El despertar
La Jornada
■ PRI, resurrección dudosa
¿Se justifica el tono triunfalista de Beatriz Paredes en el cumpleaños del viejo gran partido? El PRI, con sólo una minoría en el Congreso, impone condiciones, protege y asfixia al gobierno calderonista. Son capaces de hacer un esfuerzo desesperado para salvar al secretario de Gobernación. De hecho cogobiernan con el PAN y de ello se precian en privado. Las concesiones de los líderes priístas deben ser tan abultadas como inconfesables. Y a las bancadas del PRI no les queda más que someterse. La disciplina sigue funcionando. El PRI ha triunfado en varios estados y tiene perspectivas risueñas para la renovación de la Cámara de Diputados en 2009.
¿Espejismos? El PRI se ha convertido en un partido de derecha, así lo considera 70% de sus propios adherentes y gente que nunca votaría por él. Pero su alianza con el PAN no es ideológica. Es una claudicación para obtener privilegios y garantizar impunidades. El tricolor funcionó como reformista y nacionalista, lo que todavía se mantiene en su declaración de principios, pero hoy está dispuesto a traicionarlos, y aun así sueña con la restauración para 2012. En el PRI queda una fracción pequeña, pero poderosa, que se opone al desmantelamiento de los principios. La mayoría es conformista. Los graves errores de los presidentes y las corruptelas de muchos priístas de primera fila no han sido criticados. La base del partido se está erosionando, las encuestas son elocuentes: tres cuartas partes de sus adherentes pertenecen a generaciones viejas, 40% a campesinos pobres y la mitad no rebasa la educación elemental. Es un partido envejecido y atrasado. Los triunfos “arrolladores” en Puebla e Hidalgo no significan mucho. Son fruto de la utilización de recursos masivos del Estado y de los contratistas para comprar los votos. Es alarmante también la bajísima participación electoral y el regreso a las viejas fórmulas de manipulación.
Pero lo peor es que el PRI ha perdido su alma, lo que le dio razón de ser. Fue creado y se mantuvo con una retórica patriótica. Como lo ha señalado Rodolfo Echeverría Ruiz, respondía así al sentir de México. Varias generaciones de priístas justificaron sus tareas como defensa de la soberanía del país. Hoy las cosas son distintas: en forma oculta, vergonzante, están preparando un golpe parlamentario para imponerle al país la privatización de Pemex o la participación en la renta y la propiedad del petróleo a la iniciativa privada.
■ PRI, resurrección dudosa
¿Se justifica el tono triunfalista de Beatriz Paredes en el cumpleaños del viejo gran partido? El PRI, con sólo una minoría en el Congreso, impone condiciones, protege y asfixia al gobierno calderonista. Son capaces de hacer un esfuerzo desesperado para salvar al secretario de Gobernación. De hecho cogobiernan con el PAN y de ello se precian en privado. Las concesiones de los líderes priístas deben ser tan abultadas como inconfesables. Y a las bancadas del PRI no les queda más que someterse. La disciplina sigue funcionando. El PRI ha triunfado en varios estados y tiene perspectivas risueñas para la renovación de la Cámara de Diputados en 2009.
¿Espejismos? El PRI se ha convertido en un partido de derecha, así lo considera 70% de sus propios adherentes y gente que nunca votaría por él. Pero su alianza con el PAN no es ideológica. Es una claudicación para obtener privilegios y garantizar impunidades. El tricolor funcionó como reformista y nacionalista, lo que todavía se mantiene en su declaración de principios, pero hoy está dispuesto a traicionarlos, y aun así sueña con la restauración para 2012. En el PRI queda una fracción pequeña, pero poderosa, que se opone al desmantelamiento de los principios. La mayoría es conformista. Los graves errores de los presidentes y las corruptelas de muchos priístas de primera fila no han sido criticados. La base del partido se está erosionando, las encuestas son elocuentes: tres cuartas partes de sus adherentes pertenecen a generaciones viejas, 40% a campesinos pobres y la mitad no rebasa la educación elemental. Es un partido envejecido y atrasado. Los triunfos “arrolladores” en Puebla e Hidalgo no significan mucho. Son fruto de la utilización de recursos masivos del Estado y de los contratistas para comprar los votos. Es alarmante también la bajísima participación electoral y el regreso a las viejas fórmulas de manipulación.
Pero lo peor es que el PRI ha perdido su alma, lo que le dio razón de ser. Fue creado y se mantuvo con una retórica patriótica. Como lo ha señalado Rodolfo Echeverría Ruiz, respondía así al sentir de México. Varias generaciones de priístas justificaron sus tareas como defensa de la soberanía del país. Hoy las cosas son distintas: en forma oculta, vergonzante, están preparando un golpe parlamentario para imponerle al país la privatización de Pemex o la participación en la renta y la propiedad del petróleo a la iniciativa privada.