De saqueos y mundos posibles
Ricardo Rocha
Otra vez lo mismo. Unos cuantos poderosos en un despiadado y múltiple ataque al peso mexicano
He aquí que el país reedita aquel capítulo de la voracidad de sus propios hijos: a pesar de la patética frase lopezportillista, nos volvieron a saquear.
Otra vez lo mismo. Unos cuantos poderosos que disponen de información privilegiada. Que compran dólares a carretadas y provocan la caída de la moneda nacional. Un despiadado y múltiple ataque al peso mexicano.
Y a pesar de la meliflua denuncia del señor secretario de Hacienda, otra andanada impune de los señores del dinero que protegen sus capitales ahora sí que caiga quien caiga. Nada habrá de pasar porque, como dicen los cúpulos empresariales, en este país la especulación es absolutamente legal. Así que pueden comprar cuantos millones de dólares quieran y en cualquier momento. En el peor de los casos, un regaño y un puchero entre aliados muy cómodos. Hay pactos indestructibles no tanto por las convicciones sino por la mutua conveniencia.
Por lo pronto, el daño está hecho y el patrimonio de nuestras reservas internacionales sufrió una feroz tarascada de 10% producto de los casi 9 mil millones de dólares que el gobierno tuvo que aventar “a subasta”. Y nadie sabe, nadie supo, quiénes compraron antes y quiénes después ni cuánto en cada ocasión. Zhenli Ye Gon, a lo bestia.
Sin embargo, el problema de fondo es un sistema económico-financiero que dicho incluso por el mero mero del Banco Mundial, Robert Zoellick, ya no da para más. Y cuya naturaleza especulativa ha generado una crisis de tal magnitud que resquebrajó ya las propias estructuras neoliberales y de capitalismo salvaje en que fue edificado. La confusión es tal que el mundo todo —y México no podría ser la excepción— está planteando preguntas elementales, y no por ello menos dramáticas: ¿qué nos pasó? y ¿hacia dónde vamos?
Es por eso que alientan las reflexiones, estadísticas, datos duros y las propuestas de mentes brillantes reunidas en un libro como De la pobreza al poder, de Duncan Green, editado por Oxfam, una organización no gubernamental que trabaja en 100 países para encontrar soluciones a la pobreza y la injusticia. Y para quienes se apresuren a demeritar estas propuestas calificándolas de izquierdismo trasnochado, baste decir que fue escrito en las aulas de la Universidad de Oxford y prologado por Amartya Sen, premio Nobel de Economía.
Comienza por establecer que el mayor reto global del siglo XXI es poner fin a los lastres que representan la pobreza extrema, la desigualdad y el colapso ambiental que se avecina. Ilustra con datos tan estremecedores como que los ingresos anuales de los 500 más ricos del planeta son muy superiores a lo que ganan los 500 millones más pobres. Que los mercados por sí solos no pueden hacer frente a los retos actuales. Que hace falta diseñar una nueva economía para este inicio de milenio que aporte a los países pobres y en desarrollo las herramientas necesarias para crecer de modo sostenible y sustentable.
Deja muy claro que la conmiseración hacia los pobres de nada sirve y resulta muy costosa en su fase asistencialista. Que lo que hay que hacer es darles instrumentos y acceso a créditos y proyectos. No es un catálogo de utopías y buenas intenciones. Detalla los ejemplos formidables de transformaciones extraordinarias en China, Vietnam, Corea del Sur y en Botswana, África. Y nos dice que un planeta de hombres y mujeres felices es posible siempre y cuando los ciudadanos de la Tierra nos organicemos para plantear propuestas y exigir gobiernos eficaces que las lleven a cabo. Que así sea.
Otra vez lo mismo. Unos cuantos poderosos en un despiadado y múltiple ataque al peso mexicano
He aquí que el país reedita aquel capítulo de la voracidad de sus propios hijos: a pesar de la patética frase lopezportillista, nos volvieron a saquear.
Otra vez lo mismo. Unos cuantos poderosos que disponen de información privilegiada. Que compran dólares a carretadas y provocan la caída de la moneda nacional. Un despiadado y múltiple ataque al peso mexicano.
Y a pesar de la meliflua denuncia del señor secretario de Hacienda, otra andanada impune de los señores del dinero que protegen sus capitales ahora sí que caiga quien caiga. Nada habrá de pasar porque, como dicen los cúpulos empresariales, en este país la especulación es absolutamente legal. Así que pueden comprar cuantos millones de dólares quieran y en cualquier momento. En el peor de los casos, un regaño y un puchero entre aliados muy cómodos. Hay pactos indestructibles no tanto por las convicciones sino por la mutua conveniencia.
Por lo pronto, el daño está hecho y el patrimonio de nuestras reservas internacionales sufrió una feroz tarascada de 10% producto de los casi 9 mil millones de dólares que el gobierno tuvo que aventar “a subasta”. Y nadie sabe, nadie supo, quiénes compraron antes y quiénes después ni cuánto en cada ocasión. Zhenli Ye Gon, a lo bestia.
Sin embargo, el problema de fondo es un sistema económico-financiero que dicho incluso por el mero mero del Banco Mundial, Robert Zoellick, ya no da para más. Y cuya naturaleza especulativa ha generado una crisis de tal magnitud que resquebrajó ya las propias estructuras neoliberales y de capitalismo salvaje en que fue edificado. La confusión es tal que el mundo todo —y México no podría ser la excepción— está planteando preguntas elementales, y no por ello menos dramáticas: ¿qué nos pasó? y ¿hacia dónde vamos?
Es por eso que alientan las reflexiones, estadísticas, datos duros y las propuestas de mentes brillantes reunidas en un libro como De la pobreza al poder, de Duncan Green, editado por Oxfam, una organización no gubernamental que trabaja en 100 países para encontrar soluciones a la pobreza y la injusticia. Y para quienes se apresuren a demeritar estas propuestas calificándolas de izquierdismo trasnochado, baste decir que fue escrito en las aulas de la Universidad de Oxford y prologado por Amartya Sen, premio Nobel de Economía.
Comienza por establecer que el mayor reto global del siglo XXI es poner fin a los lastres que representan la pobreza extrema, la desigualdad y el colapso ambiental que se avecina. Ilustra con datos tan estremecedores como que los ingresos anuales de los 500 más ricos del planeta son muy superiores a lo que ganan los 500 millones más pobres. Que los mercados por sí solos no pueden hacer frente a los retos actuales. Que hace falta diseñar una nueva economía para este inicio de milenio que aporte a los países pobres y en desarrollo las herramientas necesarias para crecer de modo sostenible y sustentable.
Deja muy claro que la conmiseración hacia los pobres de nada sirve y resulta muy costosa en su fase asistencialista. Que lo que hay que hacer es darles instrumentos y acceso a créditos y proyectos. No es un catálogo de utopías y buenas intenciones. Detalla los ejemplos formidables de transformaciones extraordinarias en China, Vietnam, Corea del Sur y en Botswana, África. Y nos dice que un planeta de hombres y mujeres felices es posible siempre y cuando los ciudadanos de la Tierra nos organicemos para plantear propuestas y exigir gobiernos eficaces que las lleven a cabo. Que así sea.