La penitencia
Revista Proceso
Cotija, Mich., 31 de enero (apro).- El señor cura de Cotija, don Conrado Fernández, anda muy sentido porque el padre Marcial Maciel vive en el poblado y nunca va a visitarlo:
“Al padre a veces me lo encuentro por la calle y lo saludo. Pero que él venga aquí a mi curato, ¡no!, ¡no!, ¡nunca! No se junta con nosotros. Siempre se va con su gente, con los legionarios.”
En su templo de Nuestra Señora del Pópulo -situado en pleno corazón de este lugar-, el cura Conrado no para de lamentarse:
“Llevo 11 años en esta parroquia. Sí, señor, 11 años. Y en todo ese tiempo, jamás he concelebrado una misa con el padre Maciel. ¡Jamás!”.
Y el padre Maciel, líder espiritual de los Legionarios de Cristo, sólo ve desde lo alto la torre de piedra y la cúpula amarilla de la parroquia del cura Conrado. Vive alejado del ajetreo pueblerino, en el centro Santa María: una imponente construcción de color blanco, encaramada sobre una loma como si volara con las nubes. Dos hectáreas de árboles frondosos y césped bien cortado son el jardín del padre Maciel.
Es ahí donde -de manera discreta y custodiado por una solícita escolta de allegados- Marcial purga la condena que acaba de imponerle el Vaticano. A sus pies se desparrama el caserío de Cotija, el pueblo que lo vio nacer hace ya 86 años, su querido terruño al que logró transformar en un centro de peregrinaje internacional.
Más que purgatorio, el retiro espiritual que escogió el viejo religioso castigado por el Papa Benedicto XVI es un paraíso: Sólo el frisar del viento en las ramas, sólo el canto de los pájaros y el ronroneo de las chicharras quiebran el silencio del lugar. Se respira el olor azucarado del aire.
Esporádicamente, se abre el ancho portón de herrería y Marcial Maciel baja en automóvil a visitar a sus amigos legionarios del poblado o a pasar una temporada en su hacienda Poca Sangre, ubicada a escasos 15 kilómetros. En otras ocasiones, los chequeos médicos y otros compromisos lo hacen viajar al extranjero.
Para las autoridades municipales, es un misterio el tipo de vida que aquí lleva el líder de los Legionarios:
“Siempre lo rodea un grupo de colaboradores. Tiene vigilancia permanente. Quizá porque se dice que está muy enfermo. A veces se le ve por las calles, por la plaza principal, ya sea en automóvil o caminando”, dice Gregorio Romero, secretario del ayuntamiento.
-¿Ya fincaría aquí su residencia permanente?
-Eso sólo lo saben algunos miembros de su comunidad religiosa. ¿Cuánto tiempo pasa aquí? ¿Cuándo son sus entradas y cuándo sus salidas? ¿Qué hace exactamente? No lo sabemos. Lo seguro es que, durante sus estancias en Cotija, vive recluido en el centro Santa María, un lugar de retiros espirituales exclusivo para legionarios.
Un “castigo” singular
El 19 de mayo de 2006, el Papa Benedicto XVI dio a conocer su sentencia contra el sacerdote, quien es acusado de abusar sexualmente de menores de edad: lo condenó “a una vida reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público”.
Algunos aseguran que Maciel habita en el centro Santa María desde enero del año pasado, cuando entregó formalmente las riendas de su congregación a Álvaro Corcuera:
“Desde que se retiró como dirigente de los Legionarios, el padre Maciel se libró de muchos compromisos y se vino a Cotija, donde pasa gran parte de su tiempo”, comenta Bertha Maldonado, regidora de la alcaldía.
Agrega:
“Maciel tiene una hacienda que era de su familia y se llama Poca Sangre, aquí muy cerca, en el municipio de Quitupan, Jalisco. Seguido se va a descansar allá”.
Y menciona un hecho, conocido por todos los cotijenses, que explica el apego del religioso por su terruño: Maciel construyó un “panteón particular” para los Legionarios a un lado del Santa María. Ahí están sepultados los restos de sus padres: don Francisco Maciel y doña Maura Degollado, conocida como Mamá Maurita y cuyo proceso de canonización es impulsado por los Legionarios de Cristo.
Raras veces, el controvertido sacerdote sale de su aislamiento para encabezar algunos actos públicos de la comunidad: la apertura de un dispensario médico levantado por los Legionarios, a la que también asistió el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel; la inauguración de la Gruta de la Virgen, una capilla a la virgen de La Paz colocada en un peñasco.
Hace poco, se anunció que también encabezaría la inauguración de un museo sobre la historia de Cotija, que los Legionarios instalaron en una vieja casona remodelada del centro del poblado. Había expectación por ver de nuevo al benefactor de los cotijenses. La apertura fue el pasado 21 de mayo… Pero Maciel no asistió. Había revuelo internacional por el castigo que le impuso el Papa.
Ese museo tiene una sección destinada a los “cotijenses distinguidos”. Ahí se exponen fotografías del joven Maciel -de sotana y alzacuello- rodeado de niños sonrientes en la plaza de San Pedro del Vaticano. A un lado hay un reconocimiento al tío de la actual primera dama, Marta Sahagún: monseñor Jesús Sahagún de la Parra, “obispo de Tula y luego de Ciudad Lázaro Cárdenas”. El cómico Cantinflas y el escritor José Rubén Romero también figuran entre los personajes ilustres.
Desde hace seis meses, la alcaldía intenta homenajear en público al “hijo predilecto” de Cotija. Pero hasta la fecha Marcial se niega, argumentando mala salud.
Cuenta el regidor Alfonso Silva:
“El padre Maciel ha hecho mucha labor social por su pueblo. Por eso queríamos rendirle un homenaje en el jardín principal, en el marco de la Feria del Queso que se festejó en diciembre pasado. Pero el evento se canceló, pues nos dijeron que el padre Maciel está enfermo.”
-¿Qué mal le aqueja?
-En ese tiempo, nos dijeron que sólo tenía una fuerte gripe. Es más, aquí ya tenemos listo el reconocimiento escrito que le vamos a entregar, firmado por el alcalde y los regidores.
Silva muestra el documento, puesto en un marco dorado. Ahí se lee que “el H. ayuntamiento constitucional de Cotija, Michoacán, a nombre de nuestro pueblo, ha tenido a bien distinguir al P. Marcial Maciel Degollado… como hijo predilecto” Y destaca su “loable labor” en favor de los cotijenses.
Los miembros de la Legión de Cristo que operan en Cotija esconden con celo toda información relacionada con Mon pére -“nuestro padre”, como le dicen a Maciel-. Las responsables de atender a la prensa son un grupo de legionarias llamadas Las Consagradas, que dirigen aquí el colegio La Paz y son encabezadas por “miss María Laura”.
Tras una hora de espera para ser atendidos por miss María Laura en sus oficinas del colegio La Paz, una consagrada de largo vestido -del que salen sus delgados tobillos metidos en gruesos zapatones- levanta los hombros y dice:
“Miss María Laura está muy ocupada. No tiene tiempo de atender a nadie”. Se le pide información sobre Mon pére, alguna entrevista con él o con algún legionario.
“No, no podemos dar ningún tipo de información. Tampoco ninguna entrevista”.
La prensa también tiene bloqueado el acceso al Centro Santa María. Custodia su entrada una caseta de vigilancia privada con cristales polarizados. Por si fuera poco, hay enfrente otra caseta con policías municipales que portan armas largas.
Un cocinero que atiende los banquetes ofrecidos ahí por Marcial Maciel comenta que es “tan rigurosa la vigilancia que cuando yo voy me revisan por todas partes. 'Nada de cámaras fotográficas', me dicen. Y exigen que mis ayudantes sean gente honorable y de toda confianza”.
El recibimiento
El centro Santa María cuenta con 93 habitaciones destinadas para los huéspedes de Maciel; son legionarios que vienen de distintas partes del mundo a realizar retiros espirituales. El fino mobiliario es estilo colonial. El comedor es grandísimo. Y la capilla es una pequeña réplica de la nueva Basílica de Guadalupe, ideada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
“¡Váyanse!... ¡Fuera de aquí!... ¡Esta es propiedad privada!”, gritan los guardias a los reporteros, al ver que empiezan a tomar fotografías.
Por la misma carretera que trepa al Santa María, se llega luego de 13 kilómetros a una desviación con un letrero que reza “Poca Sangre”. Tras dos kilómetros de terracería, aparece por fin el casco de la hacienda de Maciel.
Es una hacienda serrana, de forma rectangular. Tiene al frente un largo corredor con techo de teja que es sostenido por redondas columnas de madera. El corredor mira a una laguna de aguas quietas que reflejan la luz solar con mucha intensidad.
¿Andará por aquí Marcial Maciel? ¿Estará leyendo plácidamente su Liturgia de las horas? ¿Estará haciendo algún tipo de penitencia? ¿Podrá conceder la gran entrevista exclusiva para Proceso?...
Pero quien aparece es una pareja malhumorada. Un hombre y una mujer, ya maduros. Llevan sombreros con barbiquejos atados a la mandíbula. Tras ellos se alcanza a distinguir a otros cuidadores.
“¡Váyanse!... ¡Váyanse!... ¡En qué cabeza cabe venir a molestar!”, exclaman encorajinados.
Y de pronto, de algún lugar, sale disparada una estrepitosa jauría de perros que se lanza contra los reporteros. Ladran, gruñen, abren las fauces, levantan una polvareda. Son musculosos animales entrenados para el ataque. Lo mejor es correr y meterse en el Datsun destartalado en el que se llegó a Poca Sangre. Los perros se paran de patas y arañan el vehículo. Lanzan dentelladas. Sus babas espesas escurren por los cristales polvorientos de las ventanillas. El Datsun arranca a todo lo que da, golpeando con las piedras del camino. Poco a poco, la jauría se queda atrás.
Turismo religioso
Un sobrino lejano del padre Maciel, don Javier Valencia, comenta que por estos días será imposible encontrar aquí al religioso, pues anda fuera de Cotija:
“Tengo entendido que fue a Estados Unidos a atenderse con los médicos. Tiene un problema lumbar. Y no hace mucho tuvo una infección. Su salud es muy delicada”.
Asegura que su tío es inocente de los cargos que le imputan: “Él es gente buena, gente recta. Está padeciendo una injusticia. Dicen que al árbol que da frutos es al que le tiran piedras. Eso pasó con él”.
-¿A qué se deben entonces las acusaciones de que es pederasta?
-Detrás de todo esto se mueven intereses muy fuertes, organizaciones poderosas que no solamente atacan a la Legión y al padre Marcial, sino también al Papa y a la Iglesia en general.
-¿De qué organizaciones habla?
-De las que siempre han sido enemigas de la Iglesia, llámese masonería o llámese sionismo. Ahí está la mano negra que movió todos los hilos.
La esposa de Valencia, doña Carmen, que pertenece al Regnum Christi, el brazo laico de los Legionarios, suelta el llanto al recordar el castigo que se le impuso a Mon pére.
“No es justo -dice-. Aquí en Cotija, nos puede mucho esa sanción. El padre Maciel ha hecho mucho por el pueblo, en el área educativa, de la salud, de la formación espiritual, de la caridad….”.
La presencia del padre Maciel y de los Legionarios se percibe en todo el pueblo. Según datos recabados en la oficina de catastro, más de 200 terrenos e inmuebles de Cotija son propiedad de ellos. Y hay incluso un libramiento que lleva el nombre de Marcial Maciel.
Al obispo cotijense Rafael Guízar y Valencia, tío de Maciel y quien muy pronto será declarado santo, también se le recuerda mucho, al grado de que, a la entrada de Cotija, al visitante lo recibe una estatua en bronce de monseñor Guízar, siempre adornada con flores.
Existe aquí el museo “Marcial Maciel”, donde se exhiben objetos que pertenecieron al fundador de los Legionarios: su cama, su sotana y su Biblia, así como una curiosa caja de madera en la que solía guardar un grillo que tenía cuando era niño.
Está la biblioteca “María Neri”, erigida en honor de la maestra que, en primer año de primaria, le dio clases al padre Maciel. Ya empieza a operar también la Universidad de Artes y Oficios, que es un campus de la Universidad Anáhuac, de los Legionarios.
Manejan además un moderno dispensario médico, que muy pronto será ampliado hasta convertirse en un hospital en forma, con una amplia área para internos. Y acaba la Legión de levantar un centro deportivo que cuenta con alberca, canchas de futbol y basquetbol.
Pese a la sentencia contra su benefactor, Cotija -cuyo municipio cuenta apenas con 19 mil habitantes- se está convirtiendo en un centro de peregrinaje internacional que está tomando por asalto hoteles, restaurantes y sitios turísticos.
El secretario del ayuntamiento, Gregorio Romero, reconoce:
“Gracias al padre Maciel, aquí hay un turismo religioso muy fuerte. De todo el mundo viene gente a participar en retiros espirituales, encuentros o conferencias organizadas por los Legionarios de Cristo”.
-¿Ustedes han contabilizado cuánta gente llega al año?
-¡No! Ese control sólo la congregación lo tiene, pues muchos visitantes se hospedan en las casas que tienen aquí los Legionarios. A veces ahí no se dan abasto y llegan a nuestros hoteles y restaurantes, a realizar compras en nuestros comercios.
“Hay que tomar en cuenta que 60% de la población de Cotija emigra a otros lugares en busca de trabajo, principalmente a Estados Unidos. De manera que ese turismo representa una derrama económica que nos hace mucha falta. ¿Cómo no le vamos a estar agradecidos, pues, al padre Maciel?”.
Cotija, Mich., 31 de enero (apro).- El señor cura de Cotija, don Conrado Fernández, anda muy sentido porque el padre Marcial Maciel vive en el poblado y nunca va a visitarlo:
“Al padre a veces me lo encuentro por la calle y lo saludo. Pero que él venga aquí a mi curato, ¡no!, ¡no!, ¡nunca! No se junta con nosotros. Siempre se va con su gente, con los legionarios.”
En su templo de Nuestra Señora del Pópulo -situado en pleno corazón de este lugar-, el cura Conrado no para de lamentarse:
“Llevo 11 años en esta parroquia. Sí, señor, 11 años. Y en todo ese tiempo, jamás he concelebrado una misa con el padre Maciel. ¡Jamás!”.
Y el padre Maciel, líder espiritual de los Legionarios de Cristo, sólo ve desde lo alto la torre de piedra y la cúpula amarilla de la parroquia del cura Conrado. Vive alejado del ajetreo pueblerino, en el centro Santa María: una imponente construcción de color blanco, encaramada sobre una loma como si volara con las nubes. Dos hectáreas de árboles frondosos y césped bien cortado son el jardín del padre Maciel.
Es ahí donde -de manera discreta y custodiado por una solícita escolta de allegados- Marcial purga la condena que acaba de imponerle el Vaticano. A sus pies se desparrama el caserío de Cotija, el pueblo que lo vio nacer hace ya 86 años, su querido terruño al que logró transformar en un centro de peregrinaje internacional.
Más que purgatorio, el retiro espiritual que escogió el viejo religioso castigado por el Papa Benedicto XVI es un paraíso: Sólo el frisar del viento en las ramas, sólo el canto de los pájaros y el ronroneo de las chicharras quiebran el silencio del lugar. Se respira el olor azucarado del aire.
Esporádicamente, se abre el ancho portón de herrería y Marcial Maciel baja en automóvil a visitar a sus amigos legionarios del poblado o a pasar una temporada en su hacienda Poca Sangre, ubicada a escasos 15 kilómetros. En otras ocasiones, los chequeos médicos y otros compromisos lo hacen viajar al extranjero.
Para las autoridades municipales, es un misterio el tipo de vida que aquí lleva el líder de los Legionarios:
“Siempre lo rodea un grupo de colaboradores. Tiene vigilancia permanente. Quizá porque se dice que está muy enfermo. A veces se le ve por las calles, por la plaza principal, ya sea en automóvil o caminando”, dice Gregorio Romero, secretario del ayuntamiento.
-¿Ya fincaría aquí su residencia permanente?
-Eso sólo lo saben algunos miembros de su comunidad religiosa. ¿Cuánto tiempo pasa aquí? ¿Cuándo son sus entradas y cuándo sus salidas? ¿Qué hace exactamente? No lo sabemos. Lo seguro es que, durante sus estancias en Cotija, vive recluido en el centro Santa María, un lugar de retiros espirituales exclusivo para legionarios.
Un “castigo” singular
El 19 de mayo de 2006, el Papa Benedicto XVI dio a conocer su sentencia contra el sacerdote, quien es acusado de abusar sexualmente de menores de edad: lo condenó “a una vida reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público”.
Algunos aseguran que Maciel habita en el centro Santa María desde enero del año pasado, cuando entregó formalmente las riendas de su congregación a Álvaro Corcuera:
“Desde que se retiró como dirigente de los Legionarios, el padre Maciel se libró de muchos compromisos y se vino a Cotija, donde pasa gran parte de su tiempo”, comenta Bertha Maldonado, regidora de la alcaldía.
Agrega:
“Maciel tiene una hacienda que era de su familia y se llama Poca Sangre, aquí muy cerca, en el municipio de Quitupan, Jalisco. Seguido se va a descansar allá”.
Y menciona un hecho, conocido por todos los cotijenses, que explica el apego del religioso por su terruño: Maciel construyó un “panteón particular” para los Legionarios a un lado del Santa María. Ahí están sepultados los restos de sus padres: don Francisco Maciel y doña Maura Degollado, conocida como Mamá Maurita y cuyo proceso de canonización es impulsado por los Legionarios de Cristo.
Raras veces, el controvertido sacerdote sale de su aislamiento para encabezar algunos actos públicos de la comunidad: la apertura de un dispensario médico levantado por los Legionarios, a la que también asistió el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel; la inauguración de la Gruta de la Virgen, una capilla a la virgen de La Paz colocada en un peñasco.
Hace poco, se anunció que también encabezaría la inauguración de un museo sobre la historia de Cotija, que los Legionarios instalaron en una vieja casona remodelada del centro del poblado. Había expectación por ver de nuevo al benefactor de los cotijenses. La apertura fue el pasado 21 de mayo… Pero Maciel no asistió. Había revuelo internacional por el castigo que le impuso el Papa.
Ese museo tiene una sección destinada a los “cotijenses distinguidos”. Ahí se exponen fotografías del joven Maciel -de sotana y alzacuello- rodeado de niños sonrientes en la plaza de San Pedro del Vaticano. A un lado hay un reconocimiento al tío de la actual primera dama, Marta Sahagún: monseñor Jesús Sahagún de la Parra, “obispo de Tula y luego de Ciudad Lázaro Cárdenas”. El cómico Cantinflas y el escritor José Rubén Romero también figuran entre los personajes ilustres.
Desde hace seis meses, la alcaldía intenta homenajear en público al “hijo predilecto” de Cotija. Pero hasta la fecha Marcial se niega, argumentando mala salud.
Cuenta el regidor Alfonso Silva:
“El padre Maciel ha hecho mucha labor social por su pueblo. Por eso queríamos rendirle un homenaje en el jardín principal, en el marco de la Feria del Queso que se festejó en diciembre pasado. Pero el evento se canceló, pues nos dijeron que el padre Maciel está enfermo.”
-¿Qué mal le aqueja?
-En ese tiempo, nos dijeron que sólo tenía una fuerte gripe. Es más, aquí ya tenemos listo el reconocimiento escrito que le vamos a entregar, firmado por el alcalde y los regidores.
Silva muestra el documento, puesto en un marco dorado. Ahí se lee que “el H. ayuntamiento constitucional de Cotija, Michoacán, a nombre de nuestro pueblo, ha tenido a bien distinguir al P. Marcial Maciel Degollado… como hijo predilecto” Y destaca su “loable labor” en favor de los cotijenses.
Los miembros de la Legión de Cristo que operan en Cotija esconden con celo toda información relacionada con Mon pére -“nuestro padre”, como le dicen a Maciel-. Las responsables de atender a la prensa son un grupo de legionarias llamadas Las Consagradas, que dirigen aquí el colegio La Paz y son encabezadas por “miss María Laura”.
Tras una hora de espera para ser atendidos por miss María Laura en sus oficinas del colegio La Paz, una consagrada de largo vestido -del que salen sus delgados tobillos metidos en gruesos zapatones- levanta los hombros y dice:
“Miss María Laura está muy ocupada. No tiene tiempo de atender a nadie”. Se le pide información sobre Mon pére, alguna entrevista con él o con algún legionario.
“No, no podemos dar ningún tipo de información. Tampoco ninguna entrevista”.
La prensa también tiene bloqueado el acceso al Centro Santa María. Custodia su entrada una caseta de vigilancia privada con cristales polarizados. Por si fuera poco, hay enfrente otra caseta con policías municipales que portan armas largas.
Un cocinero que atiende los banquetes ofrecidos ahí por Marcial Maciel comenta que es “tan rigurosa la vigilancia que cuando yo voy me revisan por todas partes. 'Nada de cámaras fotográficas', me dicen. Y exigen que mis ayudantes sean gente honorable y de toda confianza”.
El recibimiento
El centro Santa María cuenta con 93 habitaciones destinadas para los huéspedes de Maciel; son legionarios que vienen de distintas partes del mundo a realizar retiros espirituales. El fino mobiliario es estilo colonial. El comedor es grandísimo. Y la capilla es una pequeña réplica de la nueva Basílica de Guadalupe, ideada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
“¡Váyanse!... ¡Fuera de aquí!... ¡Esta es propiedad privada!”, gritan los guardias a los reporteros, al ver que empiezan a tomar fotografías.
Por la misma carretera que trepa al Santa María, se llega luego de 13 kilómetros a una desviación con un letrero que reza “Poca Sangre”. Tras dos kilómetros de terracería, aparece por fin el casco de la hacienda de Maciel.
Es una hacienda serrana, de forma rectangular. Tiene al frente un largo corredor con techo de teja que es sostenido por redondas columnas de madera. El corredor mira a una laguna de aguas quietas que reflejan la luz solar con mucha intensidad.
¿Andará por aquí Marcial Maciel? ¿Estará leyendo plácidamente su Liturgia de las horas? ¿Estará haciendo algún tipo de penitencia? ¿Podrá conceder la gran entrevista exclusiva para Proceso?...
Pero quien aparece es una pareja malhumorada. Un hombre y una mujer, ya maduros. Llevan sombreros con barbiquejos atados a la mandíbula. Tras ellos se alcanza a distinguir a otros cuidadores.
“¡Váyanse!... ¡Váyanse!... ¡En qué cabeza cabe venir a molestar!”, exclaman encorajinados.
Y de pronto, de algún lugar, sale disparada una estrepitosa jauría de perros que se lanza contra los reporteros. Ladran, gruñen, abren las fauces, levantan una polvareda. Son musculosos animales entrenados para el ataque. Lo mejor es correr y meterse en el Datsun destartalado en el que se llegó a Poca Sangre. Los perros se paran de patas y arañan el vehículo. Lanzan dentelladas. Sus babas espesas escurren por los cristales polvorientos de las ventanillas. El Datsun arranca a todo lo que da, golpeando con las piedras del camino. Poco a poco, la jauría se queda atrás.
Turismo religioso
Un sobrino lejano del padre Maciel, don Javier Valencia, comenta que por estos días será imposible encontrar aquí al religioso, pues anda fuera de Cotija:
“Tengo entendido que fue a Estados Unidos a atenderse con los médicos. Tiene un problema lumbar. Y no hace mucho tuvo una infección. Su salud es muy delicada”.
Asegura que su tío es inocente de los cargos que le imputan: “Él es gente buena, gente recta. Está padeciendo una injusticia. Dicen que al árbol que da frutos es al que le tiran piedras. Eso pasó con él”.
-¿A qué se deben entonces las acusaciones de que es pederasta?
-Detrás de todo esto se mueven intereses muy fuertes, organizaciones poderosas que no solamente atacan a la Legión y al padre Marcial, sino también al Papa y a la Iglesia en general.
-¿De qué organizaciones habla?
-De las que siempre han sido enemigas de la Iglesia, llámese masonería o llámese sionismo. Ahí está la mano negra que movió todos los hilos.
La esposa de Valencia, doña Carmen, que pertenece al Regnum Christi, el brazo laico de los Legionarios, suelta el llanto al recordar el castigo que se le impuso a Mon pére.
“No es justo -dice-. Aquí en Cotija, nos puede mucho esa sanción. El padre Maciel ha hecho mucho por el pueblo, en el área educativa, de la salud, de la formación espiritual, de la caridad….”.
La presencia del padre Maciel y de los Legionarios se percibe en todo el pueblo. Según datos recabados en la oficina de catastro, más de 200 terrenos e inmuebles de Cotija son propiedad de ellos. Y hay incluso un libramiento que lleva el nombre de Marcial Maciel.
Al obispo cotijense Rafael Guízar y Valencia, tío de Maciel y quien muy pronto será declarado santo, también se le recuerda mucho, al grado de que, a la entrada de Cotija, al visitante lo recibe una estatua en bronce de monseñor Guízar, siempre adornada con flores.
Existe aquí el museo “Marcial Maciel”, donde se exhiben objetos que pertenecieron al fundador de los Legionarios: su cama, su sotana y su Biblia, así como una curiosa caja de madera en la que solía guardar un grillo que tenía cuando era niño.
Está la biblioteca “María Neri”, erigida en honor de la maestra que, en primer año de primaria, le dio clases al padre Maciel. Ya empieza a operar también la Universidad de Artes y Oficios, que es un campus de la Universidad Anáhuac, de los Legionarios.
Manejan además un moderno dispensario médico, que muy pronto será ampliado hasta convertirse en un hospital en forma, con una amplia área para internos. Y acaba la Legión de levantar un centro deportivo que cuenta con alberca, canchas de futbol y basquetbol.
Pese a la sentencia contra su benefactor, Cotija -cuyo municipio cuenta apenas con 19 mil habitantes- se está convirtiendo en un centro de peregrinaje internacional que está tomando por asalto hoteles, restaurantes y sitios turísticos.
El secretario del ayuntamiento, Gregorio Romero, reconoce:
“Gracias al padre Maciel, aquí hay un turismo religioso muy fuerte. De todo el mundo viene gente a participar en retiros espirituales, encuentros o conferencias organizadas por los Legionarios de Cristo”.
-¿Ustedes han contabilizado cuánta gente llega al año?
-¡No! Ese control sólo la congregación lo tiene, pues muchos visitantes se hospedan en las casas que tienen aquí los Legionarios. A veces ahí no se dan abasto y llegan a nuestros hoteles y restaurantes, a realizar compras en nuestros comercios.
“Hay que tomar en cuenta que 60% de la población de Cotija emigra a otros lugares en busca de trabajo, principalmente a Estados Unidos. De manera que ese turismo representa una derrama económica que nos hace mucha falta. ¿Cómo no le vamos a estar agradecidos, pues, al padre Maciel?”.