"Fábula"
Revista Proceso
MÉXICO, D.F., 2 de septiembre (apro).- La fábula que aquí cuento intenta explicar cómo México finalmente salió del caos y del terror que había padecido desde mediados del Siglo XX, por razones más difíciles de explicar que la que podría necesitar para explicar a la fábula en sí.
Cuenta esa fábula que una madrugada histórica el mexicano amaneció con la quijada trabada, y decidió salir de su pesadilla recurrente. Aceptó ponerse al frente de un espejo –cosa a la cual siempre se había opuesto--, dejó de lloriquear como es su costumbre; suspendió su tendencia a echar la culpa a los demás de todo lo que le pasa; y se exigió a sí mismo:
¡Yo personalmente analizaré!
¡Yo asumiré la responsabilidad de todo lo que resuelva!
¡Yo planearé la solución a nuestro caos!
¡Yo culminaré los trabajos que haya que emprender!
¡Yo cumplimentaré lo por mí resuelto!
¡Yo me atendré a los resultados: buenos o malos!
¡Yo me responsabilizaré –puntualmente- de los resultados!
Y así fue como el mexicano concluyó con aplomo:
Yo soy yo, y manejo personalmente mis circunstancias!
El mexicano de nuevo cuño propició en el país el fin de la corrupción y de la impunidad que hasta entonces habían imperado.
Luchó porque se consensuara un Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social, el cual, ante todo, activó la dinámica del pueblo soberano, pero responsabilizando con energía con él a los ciudadanos electos con su voto.
Por todo ello el país empezó a reestructurarse dentro de un excelente estado de orden y de armonía sociales. La clase política prácticamente desapareció, y sus miembros cesantes, en su mayor parte se dedicaron a trabajos colectivos útiles a la población, pues hasta entonces no habían sabido hacer nada.
Se impusieron culturas propias de nuestra estructura mestiza, y se empezó a hablar de un renacimiento mexicano.
NOTA BENE: ¡Ésta es una fábula sin antecedentes clarificados, cuyas tendencias quizás nunca sería posible intentar en México!
MÉXICO, D.F., 2 de septiembre (apro).- La fábula que aquí cuento intenta explicar cómo México finalmente salió del caos y del terror que había padecido desde mediados del Siglo XX, por razones más difíciles de explicar que la que podría necesitar para explicar a la fábula en sí.
Cuenta esa fábula que una madrugada histórica el mexicano amaneció con la quijada trabada, y decidió salir de su pesadilla recurrente. Aceptó ponerse al frente de un espejo –cosa a la cual siempre se había opuesto--, dejó de lloriquear como es su costumbre; suspendió su tendencia a echar la culpa a los demás de todo lo que le pasa; y se exigió a sí mismo:
¡Yo personalmente analizaré!
¡Yo asumiré la responsabilidad de todo lo que resuelva!
¡Yo planearé la solución a nuestro caos!
¡Yo culminaré los trabajos que haya que emprender!
¡Yo cumplimentaré lo por mí resuelto!
¡Yo me atendré a los resultados: buenos o malos!
¡Yo me responsabilizaré –puntualmente- de los resultados!
Y así fue como el mexicano concluyó con aplomo:
Yo soy yo, y manejo personalmente mis circunstancias!
El mexicano de nuevo cuño propició en el país el fin de la corrupción y de la impunidad que hasta entonces habían imperado.
Luchó porque se consensuara un Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social, el cual, ante todo, activó la dinámica del pueblo soberano, pero responsabilizando con energía con él a los ciudadanos electos con su voto.
Por todo ello el país empezó a reestructurarse dentro de un excelente estado de orden y de armonía sociales. La clase política prácticamente desapareció, y sus miembros cesantes, en su mayor parte se dedicaron a trabajos colectivos útiles a la población, pues hasta entonces no habían sabido hacer nada.
Se impusieron culturas propias de nuestra estructura mestiza, y se empezó a hablar de un renacimiento mexicano.
NOTA BENE: ¡Ésta es una fábula sin antecedentes clarificados, cuyas tendencias quizás nunca sería posible intentar en México!