El Presidente (espurio) está más solo que nunca
Jorge Carrillo Olea
Estamos muy lejos de comprender los alcances de la crisis de gobierno y estabilidad nacional que hoy solamente perfilan los muchos y dolorosos casos de secuestro. Es una crisis del sistema de gobierno que si una vez fue bueno, hoy ya no da más y demanda, primero, de perspicacia para diagnosticar los alcances del mal y posteriormente aplicar con inteligencia y mano firme las medidas que fueran necesarias, las que fueren, para evitar el siniestro nacional.
Estas frases no son ni retóricas ni amarillistas y el tiempo así lo corroborará. El gobierno ya no gobierna en buena parte de territorio, primer síntoma de la preocupación anterior; el desmadejamiento de la estructura administrativa sería otro síntoma y uno más, que no el último, sería ese divorcio de la sociedad con el gobierno. No es un problema solamente de una credibilidad, que no existe. Es un problema efectivo de comunicación, pese al uso de la televisión, los spots y lo que venga.
En todo este drama está la ausencia de los llamados representantes sociales, diputados y senadores. No existen para quienes los eligieron por casualidad. El pueblo nunca ha tenido contacto con ellos, como no sean sus acartonados informes anuales y los legisladores tampoco tienen la menor idea de las inquietudes de sus representados.
Son 300 distritos que representan un promedio de más de 300 mil habitantes cada uno y sin embargo de esta gran cantidad de habitantes no hay quien recuerde el nombre del diputado ni qué hace en la cámara. Las comisiones que integran el pleno están diseñadas y adjudicadas para repartir poder y dinero y no para preocuparse por conectar a un gobierno nacional con sus gobernados.
En cada discurso oímos que la inseguridad “es un problema de todos”, lo que no se ve son los mecanismos de comunicación. Si los gobernadores no atienden al Presidente, limitándose solamente a decir que sí a todo, pero sin comprometerse, pase lo que esté pasando en sus parcelas, y los presidentes municipales obran en consecuencia de igual manera: ¿quiénes somos todos, dónde está la acción unificada? El Presidente está más solo que nunca. Abundan ejemplos históricos de los países que salieron de grandes crisis gracias a la cohesión social, promovida por un líder: Juárez, Churchill y el mismo Cárdenas. La cohesión social no se da espontáneamente, hay que hacerla. Aquí de eso no se sabe, le confiamos la tarea a exhortos y más exhortos.
Estamos en puertas de un sacudimiento nacional que ni siquiera queremos oír que se mencione. Lo desechamos a priori. Están desechados también la pobreza extrema, el desempleo, la incultura, que no se refiere a conocimientos elitistas, sino a la posesión de valores destinados a la convivencia humana armónica y constructiva. Parece que no juegan parte del problema la impunidad, el abuso del poder y el disimulo.
Los órganos de inteligencia están indigestos de lo que está sucediendo hoy y han olvidado, por lo menos el Cisen, que su deber es esclarecer lo que va a suceder después en muy diversos escenarios. Nadie está haciendo prospectiva estratégica y el Presidente parece no tener necesidad de ello.
Estamos muy lejos de comprender los alcances de la crisis de gobierno y estabilidad nacional que hoy solamente perfilan los muchos y dolorosos casos de secuestro. Es una crisis del sistema de gobierno que si una vez fue bueno, hoy ya no da más y demanda, primero, de perspicacia para diagnosticar los alcances del mal y posteriormente aplicar con inteligencia y mano firme las medidas que fueran necesarias, las que fueren, para evitar el siniestro nacional.
Estas frases no son ni retóricas ni amarillistas y el tiempo así lo corroborará. El gobierno ya no gobierna en buena parte de territorio, primer síntoma de la preocupación anterior; el desmadejamiento de la estructura administrativa sería otro síntoma y uno más, que no el último, sería ese divorcio de la sociedad con el gobierno. No es un problema solamente de una credibilidad, que no existe. Es un problema efectivo de comunicación, pese al uso de la televisión, los spots y lo que venga.
En todo este drama está la ausencia de los llamados representantes sociales, diputados y senadores. No existen para quienes los eligieron por casualidad. El pueblo nunca ha tenido contacto con ellos, como no sean sus acartonados informes anuales y los legisladores tampoco tienen la menor idea de las inquietudes de sus representados.
Son 300 distritos que representan un promedio de más de 300 mil habitantes cada uno y sin embargo de esta gran cantidad de habitantes no hay quien recuerde el nombre del diputado ni qué hace en la cámara. Las comisiones que integran el pleno están diseñadas y adjudicadas para repartir poder y dinero y no para preocuparse por conectar a un gobierno nacional con sus gobernados.
En cada discurso oímos que la inseguridad “es un problema de todos”, lo que no se ve son los mecanismos de comunicación. Si los gobernadores no atienden al Presidente, limitándose solamente a decir que sí a todo, pero sin comprometerse, pase lo que esté pasando en sus parcelas, y los presidentes municipales obran en consecuencia de igual manera: ¿quiénes somos todos, dónde está la acción unificada? El Presidente está más solo que nunca. Abundan ejemplos históricos de los países que salieron de grandes crisis gracias a la cohesión social, promovida por un líder: Juárez, Churchill y el mismo Cárdenas. La cohesión social no se da espontáneamente, hay que hacerla. Aquí de eso no se sabe, le confiamos la tarea a exhortos y más exhortos.
Estamos en puertas de un sacudimiento nacional que ni siquiera queremos oír que se mencione. Lo desechamos a priori. Están desechados también la pobreza extrema, el desempleo, la incultura, que no se refiere a conocimientos elitistas, sino a la posesión de valores destinados a la convivencia humana armónica y constructiva. Parece que no juegan parte del problema la impunidad, el abuso del poder y el disimulo.
Los órganos de inteligencia están indigestos de lo que está sucediendo hoy y han olvidado, por lo menos el Cisen, que su deber es esclarecer lo que va a suceder después en muy diversos escenarios. Nadie está haciendo prospectiva estratégica y el Presidente parece no tener necesidad de ello.