Regreso a la realidad
Revista Proceso
México, D.F., 31 de enero (apro).- Tras los anuncios de ayer del Banco de México y la Secretaría de Hacienda, de bajar sus expectativas de crecimiento económico para este año –en casi un punto porcentual: de 3.75% a 2.8%--, el presidente Felipe Calderón mejor guardó silencio e hizo a un lado el desbordado optimismo que mostró dos semanas antes.
El 18 de enero prácticamente se burló de quienes se mostraban preocupados por los efectos, en la economía mexicana, de una recesión en Estados Unidos. “A mí, esto del escenario preocupante del 2008, realmente me emociona un poquito y me asegura que vamos a salir extraordinariamente bien este año 2008”, dijo en un encuentro financiero internacional, en Acapulco, donde criticó inclusive a los que se preocupan por la adversidad que podría generar un coletazo de la recesión en aquel país.
Dijo: hay quienes pierden la paciencia y la habilidad, pero nosotros, el gobierno, “estamos hechos a la adversidad”, a “trabajar bajo presión”.
Y desestimó los alcances, en México, del bajón previsible, inminente, en la economía estadunidense. Hay razones para estar confiados, dijo. “En el plano macroeconómico, hemos hecho la tarea: tenemos una economía en orden, finanzas públicas sólidas, que nos ha costado enormemente a los mexicanos, sí, pero hemos resuelto en lo fundamental los problemas que tienen que ver, precisamente, con el manejo macroeconómico de las finanzas nacionales”.
Por ello, confió, “ante una tormenta, por fuerte que se avecine, tenemos un navío de gran calado, que tiene una enorme estabilidad, una balastra que es capaz de sostenerla y sostenerla con rumbo ante cualquier circunstancia que enfrente”.
Pero este miércoles 30 de enero, Hacienda y el Banco de México se encargaron de regresar a la realidad al presidente Calderón. Cualquiera que sea el tamaño del problema económico de Estados Unidos –recesión o simple desaceleración--, su economía apenas crecerá entre 1.5% y 1.7%, de acuerdo con la mayoría de los pronósticos, dentro y fuera de ese país. Y ello traerá como consecuencia un menor crecimiento económico en México.
Banxico había pronosticado para este 2008 un crecimiento de entre 3.25% y 3.75%. Ahora cree que, con dificultad, la economía crecerá entre 2.75% y 3.25%. Igual, la Secretaría de Hacienda: estimaba hace poco que en este año la economía crecería 3.7% --por efecto, sobre todo de la reforma fiscal--, pero cambió su pronóstico a 2.8%. En ambos casos, es más o menos un punto porcentual menos.
Y, todo, por la desaceleración de la economía estadunidense, esa que decía Calderón no nos iba a mover un pelo.
Para el ciudadano común, podrá no decir gran cosa eso de que el crecimiento será menor en un punto porcentual a lo estimado. Pero si el dato se traslada a la economía real, a la vida cotidiana del país, eso significa –y así lo reconocieron Hacienda y Banxico-- menos empleos formales y menos ingresos públicos.
El Banco de México calcula que, en 2008, se crearán 620,000 empleos formales: es decir, 136,000 menos que los 756,000 creados –supuestamente-- el año pasado. Ahí está una parte del punto porcentual menos de crecimiento económico: del millón de personas que cada año demandan un puesto de trabajo, sabemos que son pocas las que lo consiguen, pero este 2008 por lo menos 136,000 mexicanos no podrán entrar al mercado formal de trabajo.
La otra parte, que reconocen ambas instituciones, es que también caerán los ingresos tributarios. Simple lógica: si se retrae la economía, si baja la demanda, muchas empresas se achican o desaparecen y el pago de impuestos cae. Si baja el consumo, por el mismo efecto, hay menos recaudación de los impuestos correspondientes. Por menos captación en IVA e ISR, Hacienda y Banxico estiman que el fisco federal dejará de percibir unos 10,000 millones de pesos. Con todo y reforma fiscal y su nuevo impuesto, el IETU.
Y el círculo se completa: si hay menos ingresos, habrá menos gasto, y si hay menos gasto, menos facilidades habrá para impulsar –desde el sector público-- la economía.
Más aún, Banxico no descarta que la recesión en Estados Unidos, si se presenta como tal, lo hace con fuerza, profundidad y más duración, el escenario para México se complicará: la economía norteamericana demandará menos productos mexicanos, caerán las remesas que envían los mexicanos residentes en ese país y el acceso al financiamiento en los mercados internacionales será más costoso.
De hecho, ya en 2007 las remesas mostraron un retraimiento, pues sumaron casi 24,000 millones de dólares, apenas un crecimiento de 1% respecto del registrado el año anterior. Este año, hasta los más optimistas reconocen que las remesas sufrirán una baja espectacular.
El día que Calderón sugirió que los problemas en la economía estadunidense no le provocarán ni un estornudo a la mexicana, mostró su célebre optimismo luego de escuchar a Francisco Luzón López, consejero y director general de la División América del Grupo Santander, conglomerado financiero que, el 18 de enero, realizaba su asamblea anual latinoamericana.
Dijo Luzón al presidente Calderón:
“Pese a nuestro optimismo racional sobre el futuro a corto plazo de la economía internacional, ninguno de nosotros le recomendaríamos que descartara totalmente un escenario peor de lo esperado, con menos crecimiento, más inflación y mucha mayor volatilidad. Pese a que su probabilidad de suceso sea baja hoy, siempre hay que estar preparado para lo peor, porque lo peor puede ocurrir. En ese entorno internacional francamente hostil, sería inevitable que México creciese menos de lo que le anticipamos, y sería también inevitable de que pese a que el shock sea externo, usted y su gobierno se afanasen por buscar medidas que acortasen la intensidad y la duración de la fase recesiva.”
Le hubiera hecho caso, al menos para hablar con mesura y no caer en el ridículo en que lo dejaron Hacienda y el Banco de México.
México, D.F., 31 de enero (apro).- Tras los anuncios de ayer del Banco de México y la Secretaría de Hacienda, de bajar sus expectativas de crecimiento económico para este año –en casi un punto porcentual: de 3.75% a 2.8%--, el presidente Felipe Calderón mejor guardó silencio e hizo a un lado el desbordado optimismo que mostró dos semanas antes.
El 18 de enero prácticamente se burló de quienes se mostraban preocupados por los efectos, en la economía mexicana, de una recesión en Estados Unidos. “A mí, esto del escenario preocupante del 2008, realmente me emociona un poquito y me asegura que vamos a salir extraordinariamente bien este año 2008”, dijo en un encuentro financiero internacional, en Acapulco, donde criticó inclusive a los que se preocupan por la adversidad que podría generar un coletazo de la recesión en aquel país.
Dijo: hay quienes pierden la paciencia y la habilidad, pero nosotros, el gobierno, “estamos hechos a la adversidad”, a “trabajar bajo presión”.
Y desestimó los alcances, en México, del bajón previsible, inminente, en la economía estadunidense. Hay razones para estar confiados, dijo. “En el plano macroeconómico, hemos hecho la tarea: tenemos una economía en orden, finanzas públicas sólidas, que nos ha costado enormemente a los mexicanos, sí, pero hemos resuelto en lo fundamental los problemas que tienen que ver, precisamente, con el manejo macroeconómico de las finanzas nacionales”.
Por ello, confió, “ante una tormenta, por fuerte que se avecine, tenemos un navío de gran calado, que tiene una enorme estabilidad, una balastra que es capaz de sostenerla y sostenerla con rumbo ante cualquier circunstancia que enfrente”.
Pero este miércoles 30 de enero, Hacienda y el Banco de México se encargaron de regresar a la realidad al presidente Calderón. Cualquiera que sea el tamaño del problema económico de Estados Unidos –recesión o simple desaceleración--, su economía apenas crecerá entre 1.5% y 1.7%, de acuerdo con la mayoría de los pronósticos, dentro y fuera de ese país. Y ello traerá como consecuencia un menor crecimiento económico en México.
Banxico había pronosticado para este 2008 un crecimiento de entre 3.25% y 3.75%. Ahora cree que, con dificultad, la economía crecerá entre 2.75% y 3.25%. Igual, la Secretaría de Hacienda: estimaba hace poco que en este año la economía crecería 3.7% --por efecto, sobre todo de la reforma fiscal--, pero cambió su pronóstico a 2.8%. En ambos casos, es más o menos un punto porcentual menos.
Y, todo, por la desaceleración de la economía estadunidense, esa que decía Calderón no nos iba a mover un pelo.
Para el ciudadano común, podrá no decir gran cosa eso de que el crecimiento será menor en un punto porcentual a lo estimado. Pero si el dato se traslada a la economía real, a la vida cotidiana del país, eso significa –y así lo reconocieron Hacienda y Banxico-- menos empleos formales y menos ingresos públicos.
El Banco de México calcula que, en 2008, se crearán 620,000 empleos formales: es decir, 136,000 menos que los 756,000 creados –supuestamente-- el año pasado. Ahí está una parte del punto porcentual menos de crecimiento económico: del millón de personas que cada año demandan un puesto de trabajo, sabemos que son pocas las que lo consiguen, pero este 2008 por lo menos 136,000 mexicanos no podrán entrar al mercado formal de trabajo.
La otra parte, que reconocen ambas instituciones, es que también caerán los ingresos tributarios. Simple lógica: si se retrae la economía, si baja la demanda, muchas empresas se achican o desaparecen y el pago de impuestos cae. Si baja el consumo, por el mismo efecto, hay menos recaudación de los impuestos correspondientes. Por menos captación en IVA e ISR, Hacienda y Banxico estiman que el fisco federal dejará de percibir unos 10,000 millones de pesos. Con todo y reforma fiscal y su nuevo impuesto, el IETU.
Y el círculo se completa: si hay menos ingresos, habrá menos gasto, y si hay menos gasto, menos facilidades habrá para impulsar –desde el sector público-- la economía.
Más aún, Banxico no descarta que la recesión en Estados Unidos, si se presenta como tal, lo hace con fuerza, profundidad y más duración, el escenario para México se complicará: la economía norteamericana demandará menos productos mexicanos, caerán las remesas que envían los mexicanos residentes en ese país y el acceso al financiamiento en los mercados internacionales será más costoso.
De hecho, ya en 2007 las remesas mostraron un retraimiento, pues sumaron casi 24,000 millones de dólares, apenas un crecimiento de 1% respecto del registrado el año anterior. Este año, hasta los más optimistas reconocen que las remesas sufrirán una baja espectacular.
El día que Calderón sugirió que los problemas en la economía estadunidense no le provocarán ni un estornudo a la mexicana, mostró su célebre optimismo luego de escuchar a Francisco Luzón López, consejero y director general de la División América del Grupo Santander, conglomerado financiero que, el 18 de enero, realizaba su asamblea anual latinoamericana.
Dijo Luzón al presidente Calderón:
“Pese a nuestro optimismo racional sobre el futuro a corto plazo de la economía internacional, ninguno de nosotros le recomendaríamos que descartara totalmente un escenario peor de lo esperado, con menos crecimiento, más inflación y mucha mayor volatilidad. Pese a que su probabilidad de suceso sea baja hoy, siempre hay que estar preparado para lo peor, porque lo peor puede ocurrir. En ese entorno internacional francamente hostil, sería inevitable que México creciese menos de lo que le anticipamos, y sería también inevitable de que pese a que el shock sea externo, usted y su gobierno se afanasen por buscar medidas que acortasen la intensidad y la duración de la fase recesiva.”
Le hubiera hecho caso, al menos para hablar con mesura y no caer en el ridículo en que lo dejaron Hacienda y el Banco de México.