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domingo, 30 de marzo de 2008

Señor Mouriño, señor Mouriño

NTR Zacatecas / Arturo Nahle

Se sabe usted el peladísimo chiste del enano que murió en pecado y San Pedro no lo dejaba entrar al cielo? pues el canijo enano se quedó frustrado en las puertas del cielo viendo cómo llegaban los niños recién fallecidos montados en una nube y cantando: “naranja dulce limón partido, abran las puertas que soy un niño”, entonces San Pedro abría las puertas y entraban al paraíso los nuevos angelitos.

El malvado enano tuvo entonces una perversa idea, se rasuró el bigote y todo el cuerpo, se montó en una nubecita y llegó cantando: “naranja dulce limón partido, abran las puertas que soy un niño”, San Pedro lo observó detenidamente y le contestó con la misma tonada: “serás chiquito serás lampiño, esos huevotes no son de niño”.

Pues al joven y flamenco Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño ya se le cerraron las puertas del Congreso y los Diputados y Senadores le están cantando una cancioncita parecida a la del enano: “Señor Mouriño señor Mouriño, esos contratos no son de niño”.

Y es que los contratos multimillonarios que firmó Juan Camilo Mouriño con PEMEX cuando el “cara de niño” era funcionario de la Secretaría de Energía no son cualquier travesura, son delitos mayores que lo inhabilitan para negociar con el Congreso la reforma energética y le pueden costar la chamba que le dio hace apenas dos meses su amigo Felipe Calderón, entre otras cosas.

Efectivamente, el artículo 47 fracción XXI de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos prohíbe a éstos celebrar o autorizar contratos con las sociedades de las que formen parte; por otro lado los artículos 220 y 221 del Código Penal Federal tipifican estos hechos como ejercicio abusivo de funciones y tráfico de influencia.

Dentro de la oposición sólo una voz se ha alzado en defensa del señor Mouriño, para sorpresa de muchos se trata del Senador zacatecano Tomás Torres Mercado, quien argumenta que los delitos del Secretario de Gobernación están prescritos.

Pues a pesar de la opinión estrictamente jurídica del paisano, los coordinadores parlamentarios del PRD en el Senado y la Cámara de Diputados propusieron conformar una Comisión bicameral para investigar los hechos, y a efecto de que no quede duda de la seriedad de los trabajos, anunciaron que se apoyarán con personal técnico de la Auditoría Superior de la Federación.

Al respecto el abogado Torres Mercado dijo que estas Comisiones no sirven para nada, que son caras, improductivas y sus resoluciones no son vinculatorias.

Conozco, respeto y aprecio a Tomás Torres, es un abogado excepcional y un tribuno elocuente, pero su opinión contrasta por completo con la de Héctor Aguilar Camín, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Enrique Krauze y una veintena más de intelectuales.

Todos ellos piensan que el petardo que lanzó López Obrador ha sido demoledor, que no puede ser Secretario de Gobernación una persona que está bajo sospecha, que no puede conducir las relaciones del gobierno con el Congreso y los partidos una persona que está siendo investigada por el propio Congreso, que son demasiadas broncas las que le ha generado Mouriño a Calderón en tan sólo dos meses, que debe irse si no da una explicación convincente sobre esos contratos que huelen muy mal.

Así es, aunque los delitos estén prescritos y la Comisión no se conforme, el señor Mouriño está muerto; aunque se rasure y sobre una nubecita blanca tiernamente nos diga que es un pobre niño, los contratotes lo delatan, máxime si le fueron adjudicados de manera directa, sin ninguna licitación pública de por medio.

Todos coincidimos -hasta Tomás- en que al sector energético de nuestro país le urge una buena reforma, pero también al sector empresarial, porque en cuanto se inserta al sector público aparecen sus partes sucias, sus verdaderos tamaños, esos que disimulan con sus caras de niño bueno; enanos rasurados que en su nube de poder quieren subir hasta arriba tarareando “naranja dulce limón partido”.