar al desfile demostrativo de la fuerza bruta para enterarse del terror que significa el ejército paramilitar de hombres de negro que García Luna encabeza. No había que esperar para denunciarlo, a la evidencia, apenas esbozada por la parada militar, que ejércitos incluso invasores llevara, para darse cuenta de que al “favorito” el usurpador le da lo que pida. En toda dictadura ha existido siempre el perverso, pervertido, que detrás del trono el terror impone, como control, para el pueblo, de su existencia. El que no elige por compañero a la razón obligado se ve a llevar por amante a la fuerza con la que a la razón y a la justicia se ejecuta.

Desde el asesinato artero, e impune, de Abraham Polo Uscanga, por haberse atrevido a denunciar públicamente que la conservadora derecha se iba cambiando las leyes para gobernar, para sí y a su manera, a nuestro pobre país, era una crónica anunciada lo que hoy ya está aquí, quizá sin posible reversa, al menos en el corto plazo, lo que en México se define con la puesta en escena de un traidor convertido en coloso de la ignominia.

De todo lo dicho con relación a la fiesta entre cuates y para cuates que el fecalismo se hizo en clara demostración de lo que la soberanía para el PRIPAN representa, me quedó con unas cuantas líneas escritas por Pablo Moctezuma Barragán y publicadas en el Correo ilustrado de La Jornada:

“Dentro del desfile del 15 de septiembre de Chapultepec al Zócalo con motivo del bicentenario se dio gran realce a una figura de 20 metros de altura llamada El Coloso, que representa al contrarrevolucionario y traidor Benjamín Argumedo, quien apoyó el levantamiento reaccionario de Pascual Orozco contra Madero, reconoció al gobierno usurpador de Victoriano Huerta y combatió a los revolucionarios. Argumedo fue feroz enemigo de Pancho Villa en Durango y Coahuila, fue derrotado por Francisco Murguía y murió fusilado por los carrancistas como traidor que era. Y hoy en 2010 se busca rescatarlo del basurero de la historia. De esta manera, a la par que desprestigian y banalizan a los verdaderos héroes, tratan de enaltecer a los traidores como fue Argumedo. Esto es sólo un botón de muestra del contenido de las celebraciones en las que el gobierno actual ha derrochado casi 3 mil millones, con tal ineptitud que no acabaron ni siquiera la Estela de Luz o el Parque Bicentenario de Azcapotzalco.”

Nada garantiza que el PRI tenga ganada la próxima contienda. Clara demostración es la inasistencia a Palacio Nacional de Zedillo e incluso de Miguel de la Madrid, quien en otras circunstancias, incluso en silla de ruedas, habría hecho acto de presencia. Dramática, para el PRI, es la asistencia de Salinas del brazo de Fox y su elegida compañera de la corrupta herencia ejercida por el “haiga sido como haiga sido” de la misma manera, responsables de la corruptora, para el pueblo, existencia.