El país, convulso y descompuesto
Quehacer Político
Estampas del México salvaje: Policías secuestran y asesinan a un menor, hijo de un empresario prominente. El Banco de México observa a bancos por el cobro de comisiones fuera de toda proporción, pero impasible deja que los banqueros roben a los usuarios de esta forma y mediante la imposición de intereses de usura por los créditos, mientras pagan tasa por debajo de la inflación a los cuentahabientes.
Las farmacéuticas cobran los retrovirales para paliar el VIH-sida tres o cuatro veces (400 por ciento) más caro que en otros países, y el Gobierno las premia al eliminar el requisito de montar una planta en el país para producir medicamentos a cambio de rebajar en 30 ó 40 por ciento los precios.
La Procuraduría General de la República y la Secretaría de Seguridad Pública federal se meten zancadillas, se ocultan información (igual que en varios estados), en tanto se fugan reos de la cárcel y las pandillas delincuenciales asuelan al país.
Las televisoras burlan la ley y se presentan como las guardianas del estado de derecho y la ética. El PRD realiza una sucia elección para elegir a su dirigente; después de cuatro meses acepta su marrullería, y como si nada hubiera pasado llama a una consulta pública sobre el petróleo, suponiendo que todos confían en la limpieza de sus procesos electorales.
LANGUIDECE LA ECONOMÍA
La economía mexicana languidece, el desempleo postra a millones de hogares, la informalidad casi supera a la formalidad, los poderes públicos están paralizados, y los ciudadanos al parecer perdieron sus capacidades de asombro e indignación.
Y la lista sigue: El Congreso, la Presidencia, el sistema judicial, los partidos, los gobiernos estatales... todo el entramado institucional y político funciona deficientemente. Su desempeño es pobre y rebasado por las exigencias de un mundo complejo.
Tenemos un doble problema: El diseño institucional es deficiente, está mal concebido y provoca conductas aviesas y aberrantes de los ciudadanos; y la clase política está paralizada, en parte efecto de la ideología de libre mercado que pregona que la mano invisible arregla por sí sola a la sociedad, y en parte por mezquindad, miopía, inmoralidad e ineptitud.
Max Weber estableció tres categorías para la autoridad, que a veces se entretejen: La racional-legal, la tradicional y la carismática. Cada una tiene diferentes fundamentos y formas de operar. La primera funciona mediante las estructuras legales, democráticas y laicas; en la segunda manda la costumbre, o la creencia, y la tercera se basa en la autoridad moral o el carisma de una persona.
La autoridad democrática, laica, cuyo instrumento de acceso al poder es el voto, basa su legitimidad en el cumplimiento de la ley y su pericia para gobernar. En México se rompieron estas reglas vitales: Se abrió duda sobre la vía de acceso al poder mediante el voto, las leyes se soslayan y, para colmo, la pericia en la gestión pública deja mucho qué desear.
México está en una encrucijada: La ruptura de las reglas del sistema democrático devalúa y descalifica a las autoridades. Solamente una frágil e inestable inercia mantiene la cohesión. Hay condiciones para que se imponga otro régimen. Parece que entramos en un proceso de involución.
El PAN con su pretensión de guanajuatizar a la nación, coquetea con la implantación de un sistema basado en la tradición y el orden religioso, la añoranza del grupo ultraconservador que gobierna Guanajuato. En el PRD, una fracción importante le tiende la alfombra roja al carismático Andrés Manuel López Obrador, a quien además lo distinguen sus afanes populistas, y cree a pie juntillas que vox Dei es vox populi. En este escenario, ¿es el PRI la tercera vía?
Las credenciales democráticas y de legalidad del viejo partido son pobres; su virtud fue mantener el Estado laico, que no es poca cosa, pues alejó al país de guerras y odios religiosos y sectarios.
Sin embargo, lo constriñe y paraliza su desconfianza en la ley como el único instrumento para gobernar una sociedad plural, sus fuertes nexos e intereses con los monopolios empresariales y el sindicalismo voraz, así como una casta tecnócrata que adora el libre mercado, al grado de entregar su alma al diablo antes que abrir el juego a la política, el soporte de la economía.
No son impedimentos menores en esta hora que reclama imaginación sociológica para enfrentar los desafíos que plantea la descomposición del sistema financiero global y la transformación del mundo en un sistema multipolar de fuerzas.
Pobre México, tan lejos de Dios y... plagado de mexicanos.
Estampas del México salvaje: Policías secuestran y asesinan a un menor, hijo de un empresario prominente. El Banco de México observa a bancos por el cobro de comisiones fuera de toda proporción, pero impasible deja que los banqueros roben a los usuarios de esta forma y mediante la imposición de intereses de usura por los créditos, mientras pagan tasa por debajo de la inflación a los cuentahabientes.
Las farmacéuticas cobran los retrovirales para paliar el VIH-sida tres o cuatro veces (400 por ciento) más caro que en otros países, y el Gobierno las premia al eliminar el requisito de montar una planta en el país para producir medicamentos a cambio de rebajar en 30 ó 40 por ciento los precios.
La Procuraduría General de la República y la Secretaría de Seguridad Pública federal se meten zancadillas, se ocultan información (igual que en varios estados), en tanto se fugan reos de la cárcel y las pandillas delincuenciales asuelan al país.
Las televisoras burlan la ley y se presentan como las guardianas del estado de derecho y la ética. El PRD realiza una sucia elección para elegir a su dirigente; después de cuatro meses acepta su marrullería, y como si nada hubiera pasado llama a una consulta pública sobre el petróleo, suponiendo que todos confían en la limpieza de sus procesos electorales.
LANGUIDECE LA ECONOMÍA
La economía mexicana languidece, el desempleo postra a millones de hogares, la informalidad casi supera a la formalidad, los poderes públicos están paralizados, y los ciudadanos al parecer perdieron sus capacidades de asombro e indignación.
Y la lista sigue: El Congreso, la Presidencia, el sistema judicial, los partidos, los gobiernos estatales... todo el entramado institucional y político funciona deficientemente. Su desempeño es pobre y rebasado por las exigencias de un mundo complejo.
Tenemos un doble problema: El diseño institucional es deficiente, está mal concebido y provoca conductas aviesas y aberrantes de los ciudadanos; y la clase política está paralizada, en parte efecto de la ideología de libre mercado que pregona que la mano invisible arregla por sí sola a la sociedad, y en parte por mezquindad, miopía, inmoralidad e ineptitud.
Max Weber estableció tres categorías para la autoridad, que a veces se entretejen: La racional-legal, la tradicional y la carismática. Cada una tiene diferentes fundamentos y formas de operar. La primera funciona mediante las estructuras legales, democráticas y laicas; en la segunda manda la costumbre, o la creencia, y la tercera se basa en la autoridad moral o el carisma de una persona.
La autoridad democrática, laica, cuyo instrumento de acceso al poder es el voto, basa su legitimidad en el cumplimiento de la ley y su pericia para gobernar. En México se rompieron estas reglas vitales: Se abrió duda sobre la vía de acceso al poder mediante el voto, las leyes se soslayan y, para colmo, la pericia en la gestión pública deja mucho qué desear.
México está en una encrucijada: La ruptura de las reglas del sistema democrático devalúa y descalifica a las autoridades. Solamente una frágil e inestable inercia mantiene la cohesión. Hay condiciones para que se imponga otro régimen. Parece que entramos en un proceso de involución.
El PAN con su pretensión de guanajuatizar a la nación, coquetea con la implantación de un sistema basado en la tradición y el orden religioso, la añoranza del grupo ultraconservador que gobierna Guanajuato. En el PRD, una fracción importante le tiende la alfombra roja al carismático Andrés Manuel López Obrador, a quien además lo distinguen sus afanes populistas, y cree a pie juntillas que vox Dei es vox populi. En este escenario, ¿es el PRI la tercera vía?
Las credenciales democráticas y de legalidad del viejo partido son pobres; su virtud fue mantener el Estado laico, que no es poca cosa, pues alejó al país de guerras y odios religiosos y sectarios.
Sin embargo, lo constriñe y paraliza su desconfianza en la ley como el único instrumento para gobernar una sociedad plural, sus fuertes nexos e intereses con los monopolios empresariales y el sindicalismo voraz, así como una casta tecnócrata que adora el libre mercado, al grado de entregar su alma al diablo antes que abrir el juego a la política, el soporte de la economía.
No son impedimentos menores en esta hora que reclama imaginación sociológica para enfrentar los desafíos que plantea la descomposición del sistema financiero global y la transformación del mundo en un sistema multipolar de fuerzas.
Pobre México, tan lejos de Dios y... plagado de mexicanos.